14

339 59 29
                                    

Lilith - Saint Avangeline

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lilith - Saint Avangeline

◞───────⊰·☆·⊱───────◟

— ¡Vamos! —

Todos los hombres subieron  las ofrendas a distintas bandejas de plata, cada uno llevaba una.

— ¿Y tu? — Un señor le pregunto a Sanemi, que se distrajo buscando con la mirada a Meiko. Había dicho que daría una ofrenda también.

Verla así fue extraño, pero agradable. Se veía diferente.

No solo la pintura en su rostro, sino su forma. Se notaba más confiada, aunque no dejaba de ser la misma.

Los Futago no entienden que ella es tímida e intentan hablarle como si tuviesen confianza, que idiotas, no conocen ni una pizca de ella.

Empezó a caminar junto a los demás hombres. Todos seguían un camino de tierra iluminado por lámparas clavadas en el suelo.

— ¿Eso no es lo que usaba Meiko? — Pregunto Koki viendo la bandeja que llevaba Kosei, en efecto, ahí estaba el broche que ella dejó.

— ¿Que? — Pregunto acercándose a ambos de repente, ahora interesado en su conversación.

— ¡Oh, Shinazugawa! No aparezcas así de repente, me asustas. — Dijo el gemelo dándole una sonrisa de alivio cuando supo que era él quien interrumpió su conversación.

— No lo hago apropósito... — Murmuro, tampoco es el mejor tratando con las personas.

— Creo que si. — Musito Kosei viendo el broche. — Me asusta que le prestes tanta atención a los detalles. —

— Para enamorar a una mujer debes prestarle atención a esas cosas. — Dijo con orgullo. Sanemi abrió los ojos como platos ante eso.

¿Enamorar a quien? ¿A Meiko?

— Ninguna mujer se enamoraría de ti, por algo te rompieron el compromiso. — Una puñalada por la espalda dolía menos que ese comentario.

Ambos se quedaron callados, hasta Sanemi que ya no sabia donde meterse.

— Tampoco puedes hablar mucho sobre eso, virgen. — Respondió Koki. Ambos empezaron a discutir para mantener sus orgullos en pie.

— ¡Una mujer no te habla ni por error! —

— ¡A ti nadie te habla ni por casualidad! —

Sanemi suspiro. Sus discusiones con sus hermanos a los 10 años eran mucho más maduras que esto.

Vio como Masachika y Kyo conversaban delante suyo, se veían mucho más calmados. Y delante de todos, llevando una bandeja con un jarron de colores, estaba Koji.

Todos estos objetos eran de valor, de hecho, él llevaba un collar de piedras preciosas.

El ambiente era muy tranquilo, tal vez demasiado. Ninguno hablaba.

Felicidad | Sanemi ShinazugawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora