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Pasé las hojas de la libreta en busca de algún título que llamase mi atención, pero no conté con que se trataba de la libreta de Marchad, el hombre cuyas melodías y frases revolvían mi cabeza. Aquel que escribía lo que mi alma quería escuchar y quien consiguió evitarme hundirme en depresión cuando mis padres se separaron.

Volví a la página de "Silver Eyes" y repasé la letra, realmente era muy ambigua, al igual que todas sus canciones, pero no podía evitar pensar que se trataba de mí, la chica del escenario cuyos ojos lo hipnotizaron la primera vez que lo vio.

Sacudí mis pensamientos y continué con la siguiente canción "First time"

Nadie te prepara para esto

Nadie predice el futuro

Nadie te dice es momento de caer

De fallar y que la mano que te levante

Sea la de alguien más joven que tu

Es momento de dejarse llevar, de amar sin pensar

De seguir tu instinto, es tiempo de amar

Tiempo de llorar, tiempo de dejar ir y

empezar como si fuera la primera vez

como con el primer amor que dejaste ir

pero que jamás olvidarás

Pasé a la tercera canción "Second dance"

¿Recuerdas la primera vez que bailamos?

Cuando tomé tu mano y corrimos a lo desconocido

Ahora que veo la luz, y salimos de aquel oscuro vacío

estamos ambos cambiados, llevas el rostro de alguien más

como si intercambiaras de identidad cada vez que te quiero besar

ya no somos los mismos, ha pasado tanto tiempo

es momento de un segundo baile

de una segunda oportunidad de ser felices

al lado de alguien

alguien que ya no conocemos y estamos por descubrir

Sin duda alguna este álbum era diferente, sus trabajos anteriores poseían algunas baladas e incluso canciones de amor con ritmos muy fuertes, pero nada como esto. Era muy bello, pero completamente diferente al estilo de "Freakz". Aunque claro, hacía falta escuchar la música para ver cómo resultaba, pero sentía que estos escritos poseían una energía completamente diferente y se asemejaban más a una declaración de amor por parte de Marchad. ¿Se trataría realmente de un nuevo álbum? O tal vez él tenía la misma sensación de no encajar con sus trabajos anteriores y por eso necesitaba una segunda opinión.

—¿Te gustan las aceitunas? —escuché desde la cocina y salí de mi ensimismamiento

—Claro—contesté sin pensarlo mucho.

No podía sacarme de la cabeza la idea de que realmente no fuesen canciones para Freaks si no, tal vez un conjunto de escritos especiales para el día de su boda.

Pasé las hojas hasta el final, e incluso me di la libertad de leer manuscritos que jamás llegaron a un álbum. Cada palabra y frase de ese cuaderno eran preciosas e hicieron me sintiera completamente afortunada de ser, muy posiblemente, la única persona ajena a su círculo cercano que conociera de la existencia de esta libreta.

Me quedé en el sillón unos minutos más, pensando en todos los significados posibles para aquellas canciones, pero siempre llegaba al mismo callejón sin salida. ¿Eran para mi o para Nana?

Me puse en pie y fui a la cocina, el almuerzo tardaría un poco más por lo que pregunté si podría ayudar en algo, recibiendo una respuesta afirmativa. Señaló un estante y me pidió preparase la mesa para los dos.

El ambiente era extraño, pero calmado, se sentía como ambos estábamos en sintonía, aunque claramente yo no me encontraba del todo cómoda, estaba nerviosa y aun triste por lo sucedido con la audición.

Pero ante todo pronóstico este momento era el más cercano que tuve a sentirme en casa desde hace mucho tiempo. Recordé cuando era niña, mi papá me recogía del colegio y al llegar a casa ayudaba a mamá a terminar los últimos detalles para el almuerzo.

—¿Qué te parecieron las canciones? —preguntó Marchad preparando una bebida

—Siendo honesta—comencé algo melancólica—es muy diferente a todo lo que has escrito antes, son hermosas, pero...—hice una pausa buscando las palabras adecuadas—es como si estas canciones fueran escritas para tu boda y no para un concierto—. Silencio total—Si esa es la intención, son muy buenas—comenté tratando de romper el hielo

—Se que son muy diferentes a todo mi material anterior, por eso necesitaba tu opinión—hizo una pausa—pero no creí que parecieran dedicadas a Nana

Sonreí nerviosa, era mi oportunidad de quitarme la duda acerca de quién era la inspiración para aquellas letras y de ser yo, realmente no sabría cómo reaccionar. Pero, Marchad no podía ser tan obvio y lanzarse a mi tan directamente, de todas maneras, no tenía nada que perder pero sí mucho por ganar. Mi fanatismo e inocencia estaban volviendo a jugarme una mala pasada y debía evitarlo a toda costa.

—Bueno, no sé si a ella, pero definitivamente hablas de alguien, y no metafóricamente como en otras canciones—comenté girando la cabeza mientras me frotaba el cuello

Río suavemente y jaló una silla frente mi para sentarse.

—En eso tienes razón, las hice pensando en ti—hizo una pausa observando cómo cambiaba la expresión de mi rostro—como una representante de todos mis seguidores—soltó al notar como me ruborizaba y prácticamente me daba un infarto—nunca antes había tratado con algún fanático de mi arte de la misma manera como contigo—tomé aire tratando de no morir asfixiada por semejantes palabras—por lo general me tratan como si fuese un dios o alguien superior a ellos, pero contigo es diferente, podemos conversar sin que...

Sonó el pitito del horno indicando el almuerzo estaba listo.

—Como decía, tal vez sea porque apuntas a lo mismo—continuó sacando la bandeja de tallarines del horno—quieres ser artista y aunque aún no te reconozcan por eso, sabes que solo somos personas—cortó una porción del pastel y lo colocó en mi plato—, tal vez esa es la razón por la que me agradas tanto

Me quedé atónita, pero sonreí como respuesta.

—No es fácil—admití—de no ser por Jade y Kazuki continuaría siento muy intensa—respondí con el corazón estrujado por nuestra reciente separación

Soltó una risa y sirvió ambos vasos con aquella bebida que había preparado.

—Creo que todos somos así al inicio, por eso no suelo relacionarme con personas fuera del medio—comentó antes que lo interrumpiera

—¿Son aceitunas verdes?

—Si, aunque yo prefiero las moradas, supongo que la costumbre de comer con Nana me hizo ponerlas sin darme cuenta

—Ah—dije recordando que yo también prefiero las aceitunas moradas

Salimos de la cocina en dirección al comedor y tomé un bocado del almuerzo mientras mi cabeza se convertía en un campo de batalla. Aunque Marchad hubiese confesado que aquellas canciones fueron escritas pensando en mí, no eran dirigidas precisamente para una sola persona, eran para todos, además, se notaba que tenía a Nana muy presente en su vida, más de lo que quisiera aceptar.

Debía dejar de pensar, tenía que alejarme de él y concentrarme en otras cosas como, por ejemplo, buscar dónde vivir. No me haría bien continuar soñando con algo que no sucedería, no quería arruinar las cosas y que volvamos al principio, aunque claramente podía sentir una tensión entre él y yo. Era imposible de ignorar y de encontrarse allí otra persona era probable que también pudiera percibirla. No entendía que estaba pasando, pero era momento de parar y hacerle caso a mi cordura.

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora