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Culpable de todo

Samantha entro en la oficina de Daniel en silencio y sin ser vista por nadie. Camino entre la oscuridad buscando el escritorio de su primo, donde en los cajones guardaba su arma y sus otras pertenencias para defenderse. Solo tenía que tomarlas y deshacerse de ellas.

Encontró su arma en el primer cajón y la metió junto con un cartucho de balas en un maletín que cargaba del hombro. Abrió el segundo cajón y encontró dos cuchillas que también metió al maletín. Cerró todo con cuidado y echo un último vistazo.

Justo cuando iba a salir la puerta se abrió, y la luz la alumbró tanto que no pudo ver de quien era la sombra.

Solo es mi mujer.— soltó Simón y Samantha hizo una mueca. El chico bajo el arma que la apuntaba y sonrió ampliamente.

No soy tu mujer.— respondió mientras Simón cerraba la puerta y los sumergía de nuevo en la penumbra.

Claro que lo eres. ¿Hiciste el primer paso de nuestro macabro plan?

Sí, solo hay que esperar a mañana, tu gente mata a los de seguridad y luego nos encargamos de Daniel.— respondió Samantha. Tenían un plan para acabar con su primo y quedarse con todo que ya habían puesto en marcha.

Ya les habían notificado de una posible emboscada de parte del FBI, y estaban preparados, sin decirle nada a Daniel. Quien había cambiado casi por completo por la muerte de su padre. Bebía más alcohol, no sabía cómo tomar algunas decisiones de la organización, he incluso tenía a Danela de saco de boxeo.

Lo que había ayudado a Samantha y a Simón, porque gracias a sus malas decisiones sus aliados habían dejado de confiar en él. Por lo que estos dos habían sacado provecho.

Cuando emboscaran a Daniel no lo encontrarían siendo el jefe. Esperaban que para ese tiempo Daniel solo fuera cenizas en un bosque oscuro.

¿Qué vamos a hacer con el títere de Daniel?— pregunto Simón apoyándose de una butaca. Samantha se encogió de hombros.

No se, ni me importa. Podemos matarla también.— sugirió.— Me da igual.

Recuerda que hoy te toca vigilarla por la noche.— se burló Simón.— Llévale una leche caliente para que duerma, la pobre parece un zombie.

Samantha trago fuerte mientras caminaba hacia el exterior del lugar sin despedirse. Salió de la casa de su primo, por ende su casa, y se dirigió al hotel. Ahí tenía que ir a ver cómo estaba Danela por órdenes de su primo.

Subió varios pisos y sonrió a varios hombres que vigilaban las puertas. Algunos ya eran parte de su enganche contra Daniel.

Samantha abrió la puerta de la habitación con una llave y abrió los ojos grandemente.

Casi vomita.

Las sábanas estaban bañadas de sangre y Danela estaba desnuda en el centro hecha una bolita. Se notaban los golpes en su cuerpo y en su cara.

Samantha no se podía mover. Se sintió tan mal que tuvo que respirar profundo para controlar las náuseas. Camino después de varios segundos y Danela levantó la mirada. El odio era claro en sus ojos, y Samantha lo entendía.

Su tío, a quien se encargó de matar inyectándole droga hasta por los ojos, la había violado incontables veces cuando tenía quince años. Y siguió haciéndolo hasta que se volvió una adulta, y ella no pudo decir nada, porque ¿a quién?

Tomo una sabana que encontró en una esquina de la habitación y cubrió a Danela con ella.

— Levántate, te darás una ducha.— le dijo. Danela no se movió, pero Samantha esta vez lo tomo con más calma. Quizás ayer la hubiera tomado por el cabello y la hubiera arrastrado al baño, pero esta vez solo la tomo con cuidado por el brazo.— Vamos.

SANO amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora