Pecado culposo

Capitulo 36

Jack

Fui llevado a una sala elegante donde aquella mujer me confesó una serie de atrocidades las cuales no creo al inicio claro esta. Parecía estar más chiflada que la propia Gemma. Acepte ir sin protestar, me prometió que vería pronto a Aida y no podía pelear con gente tan poderosa, podía ser descuartizado en segundos.

—Así que luego de todo, ya sabes gran parte de la historia, iré al grano —,se inclinó en la mesa hacia mi —.Eres un puro Jack.

Tonterías jamás había escuchado tanta mentira en una frase. Eso era imposible, yo jamás podría llegar a ser como ellos, o si? No. Yo tengo una vida, aquello que me acaba de revelar es insensato.

"Tu hermana no es Billie, ni tú verdadera mamá es Emilia"

¿Cómo es posible que toda mi vida haya estado viviendo en una mentira? No te lo creo. No quería creerlo.

—Reclamarás lo que te pertenece, no necesitas trabajar o esforzarte mucho por lo que quieras de ahora en adelante, siempre lo has tenido todo —sonrió nostálgica.

Y una mierda.

—Tienes razón, siempre lo he tenido todo —me levanté de la silla —,no necesito lo que me ofreces ahora, gracias.

Su risa retumbó en toda la sala y me gire.

—Crees que puedes hacer lo que quieras, yo te cree y yo misma te transformaré a mi antojo y semejanza —llamo a aquellos hombres y fueron hacia mi —te niegas a entenderlo ahora, pero pronto me agradecerás.

Evitó que me atrapen, golpeó a uno de ellos haciendo retroceder, un golpe fuerte llega a mi mandíbula y me hace perder el equilibro por unos segundos otro tipo me sostiene desde atrás, impidiendo que me mueva.

—¡Mierda, no puedes hacer esto! —forcejeo, mirándola con odio.

—Mírame hacerlo, Jack —.se levantó de la silla y fue hacia mi —¿debería cambiarte de nombre también? No me gusta mucho el que te dio ella.

Escupió con desarrollo el "ella" la mataría si se atrevía a hacerles algo a mi familia.

Todo se nublo en cuestión de segundos, al despertarme estaba en una silla amordazado, aquel olor a químico fuerte me despertó, la luz era mucha para mi vista, podría cegarme.

A mi alrededor no había nadie, aún. Hasta que la puerta se abrió de par en par y entraron personas con batas.

—Bien, comencemos —hablo uno de ellos, tenían tapabocas así que no los vi.

—¿Estás seguro de los efectos secundarios? —,se pregunta una chica —.¿no nos atacará o si?

No entendía de que hablaban, pero tampoco podía preguntar, mi cuerpo se sentía débil de tanto luchar contra las ataduras, de mi boca no salía palabras, ya que tenía un trapo en ella, el cual estaba empapado de saliva y me dificultaba tragar, sentí asco.

—Se gentil y nosotros lo seremos contigo —aquel doctor tomó mi brazo —preparado.

Uno de ellos le pasó una jeringa con líquido verde, me removí en mi limitado campo, rehusado a que me inyectaran cualquier cosa que fuera eso.

No importo, de igual manera lo hizo y dolió cinco veces lo que duele una aguja normal, esta era gruesa y grande, el líquido entró caliente y espeso por mi piel, un hormigueo recordó mi cuerpo erizándome, emperece a sudar en cuestión de segundos miles de litros de agua, mi cabeza zumbaba, mis manos picaban, mi boca se agrió y mis ojos lloraban de dolor.

Ardía como la mierda, jamás había experimentado tanto dolor en mi como ahora. No podía ver claro, mi visión se tornó roja y sentí cómo sangraban mis ojos y oídos y luego todos se tornó negro, deje de gritar.