Capítulo 36: En medio del polvo

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Está vez fue Sett el primero en alistarse, había quedado con Alune para una revisión de rutina antes de la última pelea 6vs6. Ya tenía todas sus cosas consigo, estaba dando una última revisión para asegurarse de llevar todo cuando vio a Aphelios salir del baño como siempre, secándose el pelo con un toalla con solo su pantalón puesto.  Sus ojos se fijaron sin querer en su torso, en todas las pequeñas cicatrices que tenía, algunas cerca del corazón, atravesándole el pecho, a los costados marcas de cortes horizontales, pequeñas quemaduras con la piel rojiza que no terminaban de curar aún, los brazos llenos de heridas, probablemente hechas con filos o balas que lo rozaron, y moretones,  numerosas manchas violetas y amarillas que aún no habían desaparecido. 

Sintió un vacío en el estómago, no quería ser el siguiente en dejar en él una de esas heridas. Aphelios aplaudió varias veces hasta poder sacarlo de su trance.

Sett— gesticuló despacio.

—Sip ¡Si! Todo en orden. —contestó sacudiéndose la cabeza en un vago intento por despejar sus ideas.

Cuando Briar se lancé por mi —Sett vio los gestos de reojo, y aún así  supo cómo terminaba esa frase, y no le gustaba en lo absoluto.—... No intervengas, yo me encargo de ella.

El olor a sangre, las viseras esparcidas por el suelo, el estruendo que era la risa de esa chica envuelta en un magenta repulsivo... Abrió los ojos cuánto pudo hacia a Aphelios.

—Estas bromeando —rio por impulso nervioso, Aphelios no cambio su expresión. — ¡Phel, esa tipa está loca!

Recibió un asentimiento por su parte, a Sett se le erizó el pelo.

Estaré bien, tu concéntrate en el resto de tus enemigos — gesticuló con firmeza, luego bajo un poco los brazos y relajo su postura —. Después tendré la arena sola para ganarte en paz.

Y aunque eso le sacó una risita de aire a Sett, la idea de tener a Briar como aliada y Aphelios como enemigo no le hacia ningún sentido. Antes de cruzar la puerta escuchó un suspiro, como si Aphelios por un momento quisiera decir algo pero el dolor del veneno se  lo hubiera impedido. Sett levantó las orejas aún sosteniendo la puerta.

Dile a Alune que dije hola. —gesticuló con una sonrisa delicada mientras Sett salía del cuarto.

~

Si no fuera por el sonido del metal pensaría que estaba solo en esa habitación, el chispazo de uno de los motores lo asustó, haciendo que incluso Alune se sobresaltara.

—¡Perdón! —exclamó ella llevándose una mano al pecho y levantando sus gafas de protección para comprobar si Sett estaba bien.

Sett sonrió para tranquilizarla y eso pareció funcionar. La vio experimentar con alguna serie de comandos que mandaba desde su portátil hasta los motores, viendo cómo reaccionaban, algunos hacia que cambiara sus luces de colores o que emitieran algún sonido raro, y por la expresión de Alune parecía que estaba teniendo el resultó que buscaba, aunque Sett no tuviera ni la menor idea de que estaba haciendo.  No dejaba de parecerle interesante como Alune estaba tan concentrada en su trabajo, moviendo las herramientas con tanta maestría y al mismo tiempo el milimétrico cuidado de limpiar el sudor de su frente sin siquiera alterar su maquillaje, o por error correr el círculo blanco perfecto que tenía en el rostro, por qué a diferencia de Aphelios, ella no estaba tatuada.

¿Por qué no lo estaba?  Nunca se lo había preguntado, quizá por qué nunca le dio importancia, pensó que era una cuestión de estética pero reflexionándolo bien, ambos, tanto Aphelios como Alune usaban aquellas marcas con orgullo, como si tuviesen un tinte más místico que simplemente verse bien. Y tenía sentido, es decir, venían de Targón, un continente completamente diferente, era perfectamente normal que tuvieran costumbres que no comprendiera del todo, incluso el mismo Sett venía de fuera, aunque hubiese vivido en Jonia por poco tiempo. Pero a diferencia de ellos, él no tenía ese sentimiento de nostalgia por aquel lugar, pero ellos sí, y aun así, no habían regresado.

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