Capituló 26

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Pase los meses con un amargo en mi corazón. Yo pensé que podía hacerla ver las cosas diferentes, tal vez como yo las veía, pero en primer lugar ella jamás me dejó entrar a su corazón ni se abrió a mi. Yo supuse todo solo, ella jamás me dijo que lo haría, no me dio luz verde solo me prometió un mundo en el cual no había lo que quería mostrarle.

Pensé mucho en ese tiempo, a solas. Desee muchas cosas y entendí otro par de ellas:

Ojalá te enamores de mi.

Era lo único que pensaba, ojalá tus sentimientos despierten y sientas lo que yo siento por ti.

Una parte de mi dice inténtalo y la otra dice no seas idiota jamás serán más que lo que son ahora y me dolió aquel pensamiento, porque me di cuenta que quería protegerla y tenerla solo para mi.

Lo que siento por ella no es apuesto al amor, pero no es cercano al amor tampoco.

Me odie, por quererla aún sabiendo lo terrible que puede llegar a ser, pero la odie por no querer salir de ahí. Por disfrutar de lo que hace.

Ahora estaba cagado del miedo. Aida ya no me miraba cómo antes, su mirada era diferente y no supe diferenciarla. Odiaba eso.

Escribió algo en su teléfono y se alejó del cuerpo, lleva guantes. Cuando se acercó a mi, retrocedí los mismos pasos y ella, se detuvo.

—Deberías irte a casa —soltó, seco.

Hace meses que no hablamos ni nos vemos y es lo primero que dice, no esperaba menos. Estaba en shock, quería irme, pero no dejaba de ver la sangre que pintaba cada vez más el suelo.

—¡Jack!, ¡Jack, joder! —sentí como me sacudía y desperté.

—Aléjate, no me toques —quite sus manos de mi.

Su mirada detonó algo de preocupación, pero me importó poco.

—Puede irse jefa, yo me encargaré —dijo un hombre fortachón que venía acompañado de dos más.

—¿Jefa? —salió un susurro de mis labios.

Aida respiro hondo y miro a todos lados.

—Vamos, te llevo a casa —me tomó de la mano y me arrastro.

No sabía que le pasaba a mi cuerpo, estaba en shock, pero ¿por qué?, si yo vi antes como mataban a otras personas, si yo participé en algún momento también.

Tal vez sea porque vi a alguien que me importa matar. Tal vez solo eso o tal vez soy más débil.

Me metió a su auto y me puso el cinturón de seguridad, cuando íbamos a plena carretera, reaccione.

—Para el auto.

—Jack, no estás bien...

—¡Para el puto auto, Aida! —,grite mirándola —¿o debería decir Regina Rodelo?, tal vez así entiendes.

Paró el auto en la cera. Mordió su labio evitándome.

—Claro, pero te ofendes y el mentiroso soy yo —le recordé sus palabras —jamás debí hablarte en esa maldita discoteca o seguir viéndote.

Me miro y temí no poder sostenerle la mirada de la misma manera. Me dolía.

—Yo se que jamás signifique algo para ti, como tú lo fuiste para mi —comencé a hablar —¿pero en serio? Me hiciste ver cómo un idiota que no sabe nada.

Pecado culposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora