Meiko Masuaka, la pilar del rayo, era una mujer independiente que ocultaba una curiosa historia con Sanemi Shinazugawa, el pilar del viento.
Se prometieron seguir en pie por el otro, incluso si se convirtieron en desconocidos con el paso de los años...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pretty Girls Make Graves - The Smiths ◞───────⊰·☆·⊱───────◟
El tiempo pasa demasiado rápido para mi gusto.
Hubiese querido que el tiempo se detenga cuando aún vivía con mi familia y todo era normal.
Tal vez por eso a veces me pican mis cicatrices. Quería que todo sea como cuando aún no las tenía.
— Sanemi, ¿vamos a ver a Mei? — Pregunto Masachika una tarde, luego de entrenar.
— No, debo... hacer algo. — Murmure, rascándome la nuca sin saber que otra excusa poner.
— ¿Por qué? Hace una semana que no andamos los tres. Meiko ya piensa que te enfermaste. — Insiste tratando de rodearme con un brazo, pero lo evito dándole un golpecito en la frente con mis dedos.
— Ya te dije que tengo que hacer cosas. No me molestes. —
— ¿Pero que diablos le digo a Mei? ¡No me digas que ya te conseguiste novia y nos vas a abandonar! ¡Creí que la chica que te gustaba era..! — Le tape la boca antes de que siga hablando, sabiendo lo que iba a decir.
— ¡Cállate, mierda! — Le grite antes de sentir como mi palma se humedecia.
— ¿¡Acabas de lamer mi mano!? — Volví a gritar, empezando a enojarme. Él solo se río como un idiota, burlándose de mi mientras lo soltaba para limpiarme con mi ropa.
— ¿Que secreto estas ocultando? — Pregunto mientras volvía a acercarse, yo retrocedí. Seguimos así hasta que mi espalda golpeo la puerta del dojo.
— ¡N-Nada! ¡No insistas! — Volví a gritar, pero me sentí tenso cuando puso ambas manos alrededor de mi cabeza, acorralandome.
De repente el aire se sintió tenso.
— ¡Dime la verdad, obviamente estas ocultando algo! Te conozco, Shinazugawa... — Murmuro acercando su cara a la mía, alzando su ceja para verse amenazante.
Sinceramente lo estaba logrando. No pude evitar tensarme cuando me habló por mi apellido.
— ¡Vete a la mierda! — Grite, empujándolo. Él se agarro del cuello de mi uniforme, ambos caímos y empezamos a pelear en el suelo.
Prefería que me muela a golpes antes que confesarle que estaba intentando aprender a escribir.
Soy un espadachín, mis manos están hechas para blandir mi katana, pero son inútiles para algo tan simple como escribir.