Matrimonio que costó una vida
— ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?!
Kiara lanzó un jarrón de agua al suelo y este se rompió en pedazos. Miguel miraba el suelo escuchando como su mujer le gritaba y lo maldecía una y otra vez.
— ¡Yo soy la madre de tus hijas! ¡¿Cómo te atreves a ir y acostarte con otra?!
Miguel cerró los ojos mientras su mujer se movía de un lado a otro como una fiera enjaulada. Luego se abalanzó contra él.
— ¡Eres un maldito! ¡Desgraciado, infeliz!— gritaba mientras a puño cerrado golpeaba su pecho.
— ¡Ya basta, Kiara! Las niñas te escucharán y se despertarán.
— ¡Y que me importa! ¡Eso querías, que vieran a su madre sufrir!
Miguel sostuvo las muñecas de su esposa para evitar que siguiera golpeándolo. Ella acababa de dar a luz sólo unos dos meses atrás a la menor de sus hijas, y lo menos que quería era que se lastimara.
— Mientras yo estaba embarazada de Alen, tú estabas revolcándote con esa mujerzuela. ¿Cómo pudiste?— Kiara cayo al suelo de rodillas mientras se limpiaba las lágrimas.— ¿Por qué lo hiciste?
— Ya hemos hablado de esto, Kiara. Yo no te amo.— Miguel se arrodillo frente a ella y tomo sus manos con delicadeza.— Te pedí el divorcio hace dos años y te negaste, te empeñaste en la idea de que dándome más hijos te amaría, pero no es así.
— ¿No amas a tu familia?— pregunto Kiara mirándolo desesperada.
— Amo a mis hijas.— esa respuesta termino de romper el corazón de la mujer.— A ti solo te veo como una mujer a la que respeto y admiro, como la gran madre y profesional que eres.
— ¿Ya no me amas?
— Kiara, yo nunca te amé.
—Antes del secuestro—
Alen salió del sótano y se acomodó los lentes mientras contaba una y otra vez los pinceles que llevaba en un vaso con agua. Agudizó el oído para asegurarse de que no había nadie por el pasillo y continuó su marcha.
Justo cuando doblo una esquina de camino a la cocina tropezó con su guardaespaldas. Casi cae al suelo de no ser por los brazos de Max que la sostuvieron por la cintura. Sin embargo los pinceles no contaron con la misma suerte.
El vaso que los contenía cayó al suelo derramando toda la agua sucia.
— Lo siento, venía distraída.— Alen se agachó para recoger los pinceles al mismo tiempo que se zafaba del agarre de su guardaespaldas. Mientras tanto Max entró en la cocina buscando un paño para ayudar con el agua regada.
Cuando regreso se agacho con una sonrisa.
— Tenga más cuidado la próxima.
Alen levantó la vista, justo cuando lo hizo noto que en el cuello de Max había una mancha roja. Frunció el ceño. ¿Se habrá golpeado?
— ¿Qué te paso en el cuello?— preguntó sin poderse contener.
Había hablado mucho con Max esos días. Aunque más él que ella, pero había logrado ganarse una que otra conversación agradable. Lo que la mantenía feliz, pues al fin podía tener un amigo con el que podía compartir y no le diera ansiedad.

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SANO amor
RomansaUn secreto puede corromper una familia completa. Los problemas de nuestros padres no deberían de ser un problema el cual los hijos deban de cargar, o peor aún, pagar las consecuencias. Cuando la seguridad está en riego, la vulnerabilidad convierte e...