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Nuevamente en el ojo de la tormenta, pensé pasándome una mano por el cabello, mi decisión de aclararle las cosas a Magenta había resultado contraproducente, la prensa malinterpretó todo y ahora debía encontrar la manera de resolverlo. Podía enviar la nota que aun guardaba en el bolsillo del pantalón que utilicé aquel día, pero pensándolo bien podrían creer que yo mismo estaba creando pruebas falsas para escapar de tantas preguntas. Lo mejor sería esperar a que se calmaran las cosas, las noticias en las que nadie declaraba desaparecían rápido.

Escuché la puerta principal abrirse con cierta tosquedad y supe lo que vendría.

—¿hola? —me levanté de la cama y bajé el volumen del televisor que llevaba prendido un buen tiempo

—Marchad... —escuché una voz femenina avanzando por el pasillo hacia mi habitación

—Tengo pruebas —dije sin siquiera saludar a Nana

Su expresión era única, parecía seria, como si nada le afectara, pero sabía muy bien que ese semblante significaba era capaz de sacudir un país entero con tal de obtener lo que deseaba. La llevé a la lavandería y busqué mi pantalón entre el resto de ropa sucia del mismo color.

—Aquí está —dije por fin, tendiéndole la carta en la mano —al principio no quería ir, pero decidí era mejor dejarle en claro que estamos comprometidos y que entre ella y yo jamás podría suceder algo

Tomó el papel y se quedó en silencio unos segundos mientras fruncia los labios hacia un lado, dejando ver un precioso hoyuelo.

—Te creo —comenzó a decir con una voz dulce pero seria —es solo que me incomoda muchísimo que se publiquen este tipo de notas —hizo una pausa—me hace sentir que nuestro matrimonio no durará por culpa de malentendidos. Y si, sé que la comunicación lo es todo, pero no podemos negar que afecta mucho la opinión pública y precisamente esa será la que termine por cansarnos

Tenía razón, la opinión pública lo era todo y esta se dejaba llevar por cualquier cosa que dijera la prensa, fuera o no cierto. Pero ¿qué podíamos hacer? Esta es la parte que nadie te cuenta de ser famoso, una vez que alcanzas tu sueño y eres reconocido por lo que más te gusta hacer, ganas seguidores, ganas cariño por tu arte, pero pierdes tu derecho a la privacidad.

Y si bien muchos conseguimos mantener un perfil bajo, no existe artista que no haya pasado un mal momento por hallarse en la mira de todo el mundo. Cambias el placer y comodidad del anonimato por la presión de aparecer en cada diario y revista que exista, todo por unos aplausos y un pedacito de alma de cada fanático que aprecia tu arte.

—Vamos a aclarar todo esto—dije mientras la abrazaba—¿te parece si nos juntamos los tres? Así todos verán que nadie está siendo engañado y nos aseguramos de que no vuelvan a crear rumores absurdos

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora