Capituló 11

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Jack

Y aquí está, pidiéndole respuestas. Todas. No pude descansar, mi cabeza pesaba. Quería saberlo todo o casi todo, debía saberlo, algo dentro de mi, me decía que tenía el derecho a preguntar y tendría las respuestas.

No supe interpretar su sonrisa, como cosa rara, no la logró descifrar aún. Era como una clase de misterio que quería seguir.

—¿Toda? —sonrió dulcemente, acercándose a mi —asentí —no quiero.

Se devolvió a su estado normal y quede como un bobo espabilando varias veces.

—¿Por que no? —quise saber aún más.

—No eres de confiar y que ganaría yo diciéndotelo todo. Saldría perdiendo —tomó sus cosas y las guardo en la maleta, levantándose.

Su jean siendo algo ancho, me dejaban ver lo grandes que eran, sus piernas y glúteos, trague. Por otro lado llevaba una de esos sacos que tiene corredera en el centro y eran algo largos y anchos.

—¿Si logró ganarte en una pelea me dirías todo? —detuvo su caminata y se giró.

—¿Aún crees que podrías ganarme, enserio? —sonrió y sentí mi cara arder.

—Lo haré —jamás estaba tan decidido en mi vida como justo ahora.

—Bien —hizo señas con la cabeza para que la siguiera.

No podía creerlo, estaba diciendo que la iba a vencer si o si y no tenía miedo. Páramos en un semáforo y la vi sacar su teléfono escribiéndole a alguien, me dieron ganas de preguntar, pero no tenía derecho y ella jamás me lo diría, me puse a ver pasar los carros y quise que alguien me sacara de este embrollo en el que me metí.

Seguro le aviso a sus amigos para que fueran a ver cómo me dejaba en el piso, ridículamente.

Tomamos otro camino que nos sacaba del centro de la ciudad.

—¿A donde vamos, por que tomaste este camino? —la mire.

Ella fácilmente podía secuestrarme y matarme.

—Ya has estado ahí antes —recordé y recuerdo haber ido a la casa caballa la primera vez.

De repente el carro fue chocado por la parte de atrás, que si no hubiéramos tenido los cinturones abríamos salido disparados. Cerré los ojos tan fuerte.

—¿Estás bien? —Aida palmeó mi hombro y abrí lo tan ojos asintiendo —agárrate fuerte.

Trato de re dirigir el carro para perderlos, pero en el camino sentimos otro golpe más fuerte el cual hizo que el carro saliera disparado por el aire.
Vi mi vida pasar frente a mis ojos, por segundos. Sentía cada golpe de auto con la caída a bajo de la montaña. La vía ya no estaba y todo se veía tan borroso y rápido. Yo no paraba de maldecir. Hasta que me quede en shock y me dormí.

—¡Jack! ¡Jack! Despierta ya —una voz me sacudía, trayéndome a la realidad. Desde el otro lado del carro.

Abrió la puerta y me saco sin mucho esfuerzo. Quede tendido en el piso, mientras la veía desde arriba, el cielo adornaba su presencia.

—¿Aida, donde estamos? —mi cabeza latía.

—No lo sé, pero debemos irnos antes de que nos encuentren y nos maten —mis nervios estaban de puntas.

—¿Nos van a matar?, ¿Son los tipos de la vez pasada? —tomó mi brazo y me ayudo a levantarme.

—Probablemente, camina rápido pero mejor corre —me miro de arriba abajo. Identificando si estaba muy mal  —vas a querer morir cuando te atrapen.

Le hice caso y comenzamos a correr en el bosque cuando escuchamos las voces de aquellos que nos atacaron. Jamás vi a una chica correr tan rápido y con agilidad sin hacer tanto ruido.

Paro y tomó mi brazo, agachándonos. Sentía el corazón en el pescuezo. Y no dejaba de jadear. Me hizo señas de que me mantuviera callado. Miro enzima de mi y luego sentí calor. Tanto calor, jamás me había pasado antes.

Sentí sus brazos sobre mi, abrazándome fuerte. Su aroma llegó a mi, era tan embriagador. No parecía usar perfume, y aún así olía tan bien, quería que siguiera abrazándome y yo abrazarla, pero estaba en shock.

—Si te mueves estamos muertos —sentí sus labios en mi oreja susurrando y juro que me derretí.

Jamás en mi vida había sentido tanto en tan poco tiempo. Jamás. Pero todo era nuevo con Aida, siempre me desestabilizaba con cualquiera cosa. Mi corazón ahora corría más rápido y no por estar cansado. Escuché ruidos de las hojas crujir y cerré los ojos, temiendo que si los abría nos encontrarían.

Luego de un rato no los escuché más, pero no quería que Aida se separara, tarde porque ya lo estaba haciendo. Se quito su chaqueta y me comencé a hacer películas.

—Póntela —me tendió su chaqueta —no hagas preguntas, póntela.

No hice preguntas y me la puse, me quedaba bien, justa, pero cómoda. Su olor seguía ahí.

Seguimos caminando pendiente a todo, yo la seguía sin preguntar. Se estaba haciendo de noche y debíamos descansar, no habíamos hecho más que caminar y caminar. Nos quedamos en donde Aida pensó que era más seguro. Comencé a juntar ramas para hacer una fogata, mientras Aida se encargaba de revisar alrededor, era el bosque, pronto se tornaría todo oscuro y nos daría frío.

—¿Que haces? —Aida pregunta, llegando a mi.

—Una fogata, nos congelaremos —sigo tratando de crear fuego entre las ramas y luego con las piedras.

Pero era inútil solo salían pequeñas chispas y nada más, los brazos me dolían.

Siento su mirada aún.

—Es inútil. Déjalo —dice finalmente.

—Ah Si?, pues si me ayudaras ya hubiésemos tenido fuego —respondí furioso, más que todo frustrado.

Siento que se agacha a mi lado y saca una yesquera, encendiendo la paja y la madera. La miro estupefacto, no me lo podía creer.

—No me jodas, lo tenías todo este tiempo? —la miro sorprendido —ella asiente, sin más —¡¿por que no dijiste nada?!

—Estabas decidido a hacerlo —se encogió de hombros.

—¡Quede como un idiota! —le reproche.

—Deja de quejarte tanto, es molesto, Jack —se sentó frente al fuego y no dije nada.

Ya se escuchaba los grillos cantar y el frío era más pesado. Aunque estábamos frente al fuego, pensé que Aida podría tener frío, me dio su chaqueta. Se la tendí, pero la rechazó.

—Solo tómala, debes tener frió yo tango la mía —con mi hoodie era suficiente —deja de ser terca.

—Tú deja de ser tan terco y póntela —su mirada me hizo erizar la piel —no tengo frió, no puedo sentir la mitad de lo que tú si.

Fruncí el ceño.

—¿A que te refieres? ¿Cómo un humano no siente las mismas sensaciones que otro, es una ridiculez, sabias? —bufé, pero no se rio de vuelta —espera no me cangas ahora con que no eres humana —trate de resolver el incómodo silencio, pero solo empeoro.

¿Que quiere decir con eso? Dios mío, todas las posibilidades pasaron por mi cabeza, pero jamás me hubiera imaginado, lo que me dijo. Jamás ni en un millón de años. Hubiera preferido que fuera un alienígena o de otro universo o un superhéroe súper dotado de nacimiento, con poderes sanadores o alguna mierda así. No la horrible historia que me contó.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora