Capítulo 40: La tristeza

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Las mentes son un gran conjunto de cables unidos, a veces, no tan perfectamente como deberían. Hay algunos que están conectados entre sí y otros donde se supone que tienes que sentir amor. Yo digo, hombre, las cosas pasan. Los errores se cometen una, dos, tres veces. Quizás más. Pero el ser humano tiene que saber cuánto está dispuesto a soportar, cuánto va a resistir que llegue alguien a cambiar todos los cables de lugar creando un desastre, cuándo detenerlo.

Yo sentía cómo el sonido de mi teléfono llenaba por completo la habitación, y estaba llorando, arrastrándome a prender la luz porque de tanto pensar había anochecido. Papá estaba tocando la puerta, gritando un par de maldiciones ante lo fuerte que el sonido está. Fue cuando lo tomé entre mis manos antes de que dejara de sonar y el número cuarenta y seis estaba escrito en la pantalla, entonces, el nombre de Yoongi volvió a aparecer.

Este es uno de esos momentos decisivos cuando sabes que tienes que pararlo, sabes que tienes que hacerlo, pero tú simplemente no puedes dejarlo ir, y ese es el problema.

—Hey. Jim-

Fue todo lo que él dijo antes de que mi voz estrepitosa intersectara sus palabras. Su voz hacia mí saliendo luego de... ¿Cuánto? Dos días quizás desde lo ocurrido.

—Me gustaría que te callaras para contarte algo.

Él soltó un minúsculo "sí" casi inaudible. Dándome paso. Mi mirada estaba presionada sobre algún punto de la habitación, mirándolo.

—¿Te acuerdas de la primera vez que hablamos? Cuando me preguntaste por qué tenía moretones en mis piernas.

Yoongi volvió a soltar algo que me diera la oportunidad de seguir, así que lo hice. La voz medio quebrada salía de mi garganta con un poco de dificultad, porque eran tantas palabras.

—Cada vez que las cosas iban mal yo me golpeaba, no porque me sentía culpable ni porque quisiera descargar odio hacia mí mismo, eso no existe para mí, sino por la necesidad de sentir que el efecto del ardor, dolor, esté llevándose el sentimiento de debilidad. En este mundo ser débil es una completa desventaja. Llevaba a mi mente hacia la sensación de la herida para sentir que podía con ello, hasta recordarme que no soy débil, para disfrazar la realidad. Me golpeé tantas veces, tantas como fueran posibles hasta que entendiera que las cosas son así. La vida es una puta que te folla cuando quiere, y nada va a detenerla. Así que, aun si yo sintiera lo que fuese, ella no se iba a apiadar de mí, no iba a darme algo mejor solo porque yo soy una pequeña mierda que no puede soportar ni la más mínima cosa. No tengo idea cuándo fue que comencé a reemplazar el término vida por tu nombre, pero ahora, ahora mismo, me doy cuenta de que tenía razón. Podías hacer lo que querías conmigo, si yo estaba mal con eso, jamás te importó. ¿Por qué actúas como si esto importara ahora? Yo tengo la respuesta: es porque me ves débil y la debilidad no te sirve. No puedes manejar algo que apenas puede levantarse. No puedes manejarme ahora. No es la culpa, la tristeza o el miedo a perderme, es tu necesidad de marcar territorio. No puedes perder algo que ya tachaste como tuyo; no te asusta a ti, pero sí a tu ego. 

Mi pecho subió y bajó rápidamente, quizá al sentimiento por todo lo que había dicho o a la rapidez en las que mis palabras salieron. No podía sentirme más vacío cuando colgué el teléfono, justo después de que él dijera algo que no alcancé a escuchar. Volvió a llamar, otras cientos de veces, pero yo ya había terminado de decir lo que tenía que decir y no iba a escucharlo defenderse con excusas patéticas.

Estaba seguro de que no sería así, que no lo haría. Seguramente tendría amplias cosas que decirme, pero, a pesar de que aquello probablemente me hubiera dejado satisfecho, no hubiese sido por mucho. Yoongi mentía sobre todo, y, estaba mal, mal en todos los aspectos.

Había una botella de agua grande a mi lado, bebí de ella mucho tiempo antes de abrir mis cajones. Esa perra había escondido las pastillas, yo lo sabía. Recuerdo que el primer día solo quise ir al baño a buscar en todos lados. Esa fiesta, esa madrugada, en ese momento con Yoongi, descubrí que era algo que necesitaba, las pequeñas píldoras, en mi garganta, hasta hacerme vomitar. Pero mis padres no estaban de acuerdo con eso, nadie lo estaba. 

Estoy seguro de que si alguien supiera lo que se siente abandonar tu cuerpo aunque sea dos segundos para deshacerte de toda la pesadez que existe sobre tus hombros, jamás me juzgarían. No lo harían.

Papá pasaba tiempo en casa con nosotros, y Jihyun… Él se escabullía hacia mi cuarto todas las noches intentando leer párrafos de cosas para hacerme sentir mejor. Inventaba historias, hablaba sobre su día, me decía que estaba sintiéndose mejor, tan bien últimamente y que esperaba que yo pudiera mejorar igual. Porque esto para él era como si yo tuviera un resfriado que no hace más que llegar unos días para después irse.

No sabía si sería así. Si esto iba a desaparecer. 

Fueron montones y pesados días. Mi padre presionaba sus manos sobre la mesa y me veía observar mi plato a la hora de la cena. A veces me decía algo como "come, joder. ¿Y así quieres volver a ser normal otra vez?", entonces mamá tocaba su hombro y decía palabras en su oído mirándolo con enfado, como si ella no lo pensara también, como si ahora yo le importara.

Pero, eso es lo que hacía. Dejar de comer hacía que se preocuparan por mí. Hacía que Minjeong me llamara cada noche, hacía que Yoongi me dejara mensajes todos los días. Dejar de comer me hacía sentir amado. 

De todas formas, no quería morir. No era lo que buscaba. Morir era aburrido. Eso fue lo que repetí cuando mi madre me descubrió tomando las pastillas que en un descuido dejó sobre la mesa de la cocina.

¿Un descuido?

O quizá, una sutil forma de decir que muerto estoy mejor que sentado en una cama mirando hacia la nada.

Ese día escuché la discusión de mis padres mientras yo estaba aferrado a mis rodillas en el sofá, aun adormecido y con el cuerpo débil por vomitar gracias a la cantidad de pastillas que mi estómago recibió. Se gritaron durante mucho tiempo. No sabía si era por mí, pero me llamaron un montón de cosas. Y luego, decidieron que internarme en un hospital era una buena idea hasta que yo pudiera recuperarme, ser una persona normal para que luego, cumpliendo la mayoría de edad, pudieran dejarme fuera de casa. La última parte no fue exactamente lo que escuché pero estoy casi seguro de que es todo lo que piensan.

Jihyun había dejado chocolates todos esos días que fue a subir mi ánimo. Eran pequeños, pero ya tenía muchos guardados. Los comía a veces. Tomé algunos y me fui a su habitación, me recosté a su lado con ellos entre mis manos, sin decir una palabra, sin abrir las frazadas tampoco. Horas más tarde, sentí una pequeña luz iluminar mi rostro y entonces abrí los ojos que antes había cerrado; él estaba intentando acomodarse, más con sus pequeñas manos logró tocar mi cabello hasta que sintiera una tranquilidad infinita.

Hubo días en los que yo estuve con él así.

Hubo días en los que la fe era lo último que quedaba en cada parte de su pequeño y menudo cuerpo, así que yo decía:

—Tú eres mi gran sol, así que si tú te apagas yo dejaría de existir para siempre, porque si yo brillo, lo hago por ti. 

Esa noche, con su vocecita de bebé, me dijo exactamente lo mismo. 













DRAMA KING. ➸yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora