Capitulo 9

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Siempre me preocupaba que se llevara a Billie y no volviera más o que le hiciera daño. Leonard nunca fue un buen padre, ni siquiera conmigo, se la pasaba trabajando y antes de que naciera Billie mi madre y el tuvieron una pelea por su comportamiento ante la familia, luego se enteró que la estaba engañando con una presentadora del tiempo y tuvieron una gran pelea, la cual terminó mal.

Ya que mi madre salió gravemente lastimada por culpa de Leonard y casi pierde a Billie, fue un milagro que pudiera nacer siendo prematura y con eso tuvo problemas de salud.

Es su culpa el estado de Billie y aún así pidió el juicio para la custodia, me parece el colmo. Solo debo esperar a que cumpla los dieciochos, para que no lo vuelva a ver, pero falta mucho para eso.

—¿Que hiciste, te divertiste? —apreté su mejilla.

—Ni tanto, fue un poco aburrido. Me divierto más en contigo, en la escuela o leyendo —siguió comiendo si postre mientras balanceaba sus piernitas.

Mamá no dejaba de tomar fotos, siempre que podía lo hacía. Ahora tenía más tiempo, ya que participo en la producción de una película muy importante, que ha ganado mucha plata y reconocimiento ya que es de las grandes ligas, con esto está creciendo cada vez más y hay más presupuesto para el tratamiento de Billie y las cuentas.

—¿Y tú viste a Aida? —sus ojos grandes me asechaban.

—Si, pero parece algo enferma —se me salió y luego corregí —y tú, jovencita, deja de imaginar cosas, deberías estudiar más. ¿Terminaste el libro ya, cómo vas con eso? —alzó un pulgar.

—Ya casi lo termino. Deberías darle medicina, pobrecita —hizo un puchero.

—Tiene a su mamá, no debo hacer eso por ella —justifique, excusándome.

—Pero qué tal si la doctora está ocupada ayudando a los perritos, tú deberías ayudar a tu amiga, hay que ser buenos siempre con todos —terminó su bocadillo y salto de la silla alta, bajándose.

Tenía razón. Billie siempre me hacía dudar de todo lo que yo hacía, su forma de ver el mundo y pensar era muy diferente a la mía, esta niña seria muy inteligente en el futuro.

—Bien, ¿qué tal si jugamos a tu juego favorito y luego hacemos galletas?

—¡Si!, y le puedes llevar una mañana a Aida, para que se mejore. A mi siempre me pone feliz comer cosas dulces —se fue dando saltitos a la sala.

¿Por qué le interesaba tanto por Aida?, parece que se le metió a la cabeza y se quedó ahí, he traído a amigas a la casa, pero jamás se le daba la fiebre que tiene ahora con Aida.

Y aquí estaba, en la escuela con galletas y pastillas. Solo podía ver la cara de perrito de mi hermana, no me pude negar, no lo hacía por Aida, si no por mi hermana. A quien no podía mentirle, jamás lo había hecho y no sería la excepción hoy.

Durante el almuerzo no la vi en el comedor, así que en vez de ir a comer, me puse a buscarla. Luego de un rato la encontré en una mesa frente al campo, con unos audífonos y leyendo un libro.

Tendí el recipiente con las galletas y una bolsita con las pastillas.

Alzó la vista y retiró su diadema de audífonos.

—Son de parte de mi hermana —expliqué, mirando a otro lado.

Abrió la bolsa mirando las pastillas y el papel dentro, el cual explicaba para que era cada pastilla, ya que no sabíamos que tenía. Se tomó el tiempo de leerlo y luego guardo el papel, nuevamente. Miro el recipiente de galletas, por encima.

—¿Y esto es? —Su mirada me ponía inquieto.

—Se me escapó frente a ella, que estabas enferma y luego me convenció de traerte esto, si te molesta, no pasa nada —me apresuré a decir.

—No me molesta —no hubo expresión en su rostro, así que no supe si era o no sincera.

—Bien, eso es todo —di media vuelta sin esperar a que dijera algo más.

Me sorprendí cuando dijo que no le molestaba, fue un alivio, me dolería ver que el esfuerzo de mi hermanita fuera en vano.

No nos volvimos a hablar más ese día o el día siguiente.

—¡Jack!, te buscan en la puerta —Mi mama iba llegando.

Si fuera Isaac, debía dejarlo entrar sin avisar, nadie más sabía donde vivía yo ahora, ya que me he mudado mucho. A menos que...

Deje la libreta de Billie en la mesa y salí.

—Está jovencita dice ser tú amiga.

—Aida —fruncí el ceño, que hacía en mi casa tan tarde.

—¿Aida?, la chica de la que habla Billie, por Dios. Pasa, adelante —mi mamá era muy confianzuda, la tomó de la mano y la entro a la casa.

Dios mío sálvame.

—¡Aida! —el grito de Billie sonó en la casa, emocionante.

Cerré la puerta y entre también.

—¿Que haces, tarea? —Aida señaló los cuadernos.

Asintió —Jack me estaba ayudando, ¿te quedarás, cierto? —su carita emocionada era un dilema.

Aida me miro, extendiendo el recipiente.

—Vine a devolverles esto —lo recibí, dudoso.

¿Vino solo a eso?, pudo dármelo en la escuela, tramaba algo.

—¡Se quedará, cierto Jack! —ni siquiera fue una pregunta, ella sabía el poder que tenía en mi. Me encojo de hombros y ella aplaude —¿ya estás mejor?

—Si, muchas gracias. Las galletas estaban ricas. ¿Las hiciste tú? —se sentó a su lado.

—Las hice con Jack, obviamente yo lo hice todo, el era mi ayudante —levantó la cara, orgullosa.

Aida se río. Mi rostro dejó de sonreír, se acaba de reír de un chiste de mi hermanita, no me lo podía creer. Parecía normal, riendo y interesada por las cosas que decía mi hermana. Cómo si no fuera capaz de matar una mosca.

Fue muy linda con mi mamá y mi hermana todo el tiempo, ayudo a poner la mesa, ayudo a mi hermana a hacer las tareas. Incluso sonreía y nunca se quejó, nunca puso mala cara o apareció su rostro serio o cansado, incluso se veía linda y simpática. Verla actuar así, me hizo crear un escenario en donde ella era así realmente y no cruel.

Donde podía llegar a enamorarme de ella y dejar que formara parte de mi familia. Lo saque de mi cabeza.

Al terminar la cena, mi mamá no nos dejo ayudar con los platos. Acompañe a Aida al baño en la planta de arriba. Y espere a que saliera del baño, no me confiaba.

La tomo del antebrazo y la giro, estampando su cuerpo en la pared. Pero ella sonríe, fruncí el ceño.

—No las voy a lastimar, deja de estar a la defensiva —,actuó como siempre.

—No actúes así con mi familia, ¿quien te crees, para venir a hacerte la linda con ellas? Mientras que eres todo lo contrario allá afuera —por mi cuerpo corría sangre hirviendo.

—Tú rostro fue un dilema desde que llegue, quien sabe que pasará luego —Sonrió —Cruza tus dedos —se acercó a mi oído susurrando —bienvenido a mi lado oscuro.

Sonrió mirándome y se agacho, saliendo de mi agarre.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora