Capituló 31

33 2 0
                                    

—¿Entonces decidiste matarla? —grite —¿quien mierda te crees que eres?

—¿De que hablas? —dejó sus papeles y se levantó del asiento.

Fingió no saber nada, mientras compartía conmigo.

—Es tu culpa, ¡maldita sea! Billie casi muere por tu culpa, Aida.

—¿Mi culpa? Yo la atropelle o iba con ella, cierto? —su semblante cambio, de una mala manera.

Yo no me quedaría atrás.

—Siempre fuiste esto, no es así? Jamás podrás llegar a ser la mitad de lo que yo soy —me acerque y lance sus papeles al suelo, con brusquedad.

—Y es que eres adivino ahora... —se quedan en silencio —tu padre iba al volante, drogado.

Recuerdo sus palabras claras.

—¿Y quien le dio dinero a cambio de hacerlo? Su vida ya estaba yéndose a la mierda —,la señalé.

—¿Acaso tienes pruebas? —se cruzó de brazos, luciendo aquella fuerza que no poseía.

—No. Pero tampoco tengo dudas —me di la vuelta saliendo de ahí.

Hace unas horas saliendo del gimnasio tuve un encuentro con mi progenitor, donde comenzamos a pelear y termino confesando todo acerca del accidente. Me tomó horas procesarlo y tratar de comprender la verdad.

Cualquiera podría decir cómo es que confíe en su palabra, sin preguntarle a Aida, pero a este punto se de lo que ella es capaz, se que estaba celosa de mi hermana, porque es la persona a la cual más amo en este mundo y en la que pienso la mayor parte del tiempo y no en Aida.

Yo sabía lo peligroso que podia llegar a ser amado por alguien como Aida, pero jamás temí, siempre quise estar más cerca de ella, jamás lo supe con certeza y ahora más que atracción sexual era algo más fuerte, sigo buscando el momento en el que se metió en mi corazón sin siquiera hacer mucho, eso es lo peor, maldita sea.

Empaque mis cosas, porque es claro que no me quedaría más aquí, ella solo sabe repartir daño y caos en mi vida.

—¿Te marchas? —estaba en la parte baja de las escaleras, esperando.

—¿Que te hizo pensar que me quedaría? Esta fue la gota que rebasó el vaso —,evite mirarla —por mucho que te quiera y aunque eso me convierta en un desquiciado, no me quedare contigo.

—Esa es tu verdad, no consideras mi versión y mi versión es que las cosas no fueron así, piensa lo que quieras —se aparto, abriéndome camino.

—¡Ah! Ahora resulta que te pondrás el papel de víctima, manipulándome con palabras —me detuve al llegar al final de las escaleras, dejando mi maleta a un lado —cuando tú eres la victimaria.

Ella resopló, indignada.

—Pero claro, siempre debes mantener una mentira, incluso cuando ya te descubrieron —repetí sus palabras, con odio.

Mirándola, mi sangre hervía, una nueva sensación de acumulaba en mi interior y por primera vez en mi vida no pude descifrarla.

—Si lo hice, fue porque tú me provocaste y lo sabes —me señaló —te dije que yo no dejo ir fácilmente, cuando lo quiero lo tengo, como sea y tú no eres la puta excepción —habló fuerte, acercándose peligrosamente a mi.

Mordí mi labio fuerte mientras apretaba mis párpados, conteniéndome.

—Eres una maldita desquiciada, si necesitas amor, ve primero a un espejo y habla contigo misma —me acerque susurrando a su oído —al final solo te quieres a ti misma —hice una pausa —.aunque si tuvieras amor propio no harías lo que tú hiciste.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora