Capitulo 6

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Jack

Las malditas cuentas siempre llegan, siempre están. Billie tenía un corazón débil y aunque mamá y yo trabajáramos, a duras penas nos alcanzaba para lo esencial, mi papá, ni hablar, luego de tener un accidente piloteando un avión, le tomó pánico a subirse a uno. Termino siendo un maldito drogadicto en rehabilitación, con problemas de agresividad compulsiva, comenzó a llevar una mala vida antes de que Billie llegara, hizo muchas cosas malas en ese entonces. Que aunque ya hace dos años está sano, jamás lo perdonaremos. Tiene permitido ver a mi hermanita una vez al año, solo eso.

Así que soy responsable de mi hermanita y de mamá de cierto modo, jamás me quejé, solo desearía poder darles una mejor vida. Con el tiempo las deudas se fueron acumulando y al descubrir la enfermedad de mi hermana, hemos estado ahorrando para la operación, sin contar que estamos en la lista de espera. Nadie sabe cuándo estaremos arriba de esa lista.

Antes de ir a la casa de Aida, llegue al veterinario con mi hermanita, ya que a un perro lo habían arrollado y ella lo encontró.

—¿Estará bien? —pregunto, inflando sus mejillas pecosas.

—Lo estará, bien hecho al traerlo, pequeña —la enfermera le sonrió.

Billie fue con el perro que estaban vendado. Mientras me acerco a la señora de cabello chocolate.

—¿Cuanto será la cuenta? —trate de no sonar preocupado.

—Tranquilo, no les cobraré. Yo pagaré por sus gastos y esperaré a que alguien lo adopte —sonrió apretando mi brazo, amablemente.

Dios la bendiga señora. Es un ángel.

—Billie, no quiero decirte esto, pero no puedes recoger a cada animalito en la calle, se que estaba herido. Esta es la excepción —parque el auto en frente de la casa —pero no podemos regalar la plata, hermanita.

—Lo se, lo siento —estrujo sus manos.

—Yo también quisiera ayudar a todos, pero no podemos por ahora —me sinceré.

Me despedí y salí de camino a la cabaña de Aida. Ahora de día se veía todo más claro, está lejos de la ciudad, al llegar, pude apreciarla mejor. No era una casucha, era elegante, con puertas gigantes y ventanas grandes, yo sabía que la era una joyilla por dentro al igual que su casa. El dinero que le sobra a Aida, me falta a mi.

Toque el timbre y espere unos minutos.

—Llegaste niño bonito —la pelirroja abrió la puerta, con una mirada pícara.

La salude y entramos.

—¿Estás sola? —entonces pensé que solo sería ella enseñándome.

—No, ellos están hablando —llegamos al patio —Aida me pidió que te ayudara con lo esencial, por ahora —asentí y la seguí.

El patio trasero estaba rodeado de un muro, pero era grande y bien ambientado. Me imaginé a Billie corriendo por el, jugando.

—No entiendo por qué ella quiere que haga esto —vi como Gemma se recogía el cabello.

—Ella te salvo la vida y ahora se la debes, ¿así o más claro? —su cara era de burla.

Pero tenía razón, aunque no me convertiré en ella, jamás podría. Tengo una hermana y una mamá. No soy capaz de matar a alguien o torturar, ni cometer delitos, me dan pavor.

—Si me derrumbas ganas, solo así podrás luchar con Aida —se acercó a una distancia moderada.

—¿Por qué querría pelear con ella? —fruncí el ceño.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora