Aphelios había ido a buscarla, eso era algo que Caitlyn no había previsto.
Quería su compañía, no necesariamente para hablar.
Fue hace tres días, el día que tuvo la pelea con Sett. Había entrado la tarde, Caitlyn estaba en su habitación sola, leyendo alguna novela sin gracia que tenía inacabada, estaba aburrida al mismo tiempo que preocupada. No tuvo oportunidad de preguntarle a Sett que fue lo que Aphelios le dijo, solo los oyó gritar y un instante después uno de los había terminado en el suelo.
Preguntarle a Aphelios abría sido igual de difícil, si no es que más.
Suspiró con pesadez, intentando convencerse que lo que hubiese pasado no era su problema. Y aún así no pudo, Aphelios estaba cayendo en ese mismo ciclo otra vez, alejándose sin decirle nada a nadie. Y aunque ella quisiera ayudarlo no sabía cómo hacerlo, ya lo había intentado, con mucha fuerza, más de la que quisiera, había dado tanto de ella que terminó lastimada, pero aún así, sabía que una parte de ella lo extrañaba, tenía encerrado ese amor por el cual no iba a luchar más, haciendo que ella fuera la única llevando ese peso en la espalda.
Pensaba, alguna razón por la cual Aphelios se estuviera comportando así, algún motivo por el que no pudiera controlar sus emociones y solo pensó en que estaba enojado, frustrado por qué el veneno no servía.
Ni ella misma creyó que solo fuera era eso.
Ya había pasado antes y su reacción siempre había sido la misma: no salir de su laboratorio hasta solucionarlo. No había echo eso está vez, seguía su rutina, aparecía a sus combates, pero le daba la sensación que, a pesar de ganarlos con tanta fuerza y brutalidad, el aire que le rodeaba era de una persona resignada.
No tenía caso pensarlo y aún así no dejaba de hacerlo, ese peso de querer ayudar a alguien que no admite que necesita ayuda es una sensación con la que nunca sabría cómo lidiar. Ya tenía suficiente con ver cómo el optaba por autodestruirse, como para tener que lidiar también con los rumores maliciosos que rodeaban el festival, cada uno peor que el anterior.
Abrió ligeramente la cortina, para que entrarán los últimos vistazos de luz del día a su habitación, se daría una ducha después, lo haría solo para quitarse el estrés de encima. Se apoyo contra el marco de la ventana, dejando que la brisa pasará suave por su espalda y abrió lentamente los ojos.
—¿Por qué no has dicho nada en todo este rato?. —No lo pregunto al aire, se lo dijo a Aphelios.
Mentiría si dijera que lo oyó entrar, la respuesta más acertada era que sabía que estaba ahí. Había pasado tantas veces por un escenario similar que había aprendido a leer esa atmósfera.
Aphelios estaba parado frente a la puerta, cubierto por la sombra que aún reinaba en la habitación pero con la luz necesaria para distinguir su silueta, su postura tensa y cabello sobre el rostro maltratado por el golpe, ocultando vagamente la mirada intensa con la que veía detrás de ella.
Puso seguro a la puerta antes de avanzar.
Caitlyn sabía lo que pasaría después cuando se alejó de la ventana.
Se paró frente a él firme y decidida, ocultando con éxito como el corazón le palpitaba con fuerza contra el pecho, cruzó sus brazos, así era más fácil ocultar como sus dedos comenzaban a temblar, pero su voz permaneció serena.
—¿Qué necesitas Aphelios...?
Su tono comprensivo desapareció tan pronto había abierto la boca.
¿Extrañaba esa sensación? si. ¿Iba a aceptar lo que estaba sucediendo?, por supuesto que no.
Lo apartó con fuerza obligándolo a alejarse, frotándose con el dorso de la mano por el dolor que le dio el repentino beso que se sintió más como un choque contra a su cara.
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Ceniza de luna
FanfictionAphelios es el mejor estudiante de la academia Labrys, y miembro del exclusivo Club de armas divinas, un día tras el entrenamiento la directora de la academia anuncia un festival en colaboración con otra academia, la escuela Durandal. Aphelios a sid...