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Recuerdo aquel verano con nostalgia, camino a la playa, en el auto de mi prima. Me encontraba en uno de los asientos posteriores junto a algunos compañeros, hablando de todo menos de Nicholas.

Recuerdo a la perfección aquel fin de semana, especialmente cuando a través de los parlantes del auto comenzó a sonar una voz tan perfecta que me hizo olvidar por unos minutos la razón de aquel viaje.

—¿Quiénes son? —pregunté sin pensarlo

—Freakz—respondió mi prima mientras conducía

Llegamos a la playa y mis amigos y yo corrimos hacia el mar, como si este fuera la solución a todos nuestros problemas. Pasamos dos días allí, pero no podía aceptar el hecho que todo estaría bien de alguna manera. El lugar donde me encontraba era perfecto, pero con mis trece años en aquel momento, parecía que solo mi pena de amor importaba. No podía dejar de pensar en Nich y me forcé a tratar de recordar lo hermoso del verso y la voz de la radio, hasta que nuevamente me fue inevitable volver a la realidad cuando llegué de vuelta a casa.

Por fin pude acceder a mi celular, ya que parte del plan para sentirme mejor era una desconexión digital, por lo que Leslie lo tuvo la mayor parte del tiempo para evitar que releyera conversaciones o viera nuestras fotos juntos. Seguido a esto, prendí mi computadora con la esperanza de calmarme un poco y dejar de pensar en la falta de mensajes de Nicholas hasta que recordé "Freakz". Los busqué en internet, escuché unas cuantas canciones y por un instante, me sentí mejor, perdiéndome en la música, tratando de cantar algunas frases.

Los días siguientes al paseo se sintieron como años, con la ansiedad desbordando mi cuerpo. Quería llamarlo o visitarlo un rato, quería comunicarme con él y que todo volviese a la normalidad. Pero en el fondo, sabía era mejor para los dos mantener la distancia, aunque no supiera cuánto más podría soportar sin enviarle un mensaje y sin saber de él.

Volvimos a la escuela y cada vez que nos encontrábamos en algún lugar fingíamos no vernos y seguíamos sin hablar. Poco a poco, con mucho dolor, me hice a la idea que nuestra historia había terminado y debía resignarme, no volveríamos a estar juntos, pero no quería perder nuestra amistad.

Así que, pasados varios meses me atreví y le mandé un mensaje sin esperar respuesta alguna. Por suerte, me respondió y charlamos por horas, como si recién nos conociéramos, poniéndonos al tanto de nuestras vidas, sin mencionar en absoluto lo que compartimos meses atrás. Parecía el tiempo había curado las heridas de ambos o tal vez solo las habíamos encerrado en un cajón muy al fondo de nuestra mente. Lo importante, es que podíamos ser amigos de nuevo.

El tiempo pasó de prisa y mi cumpleaños se hallaba nuevamente a solo unas semanas. Parecía que Nich no lo había olvidado y sugirió que era buena idea salir días antes de este.

Pensé no era una buena decisión y miles de ideas surcaron mi mente, pero terminé aceptando aquella salida. Ya era hora que dejara de compadecerme, tenía que olvidar lo sucedido y superarlo, porque a pesar del tiempo los rcuerdos seguían frescos en memoria.

No quería darle explicaciones a mi madre porque, aunque no fuese muy atenta conmigo, sí que parecía interesarle en que continuara siendo una niña decente, según sus ojos. Y no dejaría que me relacionara con ciertas personas, para evitar que me saliera del buen camino, eso incluía a Nicholas, por la mala impresión que tuvo de él en mi cumpleaños al verlo llegar completamente vestido de negro como si se tratara de un velorio.

Por esa razón, el día del encuentro, salí de casa antes que llegara y preguntase a dónde iba y con quién. Así que llegué a la plaza con buen tiempo de anticipación y para pasar el tiempo mientras esperaba entré a una tienda de discos que estaba muy cerca. Por fuera parecía un lugar pequeño, pero estando dentro podía apreciarse una gran cantidad de CD's y algunos instrumentos musicales colgados de las paredes recordándome a mi habitación soñada.

Recorrí los estantes en busca de algo interesante, pero al no encontrarlo, me dirigí a la parte posterior donde se hallaban las cosas de segundo uso. A decir verdad, muchos de los grupos musicales que se encontraban allí me gustaban, pero no tenía dinero suficiente para todos y no quería tener que elegir.

Volví cerca de la puerta con la esperanza de ver a Nich, sin éxito, di media vuelta y nuevamente me sumergí en una de las divisiones que había al lado izquierdo cerca de la caja de pagos. De inmediato, una portada dorada saltó a la vista entre todas las demás, tomé el álbum en mis manos y en letras pequeñas en la parte superior rezaba "Freakz", le di la vuelta para leer las canciones cuando una mano tocó mi hombro.

—Ey—me saludó Nicholas—mi hermano también los escucha—comentó examinando el CD que tenía entre las manos.

Salimos de allí sin darme cuenta y caminamos un buen rato hasta encontrarnos con los cines del otro lado de la calle. El plan no era precisamente ese, pero decidimos comprar entradas de todas maneras; debido a esto no hablamos mucho, pero al menos recuperamos la confianza de antes y, ese era el real propósito de nuestra salida.

Mas tarde, llegando a casa prendí el televisor y de mera coincidencia vi a Marchad, el cantante de "Freakz", en una pequeña entrevista a punto de presentar una nueva canción. Recordé entonces el álbum de la tienda, pero ya era muy tarde para volver y mi flojera pudo más que yo, al punto de descargar tres canciones tan solo para no quedarme con las ganas.

Pasó el fin de semana y llegó mi cumpleaños. Era lunes, me encontraba somnolienta al igual que la mayoría, porque dudo exista una sola persona a la que le agrade iniciar la semana, especialmente si debes levantarte temprano.

Dejé mi mochila en mi escritorio y me dirigí a los casilleros para sacar algunos cuadernos, abrí el candado que protegía mis pertenencias, lo puse a un lado y un cuadrado de papel de regalo rosado con celeste saltó entre mis libros. Lo primero que pensé al verlo fue "¿Cómo rayos pusieron esto aquí?". Recordé entonces que la semana pasada, al iniciar clases, después de vacaciones, Nicholas me pidió una copia de mi llave para compartir casillero por un tiempo. Según él, no tenía espacio suficiente y a decir verdad yo no lo usaba mucho.

Saqué mis cosas y volví a mi lugar, ya tranquila, revisé la tarjeta que tenía el presente, donde decía <Gracias por la llave y feliz vejez>. Despegué con cuidado la cinta que sujetaba el papel y saqué lo que contenía: era el disco que hasta ahora no compraba.

Feliz, busqué a Nich para agradecerle y más tarde, llegando a casa, me olvidé de todas mis responsabilidades sumergiéndome en la música de mi nueva obsesión.

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora