Capitulo 37

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Jack

Frió. Pasmado. Ojos secos. Corazón quieto. Rígido. Así permanecía el cuerpo de Josephine. Nadie se atrevió a acercarse tanto como para probar que estaba muerta, era más que obvio.

—Está persona no sabía más que estorbar, aquí no pasó nada —habló Jean, uno de los puros que más logre conocer y no fue una persona de mierda —,como siempre haciéndonos perder el tiempo.

Gracias a las personas que estaban del lado de Aida y de mi lado, porque no es que Josephine fuera querida por alguno aquí, todos sabían la clase de persona odiosa que podía llevar a ser, solo estaban con ella por mi.

—Tengo que confesar que me sentí ofendida cuando no me reconociste, Koala —Gemma apareció ofreciéndome un pañuelo para limpiar la sangre de mi cara.

—Lo siento —,confesé.

Recordé cuando tuve un encuentro con ella sin poder saber quien era.

—Así que no recuerdas nada, eh? —se acercó una chica con un color distinto en cada ojo y con el cabello café en algunas partes y blanco en otras, Lucía como una Gemma.

Aquella mujer atractiva que no podía reconocer me hablaba a mi.

—¿Me hablas a mi? —fruncí el ceño, se coló en mi mesa sin pedir permiso.

—Rudo, me gusta —ronroneo —.sabía que mi alumno era capaz de mucho.

¿De que habla?

—¿No estás muy joven como para enseñar? —,la repare. Y se echo a reír.

Su mirada felina me ponía incomodo, aquellos ojos de gatos listos para atacar, eran muy hipnotizantes, jamás había visto tanta peculiaridad en alguien, podía asustar, pero atrapar al mismo tiempo.

—Más te vale no traicionarnos especialmente a ella o te quemará y luego te hará bañarte en agua de sal —amenazo con una voz seductora, mientras sonreía —nos vemos, koalita —,cambió su semblante a una sonrisa amigable.

Esta loca.

—Deberíamos irnos —sugirió Gemma.

Salimos del lugar sin problema, esperamos en el auto mientras Aida y Gemma hablaban con un grupo pequeño de los Puros. Quise saber sobre qué.

—¿Que puedes darle tú? No creo que mucho —pregunto Fior, fanfarroneando desde el asiento del piloto.

—Lo que tú no puedes, que sienta, Porque no es una puta roca —lo mire con indiferencia —¿luego? Luego puedo darle el mundo en bandeja —hablé de más.

Yo se que no debía ponerme en esas.

—El que seas un puro no significa mucho —se burló —,veamos hasta donde llegas. ¿No crees que todos van a querer matarte cada que cierres los ojos o les des la espalda al caminar?

Lo sabía, pero me importa ya muy poco, tenía cosas más importantes que proteger que a mi mismo.

Tocaron el vidrio, era Jean, salí del auto.

—¿Estás bien? —nos alejamos del auto en dirección contraria a donde estaba Aida.

Asentí.

—Si necesitas algo me lo puedes pedir —confesó —,de hecho como eres hijo único y legítimo de Josephine, te pertenecen todas sus cosas.

—Pero no tengo su apellido —estaba confundido.

—Lo tienes, estás registrado con sus apellidos, por legitimidad eres el heredero de todo lo que alguna vez fue suyo —tocó mi hombro sonriendo amablemente —,no sientas presión, hijo.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora