1

74 5 7
                                    

El primer amor es algo único y fantástico que nunca se olvida. No importa la edad en que llegue, todos sentimos lo mismo, que el mundo es perfecto y vivimos en un cuento de hadas donde nada ni nadie puede bajarnos de la nube en la que flotamos. Y no importa cuánto tiempo pase, seguiremos recordando a esa persona con cariño, o en muchos casos, con mucho dolor.

Tenía doce años y creía estar enamorada, principalmente, porque era la primera vez que experimentaba esa clase de sentir tan extraño en mi pecho cada vez que lo veía. Se llamaba Nicholas. Era alto, de tez clara y cabello oscuro un poco largo. Me recordaba a uno de esos personajes de series o libros, acusados de un crimen por hallarse en el lugar incorrecto y por supuesto, por su apariencia tan misteriosa.

Lo conocí en clases de historia cuando nos unieron como grupo para realizar un trabajo de investigación acerca de derecho romano. El tema no me interesaba en lo absoluto y no terminaba de comprender la información, a diferencia suya que parecía estar empapado de esta.

—¿Cómo sabes tanto? —pregunté algo frustrada

—Mi papá es abogado así que entiendo algunas de las palabras que dicen aquí—señaló la computadora

—Bien, si algún día eres abogado ya tengo quién me saque de la cárcel—dije tratando de romper el hielo

Fingió una sonrisa incómoda y continuó buscando información mientras yo resaltaba los temas a investigar en el libro de historia.

Aunque era la primera vez que conversábamos parecía que yo no le agradaba del todo, o tal vez mi broma fue muy cliché. De todas maneras, esto no fue problema para terminar la tarea y entregarla a tiempo. Después de esta, al ya no ser desconocidos como antes, pero tampoco amigos, se nos hizo frecuente cruzarnos en el pasillo y algunas clases por lo que nos limitábamos a saludarnos casualmente.

Fue entonces que se me hizo costumbre contemplarlo de lejos y analizar su comportamiento, como si se tratara de una especie desconocida. Me agradaba observar a las personas y su conducta, era y es como una pequeña obsesión mía. Ahora me doy cuenta solo se trataba de mi cabeza intentando de descifrar a las personas, cosa que me es muy útil para lo que me dedico ahora.

Empero no contaba con que por mirarlo tanto terminaría agradándome más de lo debido. Al inicio negué sentirme de esa manera porque no quería ser la típica chica enamorada del "inalcanzable", pero terminé por aceptarlo cuando comenzó a hablarme más seguido.

Empezó con temas simples hasta tener mi confianza, al punto de poder hacer bromas tontas o mandarnos mensajes de texto cada vez que uno de los dos se sentía aburrido. Lo que me hizo pensar que tal vez el sentía lo mismo que yo y no era solo una ilusión lo que estaba sucediendo, pero... Un día comenzó a preguntarme por mi mejor amiga Karina, cosas simples, como si quisiera conocer más acerca de mis amigos, el problema era que solo preguntaba por ella.

Sin ganas, pero muy consciente, entendí que era un malentendido por mi parte, aunque éramos amigos el no sentía lo mismo que yo. A él le interesaba Karina. Y ¿a quién no? Ella era muy agradable y agraciada, amiga de todos, algo así como la chica perfecta. A diferencia mía, poco sociable y de gustos extraños con la que pocos querían relacionarse.

A pesar de hacer lo posible por no hablar de Nicholas con Karina, especialmente para evitar que supiera de mis sentimientos por él, terminé por presentarlos y eventualmente empezaron a salir juntos.

Siendo yo, la confidente de ambos tenía el poder absoluto en su relación, podía hacer lo que quisiera, pero sabía de qué, si terminaban por algún malentendido a causa mía, mis ínfimas posibilidades de comenzar algo con Nicholas en el futuro serían nulas. Porque si, aun guardaba la esperanza de que se fijara en mí y me negaba a aceptar que aquello no sería posible.

Por eso traté de cambiar, principalmente a tratar de ser más sociable y parecer alguien con quién fuese divertido pasar el tiempo. No me llené de amigos, pero al menos conseguí unos cuantos con quienes hablar y no sentirme tan sola ahora que Karina pasaba la mayor parte de su tiempo con Nicholas.

Mientras tanto, pasaron cuatro meses en los que sentí como Karina dejaba de contarme cosas y parecía cada vez más distante. Paró de contarme acerca de sus citas y lo maravilloso que era estar enamorada y me daba a entender que ya no confiaba en mí para guardar sus secretos ni conversar como lo hacíamos antes.

Por otro lado, Nicholas comenzaba a charlar más tiempo conmigo, haciendo de nuestras conversaciones interminables, pasando por todos los temas posibles. Fue que nuevamente mi mente creyó que se trataba de una conexión especial entre los dos haciéndome creer que era amor, que por fin Nicholas se había dado cuenta de lo que sentía por mí, pero no sabía cómo decirle a Karina que había cometido un error. Quería creer que era cierto, pero debía esforzarme por mantenerme cuerda. No era posible que aquello fuera real hasta que llegó mi cumpleaños...

Por la fecha especial decidí invitar a los pocos amigos que había ganado en los últimos meses, y por supuesto a Nicholas y Karina, a mi casa para ver algunas películas mientras comíamos pizza y pop corn.

La fiesta fue divertida mientras duró, pero como no éramos muchos, al final del día quedamos tan solo mis dos mejores amigos y yo. El ambiente se puso algo tenso, pero supuse se trataba tan solo de un mal tercio, por eso propuse distraernos con algunos juegos de video hasta que llegaron los padres de Karina, quien se despidió de nosotros y se fue acompañada por mi madre.

Inmediatamente después, el silencio invadió la habitación, dejándonos sin saber de qué hablar a pesar de ser tan buenos amigos, pero continuamos con la mirada pegada a la pantalla del televisor como si el juego no estuviese en pausa.

—¿Magenta, puedo hablar contigo? — dijo Nicholas algo nervioso al cabo de un rato

—Claro ¿qué pasa? —pregunté intrigada

—Es solo que... —comenzó a decir con voz suave mirándome directo a los ojos

Me quedé en silencio sin entender lo que estaba sucediendo, cuando empecé a sentir su respiración y el delicioso aroma de su perfume cuando comenzó a acercarse a mi.

Había imaginado tanto este momento, pero jamás pensé llegara a suceder, era imposible, debía estar soñando.

Dudé de quitármelo de encima o permitir que se acercara más, después de todo, estaba disfrutando de aquello y podía jurar nuestra complicidad era palpable.

Así que me dejé llevar por la emoción y sucedió, juntó sus labios con los míos sujetándome el rostro con la mano derecha. Era mi primer beso, la primera vez que tenía tanta intimidad con alguien y había sido perfecto porque fue con Nicholas, la única persona con quien deseaba sucediera.

No pasó de la manera fantasiosa en que creía, aunque sí que sentí las mariposas que anhelaba. Pero algo debía suceder para dañar el momento más feliz de mi vida y es que Karina había olvidado su bolso en el sillón y nos encontró en la escena.

—Permiso—comentó acercándose—supongo que es el final—, miró a Nicholas— felicidades—soltó entre dientes y se fue

Me alejé de Nicholas y evité verlo a los ojos, quería besarlo nuevamente pero no podía, más bien, no debía, había traicionado a mi amiga, a mi mejor amiga, a quien había confiado en mí y...

Ahora todo tenía sentido, ella ya lo sabía, sabía que a mí me gustaba Nicholas o al menos lo sospechaba y por eso se había alejado tanto de mi o ¿acaso era que Nicholas había dicho algo?

Pasaron los días y no hablamos de aquello, en verdad estaba destruida, ni siquiera podía pensar en lo hermoso de aquel momento por lo triste que estaba de haber arruinado una amistad tan valiosa, todo por un chico.

Sólo quería que todo volviera a la normalidad, sin embargo, a pesar de todos mis esfuerzos, Karina no me dirigía palabra alguna ni mucho menos respondía mis mensajes, mientras que con Nicholas era todo lo contrario, no hablábamos del beso, pero conversábamos cada tarde después de clases, casi tan a menudo como cuando empezamos nuestra amistad.

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora