Capitulo 13

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Me levanté de golpe, teniendo pesadillas, mire el cielo que amanecía ya. El fuego aún estaba vivo. Aida cabeceaba cruzada de brazos, sentada. Me senté en cuidado y me quite la chaqueta, poniéndosela.

Me quede haciendo guardia. Yo no sabía cómo reaccionar a todo lo que me acababa de decir hace unas horas. No podía creer que de tantas verdades que pude a ver imaginado, sería esta. Ella no tenía culpa y aunque no se le veía la intención de cambiar, porque le gustaba lo que era, hablaba de ello cómo si fuera lo más asombroso del mundo y estuviera orgullosa de ser parte de eso.

Ayer noté cómo le brillaban los ojos y su tono era animado. Tal vez no se dio cuenta. Igual yo no puedo cambiarla y no quiero hacerlo, eso sería un desgaste para ambos, ella pertenece a un mundo distinto y yo al normal, en primer lugar no deberíamos estar juntos.

El sol comenzó a salir, por el oeste, y ya todo era más claro, debían ser como las siente de la mañana. Tenía mucha sed y hambre.

—Deberíamos irnos ya —no noté cuando se levantó y echo tierra al poco fuego que quedaba —busquemos un rio, para tomar agua.

Nos pusimos en marcha y la lengua me picaba por hacerle preguntas. Ya estaba cansado, no tenía la misma energía de ayer, aparte de que no habíamos comido ni bebido nada, desde hace tiempo ya. Mi teléfono no prendía y Aida no tenía el suyo.

Debíamos salir de estas solos.

—¡Agua!, ¡es agua, lo oyes! —me emocione y comencé a correr hacia el sonido de agua bajando como cascada.

Llegue corriendo y con mis manos tome agua, como si nunca lo hubiera hecho, era mejor de lo que recuerdo, era gloria. Luego de tomar agua ya estábamos un poco mejor, aunque hacía mucha hambre.

—¿Que haces? —sacó su navaja y cortó uno de los bolsillos de su pantalón con ella.

Por un momento pensé, ya me va a matar para desayunar ella. Mojo el trapo y se acercó a mi. Retrocedí y tomó mi mandíbula con fuerza acercándome, deje de espabilar y tal vez de respirar y mis nervios se dispararon.

Me relaje al sentir el trapo en mi cabeza, limpiaba y metía el pañuelo en el agua exprimiéndolo, mientras la sangre salía. No me haría nada malo, aún.

—Deja de mirarme así —Apretó el trapo en mi frente y arrugue la cara.

—¿Por que me ayudaste aquella vez y sigues haciéndolo? No creo que tú naturaleza sea la gentileza o si? —no aguante y comencé.

Termino y lavo el trapo, luego lo rompió en dos con el cuchillo, quedando una tira algo delgada y las amarro entre sí, para luego amarrarla en mi brazo, apretándolo.

—Realmente no soy así, pero tenías esa mirada fastidiosa —me miro sin reírse y no supe que decir —tus ojos, cambian de color dependiendo tus hormonas o el día. Justo como los de el —se lavó las manos y la cara en el agua.

—¿De quien? —trate de buscar sus ojos.

—Mi padre —contuve la respiración —deberías lavarte, pareces un animalito perdido —salpico mucha agua sobre mi.

Me quede paralizado, estábamos hablando de sus papá, que mis ojos eran parecido a los suyos y por eso me salvó, yo se que ella no vive con su papá. Pero ahora está queriendo jugar conmigo como si fuera la más normal del mundo, en una escuela.

Tome agua y la moje por instinto y me arrepentí enseguida, cerró sus ojos y sentí que contuvo la respiración. Ahora si estoy muerto. Me levanté enseguida.

—Lo siento, no quería hacerlo en serio —retrocedí.

Se levantó avanzando a mi, Dios mío sentí miedo, estábamos en un busque, nadie podría ayudarme y si debía ser quien era, con tata fuerza y habilidades especiales, yo ya estaría muerto.

—Ah, si? En serio? —sonrió, juguetona. Y asentí, parecía un gato, yendo por su presa —ven aquí —negué rápidamente y se rio fuertemente.

No se de donde salió el impulso, pero terminamos luchado y caímos al agua juntos, ya mojados, seguíamos lanzando más y más agua sobre nosotros a guerra. Tome sus dos manos con una mía y apreté sus cachetes con la otra. Se veía muy tierna, aún sonreía. Quise besarla. Alejé mis manos de ella y me separé un paso. Aún no sabía cómo podía reaccionar a dichas muestras de afecto lo situaciones.

—¿No me tienes miedo? —miro mi rostro, buscando algo, negué —podría matarte aquí mismo y nadie sabría —baje mi mirada, para verla, ya que era centímetros mas pequeña que yo.

Se acercó mucho a mi, sentí su cuerpo pegado al mío, pero no retrocedí. En el fondo lo que más quería era tenerla así de cerca. Mi lenguaje corporal era muy obvio con ella, siempre lo fue. Siempre fuimos como un imán, desde la noche del club, cuando la vi, no fue su cuerpo o como iba vestida o maquillada, fue ella, ella en realidad, su aura, ella me atraía y lo sabía.

Tal vez no fui el único y media discoteca se sentía así, es el efecto que causa Aida.

—¿Si no tienes miedo, por que no luchas y tratar de escapar de mi, de todo esto? Dudo que te guste, —mechones de su cabello chocolate estaba pegado a sus cara y me tenté a quitarlos —¿que es lo que quieres o esperas hacer? Jack.

—Quiero besarte —mire sus ojos chocolates, esperando un golpe —desesperadamente.

—¿Solo eso? —se burló, sonriendo coqueta.

Ella sabía lo que hacía y cómo lo hacía, no siempre era así y cuando actuaba o decía cosas así me emocionaba, no sabía el por qué.

—Ni te imaginas —lamí mis labios.

—Querer no es poder, Jack —me sermoneó, chasqueando la lengua.

Juro que quise tomarla por el cuello y hacerlo, pero no haría algo que ella no quisiera. No, si no me daba luz verde. Algo salpicó y mire a un lado, era un pez. Nos vimos, pensamos lo mismo, ya teníamos el desayuno resuelto.

Pero ese pez no se dejaba coger. Tratamos y nada, seguía ahí mismo dando vueltas esquivándonos.

—¡Quítate la camisa! —me gritó ya arta y pensé si debía hacerlo o no —¡si se escapa, te comeré a ti Jack, ahora! —me la quite rápido y se la pase.

Mi barriga sintió una punzada al escuchar que me comería, eso lo interpreté como no debía y luego me regañe a mi mismo mentalmente. Tomamos cada uno un extremo y fuimos por el pez cuidadosamente, hasta que al fin logramos agarrar el pez y encerrarlo en la camisa, amarrándola. Cayendo al suelo, ambos.

—¡Lo atrapamos! —la mire desde arriba.

Estaba encima de ella, el agua nos cubría la mitad del cuerpo. El trabajar tan duro por el pez la tenía jadeando por lo bajo con la boca abierta, me fue imposible no fijarme en sus labios rosados y esa argolla que lo adornaba a un lado.

Hasta que su sonrisa apareció en ellos, y la mire a los ojos.

—Pídelo o tómalo, no te quedes esperando a que lleguen las cosas en bandeja —y ahí estaba.

La luz verde.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora