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Colgué el teléfono con la intención de llamar nuevamente a Nicholas y quitarme el mal sabor de boca que me había dejado la conversación con mi madre. Tomé el móvil entre mis manos buscando la penúltima llamada en mi directorio cuando recibí una llamada de Instagram por parte de la cuenta de Nana.

Lo que me faltaba.

Ahora debía enfrentar un nuevo griterío y quejas por entrometerme en su relación. Le di rechazar sin pensarlo mucho. Pero mi celular no paraba de vibrar, cada vez que rechazaba la llamada volvía a marcarme.

Lancé mi cabeza hacia atrás, dejándola colgada del borde de la banca.

—¿Sí? —pregunté molesta

—Calma, soy yo— dijo Marchad extrañado por mi actitud

—Ah—mi semblante cambió, pero traté de mantener el mismo tono de voz apático

—Te llamo desde la cuenta de Nana para que sepas ella está de acuerdo con esto—hizo una pausa y escuché su voz de fondo—queremos reunirnos los tres para parar los rumores...

Suspiré, ya no tenía nada que perder, aunque ellos no lo sabían. Iría a aquella cena, me dejaría fotografiar como si no me diese cuenta y de alguna manera practicaría para cuando fuese mi turno de estar en primera plana por mis propios méritos.

Me puse en pie y llamé a Nich, hablamos camino a casa y le conté de lo sucedido. Sin duda alguna era alguien en quien podía confiar. Era el único con quien me sentía en confianza suficiente para abrirme por completo y mostrar mi lado vulnerable, indeciso e inmaduro.

Ambos tenemos dieciocho años, pero pareciera que él llevara años extra de experiencia, supongo se debía a su hermano mayor, que de alguna manera pudo ser gran influencia. Él ya había cometido los errores que nosotros estábamos por cometer, por eso Nich estaba preparado, estaba consciente de las cosas que se nos venían y de lo extraño que resulta convertirse en adulto.

A diferencia mía, hija única de un matrimonio que no funcionó. Sin una guía, más que mi prima, que, aunque fuese como mi hermana no compartíamos las mismas vivencias, ni de cerca. Además, la diferencia de edad era mínima y parecía haberse quedado atrapada en los dieciséis, aunque ya tuviese veintiuno.

De alguna manera me encantaría tener esa capacidad para mantenerme ajena a los cambios y no darle tanta importancia a la vida adulta, aunque claro, recién estaba empezando a conocer el mundo y la vida. Quisiera poder ser igual de inocente e ingenua, pero lastimosamente el camino que tomé no iba a permitírmelo y debía hacer un esfuerzo extra por crecer más rápido. Después de todo, el mundo artístico es uno de los más demandantes mental y físicamente.

Todo se mueve por influencias y dinámicas de poder, hay que ser muy listo y estar preparado para todo pues al ser tan joven y nueva en el medio, muchos, si es que no todos, tratarían de aprovecharse con la promesa de darme el estrellato que tanto anhelo.

Algo parecido como lo sucedido con Marchad, quien sabía sobre mi admiración e hizo lo que quiso conmigo. Pero así se aprende, si no te caes, si no te lastimas, jamás sabrás lo que debes hacer al día siguiente. Solo esperaba que esta vez que nos juntemos para aclarar rumores fuese la última vez que nos veamos.

No quería más malentendidos. Deseo una vida tranquila, al menos hasta que claro, mi talento dé entrada a que quieran saber más acerca mío. Pero preferiría esto tardase un poco más.

Llegué a casa y corté la llamada con Nich, me sentía un poco más calmada, aunque aún dolía la ruptura con Jade. No sanaría tan rápido, una relación no se olvida en un par de horas, por lo general suele tardar meses y en el caso de Nich... pues pareciera que jamás lo superaría.

—¿Estás bien? —preguntó Adela cuando no la saludé

—Ahí, he estado mejor

—Es por Jade ¿verdad? —preguntó acercándose a mi

—¿Él te contó? —me incorporé algo molesta

—No, alguien los escuchó y ahora todos están hablando de eso

Me puse una almohada en la cara y me lancé de espaldas.

—Mátame

—No seas dramática—retiró la almohada

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora