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Miedo a las tormentas
Narra: Alen Relish

Estaba tan concentrada en mi pintura que ni siquiera noté que ya era la hora de cenar hasta que me rugió el estómago. Tome una bocanada de aire y me levante, caminando escaleras arriba hasta llegar a la cocina. Era el primer espacio que quedaba cerca de la entrada al sótano.

Vi a Max sentado en una de las sillas de la isleta, apoyado sobre la misma completamente dormido. Sonreí y me sentí muy mal por él. Lo más seguro se estaba aburriendo aquí encerrado velándome.

Al menos mañana íbamos a salir.

Tenía que llevar las últimas pinturas a la galería y me gustaba hacerlo personalmente para evitar que se pierdan. Y como están las cosas en la familia, tampoco quería que me robaran mis obras.

Vi más de cerca a Max. Tenía su cabello corto un poco revuelto y unas pestañas bastante largas y bonitas. Claramente serían la envidia de cualquier chica. Sus cejas eran pobladas y perfectamente perfiladas acordé a su cara. No tenía ni una pizca de vello en su rostro, ni bigote, ni barba de un día o dos.

Decidí no despertarlo, pero no pude evitar soltar un grito cuando cayó un relámpago, producto de la tormenta que caía afuera. Max se levantó de golpe llevando su mano a su espalda donde sabía que tenía el arma. Preparado para usarla en el momento que sea necesario.

— ¿Está bien?— me preguntó de inmediato, preocupado. Asentí mientras me ponía más roja que un tomate. Que vergüenza. Yo gritando por estupideces. No soy Danela, no le tengo miedo a los truenos ni a las tormentas como ella, sin embargo, ese relámpago me tomo desprevenida.

— Solo me asuste con un trueno.— me excuse mientras caminaba un poco lejos de él. Me daba mucha ansiedad estar cerca de las personas con las que no tenía confianza, que se redondeaban a mi familia, a Víctor y Mari.

No tengo amigos, nunca los tuve porque tomé clases en casa toda mi vida. Desde pequeña mis padres dicen que no soy muy sociable así que decidí permanecer así.

Nunca había querido saber como entablar una conversación tanto como ahora. Quería preguntarle cosas a Max de su trabajo, y hasta de su vida. Se veía que era un chico que tenía mucho que contar.

Lo decía su mirada y su radiante personalidad. Víctor buscó algo de él mientras lo contrataban y me lo envió todo. Su cuenta de red social la escaneo casi por completo. Dicen que esa es tu carta de presentación cuando de la vida social se habla.

Yo no sabía nada de eso, porque no tengo ninguna red social.

Al parecer le gustaba jugar baloncesto y era uno de los mejores de la agencia para la que trabajaba. También fue de los mejores en la academia. Empezó a estudiar en la universidad, pero al parecer no la termino y se dedicó a su trabajo.

No habían fotos de novias o familiares como sus padres, lo que era muy extraño. Solo fotos de él sonriendo mayormente con amigos en lugares concurridos. Habían muchas fotos compartiendo con Gustavo y James.

Lo vi tomar una bocanada de aire y mirarme atento, esperando que yo dijera algo. Se me hizo demasiado extraño así que agache la cabeza y me atreví a hablar después de unos segundos. Tratando de pensar bien las palabras que iba a usar, estudiando cómo las diría y demás.

— Mañana iremos a mi galería a llevar unas pinturas.— dije y no me gustó como lo hice, yo no estaba acostumbrada a dar ordenes como mis padres.— Por favor.

No levante la cabeza a ver qué hacía, decidí buscar en el refrigerador algo de comer. Max seguía en silencio y yo sentía su mirada clavada en mi espalda.

SANO amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora