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Llegamos al restaurante, bajé de la limusina y ayudé a mi prometida a salir de esta, seguidamente, solo por amabilidad le tendí la mano a Magenta y cerré la puerta.

No tardamos en llegar al establecimiento cuando sentimos flashes de luz a nuestras espaldas, estaban aquí. No era para menos, era año nuevo y nos hallábamos en uno de los lugares más concurridos de la ciudad. Tomé aire y pregunté por nuestra reservación, nos llevaron al interior del restaurante para instalamos en nuestra mesa.

Nos entregaron la carta e inmediatamente busqué la sección para vegetarianos al igual que Nana. Pero me fijé en un detalle que no había pensado antes. No conocía a Magenta, pero era muy probable que si comiese carne. Un detalle que me puso a pensar, si los hábitos alimenticios de Nana fuesen diferentes a los míos ¿podría salir con ella? Había pasado por alto el hecho que bebiese alcohol, pues en realidad solo lo hacía socialmente y nunca la había visto abusar de estas sustancias, pero ¿y si no fuera así?

—Pide lo que desees—dije saliendo de mi ensimismamiento—no estás obligada a pedir lo mismo que nosotros

—Ah—soltó Magenta nerviosa—gracias—, se quedó en silencio revisando la carta—¿por qué no mejor me recomiendan algo? —preguntó al cabo de unos segundos— Nunca he venido y no creo sea apropiado comer algo que pueda incomodarlos

Sonreí, no me esperaba en absoluto una respuesta como esa, era la primera vez que salía con ella y esa actitud tan asertiva me resultaba adorable.

—Asumo que te gustan las hamburguesas—dijo Nana con cierto desdén—por lo que creo una hamburguesa de lentejas sería apropiada—comentó

—Claro, está bien—sonrió bajando la mirada

—Y para beber...—empezó nuevamente.

No conocía ese lado de Nana, se mostraba hostil, como si compitiera por un premio, no podía imaginarme lo fuera de lugar que podría sentirse Magenta. Tal vez me había equivocado y presentarlas no era buena idea, pero definitivamente acabaría con los rumores y eso era lo que importaba.

Fue entonces que caí en cuenta, todo este tiempo me había comportado como un patán con ella, por momentos era amable y cuando sentía quería alejarme, reaccionaba como un idiota. Tal vez fui yo quien empezó todo esto, si no la hubiera tratado mal en la fiesta de "Minimal", David no me hubiese obligado a enviarle disculpas y posteriormente no la habría besado en el concierto, ni existiría esa foto del callejón. Ahora estaría en casa tranquilo leyendo algún libro o escribiendo música, aunque siendo realistas seguiría en aquel restaurante, pero sin Magenta. A Nana le gustaba festejar en grande y año nuevo era una fecha que no podía saltarse.

Llegó el mesero e hicimos nuestro pedido, traté de mantener la conversación calmada, pero no me fue posible. El ambiente era tenso y Nana parecía haber soltado sus demonios sobre Magenta, lo peor fue que lo hacía de una manera tan casual y camuflada de amabilidad que realmente no había mucho por hacer. Por otro lado, Magenta solo sonreía y respondía a sus preguntas con calma. O no le importaban los ataques o posiblemente era mejor actriz de lo que pensaba.

—Bien—dije tratando de parar tanta hostilidad—todo fue mi culpa ¿estamos de acuerdo en eso? —ambas asintieron—y no volverá a suceder nada porque es probable que haya alguien videograbando esto, así que a sonreír y fingir que somos amigos de toda la vida—continué irónicamente

La cena estaba por terminar y trajeron la cuenta.

—Antes de irnos a festejar quiero decirles algo—comentó Nana con una sonrisa macabra observando a Magenta—conseguí un contrato de modelaje en Italia por unos meses—soltó—así que no te aproveches mientras no estoy—comentó mostrando su anillo y empezó a reír—es broma—dijo y me plantó un beso

Las mejillas de Magenta se tornaron rojas, pero no se quedó callada.

—Eso depende de él ¿no? —arqueó una ceja dejando callada a Nana

Solté una carcajada, era cosa de tiempo, sabía que no podía ser tan sumisa y quedarse callada toda la noche sin defenderse. Magenta era más de lo que pensaba, no era esa niña tonta ilusionada con su cantante favorito. Si bien era muy joven, estaba seguro de que, de no serlo, sería mi primera opción.

Tenía una actitud despreocupada, tal vez por falta de experiencia en el estresante pero hermoso mundo del arte, y no parecía tener ganas de aparentar nada. Era transparente, muy diferente a Nana. Pero no era correcto pensar en ella de esa manera, primero porque estaba comprometido y segundo por la enorme diferencia de edad.

Diez años.

¿Qué podría aportar ella en mi vida? Sería como su padre, no funcionaría. Tendríamos una hermosa relación al inicio, más que nada por la emoción de conocernos. Para mí por la frescura y ternura de su inocencia, por su parte, por la experiencia y consejos de vida que pudiera darle. Pero no tardaríamos en cansarnos de aquella dinámica.

Aunque es cierto, existen parejas con diferencia de edad similares, el problema es que esas parejas están formadas por adultos y, aunque legalmente ella fuese mayor de edad, se le podría considerar una niña aun ¿qué sabes de la vida a los dieciocho años? Tenía que parar de pensar en ello, ya lo había superado, por eso estaba comprometido ahora con Nana, por eso estábamos ahora en aquel restaurante.

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora