Capitulo 32

39 2 0
                                    

Un pitido no dejaba de sonar en mis oídos, acune mi cabeza con mis manos, tratando de aliviar el dolor. Lentamente al abrir mis ojos remote los recuerdos de hace poco, pero ya no estaba en la casa, estaba en una habitación blanca hasta no poder mas. Me senté en la cama, tratando de recordar algo las pero se me era imposible.

Debía salir de aquí y cuando menos me lo esperaba la puerta se abrió. Dejando a la vista una mujer alta, de cabello castaño y ojos azulados con algo de verde en ellos, lucia pulcra, demasiado, junto con tres hombres a su lado, invadieron el espacio.

—Es un gusto por fin conocerte, Jack —sonrió de oreja a oreja, de la manera más fascinante posible.

No lo creo, yo no podría decir lo mismo, no sabía quién era y no creo que quiera saberlo.

—¿Deberíamos tomar un té o comer?, ¿que te apetece? —se acercó, dejando resonar sus tacones por la sala —tendremos una charla muy larga.

Aida

Malditos puros, lo sabia.

Quisiera decir que no saben el lo que se están metiendo ni con quien, pero me equivocaría y yo muy pocas veces lo hago, porque en este caso, yo me metí donde y con quien no debía, pero no me arrepiento.

Recuerdo perfectamente estas salas, sabía con certeza dónde me encontraba, esta maldita prisión era un dejavú constante en mi vida, lo odiaba, me hacía sentir como un animal, justo como un perro rabioso siendo encerrado.

Tantas fueron mis ganas de escapar de aquí y ahora volví a aquella celda y claro, estaba amarrada, con lo agresiva que sabían que era y lo capaz que soy, no me dejarían a la deriva por las instalaciones.

—Sabes que ni con toda tu fuerza puedes romperlas, solo te hará más débil —,aquella voz.

No me moleste en ver aquella persona.

—¿Que quieres ahora?, ¿ya llegó el momento de usarme como arma? —mis palmas ardían de tanto enterrar mis uñas en ellas.

Bufo— deja de ser ridícula, aún no estás lista y ese es el problema —,el ruido de sus zapatos más cerca me ponía ansiosa —¿cómo pudiste ser menos que el? ¿Tú?, yo jamás me equivoco, jamás pierdo mi tiempo.

Lo sabía, demasiado bien. Apuraba todo, presionaba para que las cosas fueran más rápidas de lo normal, jamás le importo las consecuencias, ni el dolor o sentido común, eso es lo que significa ser un puro.

—Así que ahora... tendrás que enfrentarte a el —,tomó mi mandíbula, ejerciendo mucha presión —más te vale hacerlo trizas o yo te mataré con mis propias manos, entiendes, hija?

Puff, ¿hija? Esa palabra le queda grande en esa boca sucia.

—Jamás fui tú hija, Rodrick —lo mire con rabia y disgusto.

Su risa resonó en toda la habitación. A rastras me bañaron y vistieron unas señoras, claro, estaba sedada por alguna mierda, no podía hacer nada, lo odiaba, era igual a como lo recordaba, me llevaron a una gran sala y me amarraron a ella, no sabía que pasaba, todo era muy raro, habían muchos escoltas, un banquete se daría en esta gran mesa. Todos se movían, esperando la llegada de algo importante, yo solo pensaba en donde podría estar Jack, maldición debí estar más alerta, ese raton está rodeado de gatos hambrientos.

—Espero no me decepciones, debes tener un plan oculto, así como espero que seas la Aida que cree —mi progenitor tomó asiento a mi lado, solo que el estaba sin ataduras.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora