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Bienvenida a casa

El vuelo de regreso fue en completo silencio. Danela no dejó de mirar por la ventana del avión hasta que se quedó dormida. Gustavo por su parte estaba a su lado hablando con su madre.

— ¿Cuándo llegaste?— pregunto Vivían cruzada de brazos.

— Ya te lo dije, tome un avión lo más pronto que pude en cuando mi tío me dio la noticia de que ya la habían rescatado.— respondió Gustavo mirando el suelo. Podía ser lo que fuera, pero no un mentiroso, y menos con su madre. Las jugadas nunca le habían salido bien con ella.

Y su madre sabía que mentía.

Sin embargo, no dijo nada. Se vio reflejada en la mirada de su hijo. Como acariciaba la mano de Danela para calmarla en todo momento, como le hablaba para tranquilizarla, y como la alentaba a comer y dormir. Ella también haría lo que fuera por su esposo, aunque tuviera que ir por encima de las reglas. Una vez lo hizo, y sabía el sentimiento tan grande que tenía su hijo creciendo cada vez más.

Esa noche entendió que su hijo había encontrado a la mujer que de verdad él amaba. Dejo de lado los regaños, que sabía que ya no valían la pena y sonrió orgullosa.

Siempre supo que su hijo estaba cerca, pero nunca supo dónde exactamente. Y la sola idea de que hubiera llegado en tres horas de un vuelo de mínimo quince le pareció una locura que tal vez no tomo en cuenta. Aparte de que de la nada, su hijo tenía el cabello de un peculiar color rojo.

— Entiendo. Me alegra de que ya todo esté tranquilo.— dijo Vivían sentándose en su respectivo lugar.

James dormía con la boca abierta profundamente en los asientos de atrás. El pobre estaba muy cansado. La conversación que tuvo con Noly fue muy tranquilizadora y lo ayudó a dormir mejor que todos esos días.

Gustavo también estaba muy cansado, sentía que podía dormir por días, pero necesitaba estar cerca de Danela y estar al pendiente de que estuviera bien. Los momentos que venían no iban a ser fáciles ni para ella, ni para los de su familia.

— Sobre la agencia. Me gustaría decirte lo que ha decidido tu padre, para que no te tome desprevenido.— comentó Vivían con los ojos cerrados, también estaba claro que moría de cansancio.

Gustavo guardó silencio para dejarla hablar, no dudaba que su padre tomaría represalias contra la falta de James y la suya.

— Me dijo que durante un año no podrán ejercer como guardaespaldas, y que en cambio serán instructores en la academia.

La academia era una parte de la agencia, donde pequeños jóvenes asistían para tomar clases y unos cursos para ser profesionales en este campo. Gustavo no apreciaba la idea de ser instructor en ese lugar, era horrible tener que manejar niños imprudentes, pero era mejor que perder su trabajo para toda la vida.

— Entiendo.— fue lo único que dijo y cerró los ojos por un momento.

El resto del vuelo fue tranquilo. Danela durmió todo el viaje y Gustavo también pudo descansar un rato.

Danela tenía que ir a terapia y aunque sabía que ella podría con todo poco a poco, no estaba seguro de él poder soportar mucho tiempo viéndola en mal estado.

Cuando llegaron al aeropuerto, Danela esperó a que llenaran todos los documentos. Gustavo se encargó de todo mientras ella jugaba con sus dedos sobre sus muslos.

— Todo esta listo, un auto llegará pronto para llevarnos a la casa de seguridad.— dijo Gustavo sentándose junto a ella.— ¿Estas bien?

— No.— respondió sinceramente. Se sentía más tranquila lejos de ese lugar, y con ese hombre muerto, pero seguía dándose asco, no podía ver sus manos sin tener ganas de vomitar.— Tengo mucho miedo de no poder volver a la normalidad.

SANO amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora