25.

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Sangre en sábanas blancas

James se amarró el cabello mientras abordaba el avión de la agencia junto con otros oficiales. Miraba sus botas con detenimiento después de subir mientras el avión despegaba. Ya en el aire, miro a su derecha y noto algo peculiar.

Desde que tomó asiento sentía algo muy extraño, como un presentimiento. Sabía que algo andaba mal desde que se despidió de Gustavo antes de partir.

Sabía que había estado muy tranquilo en su partida, y fueron muy pocas las palabras que le dijo. Aunque claro, Gustavo no es de mucho hablar, pero esta vez había sido extraño.

Agacho la cabeza ligeramente a un costado y casi se le salen los ojos de su lugar cuando se fijó en las facciones inconfundibles de su mejor amigo. ¡Ahí sentado a solo medio metro de distancia!

Volteó a ver si Vivían seguía en su lugar, y para su fortuna estaba hablando con algunas chicas que eran parte del equipo en la misión.

Se puso de pie y se cambió de asiento sin levantar sospechas. Noto que Gustavo soltaba un suspiro y levantaba la cabeza, derrotado al ser descubierto. Llevaba gorra y gafas de sol y un gafete que decía "Inventario".

Estas personas de Inventario se encargaban de que todo lo "no importante" estuviera en orden. Eran personas invisibles a las que nadie le prestaba mucha atención. Mayormente eran novatos que no sabían dónde ubicarlos.

James noto el cabello teñido de Gustavo a un rojo que no le sentaba para nada mal. Le quito los lentes de un tirón y le mostró la cara más enfadada que pudo.

— ¿Qué cojones estás haciendo aquí?— preguntó en un susurro.

— He venido a la misión, sabías que no me quedaría en Estados Unidos esperando noticias.

— Y tú madre también lo sabe. Crees que no estará pendiente de que no te hayas escabullido de alguna forma.

— Tome medidas.— respondió tomando de nuevo los lentes y poniéndoselos.

— ¿Ah, si? ¿Cuáles?

— Le he pedido a Liz que me ayude.

— ¡¿A mi hermana?!— casi grito, pero logró controlarse. Aún así debía de bajar más la voz, algunos compañeros se habían inquietado por la conversación.— ¿Cómo conseguiste que Liz te ayude en esta farsa?

Su hermana era el ser más correcto que nunca nadie había conocido. Era casi imposible que se hubiera involucrado en algo tan incorrecto.

— La convencí para que le dijera a mi madre que estaría con ella al menos durante la misión.

— Y se lo ha creído.— dijo James con ironía.

— Pues si, mi madre confía ciegamente en Liz tanto como confía en ti.

James abrió los ojos grandemente. Lo había planeado, lo había planeado desde que sabía que no tenía permitido meterse en la misión.

— Voy a matar a Liz, y a ti también. Se pueden meter en un grave problema.— lo regaño.

— Lo se, pero si hacemos las cosas bien no me van a descubrir. Soy parte del inventario, nadie le presta atención a esa gente.

— Ajá, si te descubren te darán una sanción tan grande como el tamaño de mi...— James se tiro hacia atrás en su asiento y soltó un suspiro.— Que digo una sanción, eso es poco. Te pueden meter a la cárcel. Faltan muchas horas de vuelo, que harás cuando lleguemos a nuestro destino.

— Allá tengo ayuda.— sonrió Gustavo.

— ¿Ayuda de quién?

— Guillermo.

SANO amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora