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El tiempo pasó lento y tortuoso desde el final de mi compromiso. Fueron dos meses llenos de llamadas desconocidas a mi número privado, cartas y correos electrónicos por parte de fanáticos y la prensa queriendo saber mi lado de la historia o directamente insultándome por abandonar a Nana de aquella manera. Todos estaban en mi contra, mi ex prometida se había encargado de ello, poniéndose en el papel de víctima desde que retiró todas nuestras fotos juntos en sus redes sociales.

Era cierto lo que contaba y no podía negarlo, porque hice más de lo que ella sabía, o al menos de lo que contaba. Por eso me mantuve al margen y desaparecí para todos, excepto claro, los miembros de la banda. Pero por alguna razón, mi mente sabía que las cosas no eran como se veían, sabía que algo no andaba bien en todo aquello y el tiempo se encargó de confirmármelo.

Un día de mayo, cuando las aguas se calmaron un poco, decidí retornar a las redes sociales, con la esperanza de que la prensa tuviera un nuevo escándalo del qué encargarse. Fue así como me enteré del nuevo titular de las revistas y blogs de famosos:

Después de un largo romance con el cantante Marchad Lynn y el trágico final de su compromiso por una infidelidad con la actriz Magenta Vega, la modelo decidió darle una nueva oportunidad al amor.

Esta vez junto al productor Kazuki Yoshimura con quien terminó su relación meses antes de conocer al vocalista de "Freakz". Recordemos esta relación también terminó abruptamente por los rumores de una infidelidad de la que aún se desconocen detalles.

Lo entendí todo, las piezas por fin encajaban. Me martiricé por meses tratando de hacer lo correcto y olvidarme de Magenta, mientras Nana parecía haber tomado su decisión mucho antes de siquiera aceptar mi anillo de compromiso. Por eso se hallaba tan a la defensiva y buscaba cualquier excusa para molestarse conmigo, por eso ese supuesto viaje a Italia para según ella vigilarme. Solo quería alejarse de mí y esperar el momento perfecto para terminar la relación y parecer la víctima, pero eso solo lo sabría yo.

No existía forma de comprobar que la verdadera víctima de la historia no existía, ambos nos traicionamos, los dos decidimos fijarnos en otra persona, pero preferimos quedarnos con quien creíamos estaba seguro.

Era lo mismo que en año nuevo le expliqué a Magenta. Cuando creces y "te haces adulto" te das cuenta de que no tienes idea de lo que estás haciendo, pero tratas de mantener el control, el problema es que tarde o temprano todo se te escapa de las manos.

¿Sería entonces que mis sentimientos por Magenta eran genuinos? ¿Qué no estaba loco por fijarme en alguien mucho menor que yo? O tal vez si era un enfermo que solo quería aprovecharse de una niña. Porque así la veía, apenas tenía dieciocho años, aquello no estaba bien. ¿acaso era un maldito pedófilo?

Tantas dudas y afirmaciones negativas se apoderaron de mi mente. No tenía idea de lo que realmente pasaba en mi cabeza por lo que terminé llamando a un psicólogo para ayudar a calmarme.

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Desde la fiesta de Marchad las cosas se calmaron en mi mente, me acostumbré al ritmo de vida tan agitado que debía llevar y a vivir con Nicholas, que de vez en cuando llevaba chicas a su habitación pensando que no me encontraba en casa. Aquello me causaba mucha gracia pues terminaban en la sala conversando conmigo acerca de lo fantástico que era conocer a alguien que salía en las revistas junto a una celebridad como Marchad.

Pero a su vez, me ponía triste, por ser la culpable del final de su relación. Aunque no hablásemos desde entonces, las noticias se encargaron de decírmelo todo a detalle, además de los reporteros que me siguieron por un tiempo tratando de sacarme información. Pero yo solo me limitaba a decir que todo era un malentendido y si querían respuestas debían pedírselas a los protagonistas de la historia.

Cuando me dejaron tranquila, quise llamarlo y preguntar cómo iba todo, pues eso significaba las cosas estaban mejorando, pero dudé y preferí no hacerlo. ¿Y si estaba molesto conmigo? La noche anterior al drama arreglamos las cosas, pero conociéndolo, era probable que nuevamente me odiase. Para mi sorpresa, pasado un tiempo más, recibí una llamada suya pidiéndome encontrarnos en una dirección completamente nueva para mí.

Llegado el día de la cita busqué la dirección en internet, resultando que se trataba del consultorio de un psicólogo. ¿Me estaba llamando loca? A decir verdad, si necesitaba un profesional, estaba muy estresada y debía aprender a manejar mis emociones, pero eso no quitaba el hecho de que fuese raro encontrarnos allí.

Ingresé al lugar, encontrándome con la recepcionista que me hizo pasar al consultorio después de unos minutos, donde Marchad ya me esperaba.

—Bienvenida Magenta—me saludó el psicólogo—Marchad ya me puso al tanto de su situación—dijo—estuvo viniendo unas cuantas sesiones previas y sugerí era necesario incluirte

—¿Qué? —pregunté sentándome frente al escritorio

—Su relación puede verse mal por diversos motivos, pero estamos aquí para que el tiempo que decidan pasar juntos sea saludable para ambos

Me quedé perpleja. Estaba en terapia de pareja con Marchad. ¿Qué insinuaba con ello? ¿Se suponía que me convencería de intentar una relación seria con el ahora que Nana ya no estaba en su vida? Era algo extraño, pero el hecho de que se preocupase por hacerme sentir cómoda, al proponer acudir a un profesional para limar asperezas y empezar con el pie derecho, hizo abriera mi mente a la posibilidad de quizás dejarme llevar.

Después de unas cuantas sesiones, ya con la seguridad de hallarme en un ambiente seguro y saludable, a diferencia de las veces anteriores, y de no ser la segunda opción, acepté la propuesta de Marchad. Iríamos de a pocos, empezaríamos desde cero hasta que me sintiera preparada de hacerlo público.

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora