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La primera noche en casa de Marchad fue extraña, no sabía que esperar por lo que al igual que en el hotel, puse seguro en la puerta y un mueble para tapar la entrada por si tenía una copia de la llave. Me quedé en vela hasta tarde por las dudas, pero nada sucedió, en bien cerré la puerta no volví a sentir ningún ruido cerca de donde me encontraba. Eso me dio confianza de descansar por fin, había sido un día extremadamente extraño, casi irreal.

Por la mañana del domingo escuché unos golpecitos en la puerta.

—Preparé el desayuno por si deseas—escuché al otro lado

—Gracias—respondí adormilada—ya voy

Me levanté en pijama hacia el comedor, al verme Marchad rio pues él iba igual.

—Pensé era el único que los domingos vivía en pijama—señaló—¿dormiste bien?

Sonreí, aquella costumbre molestaba a muchas personas, incluida mi madre, que argumentaba todos los días eran iguales y debía comportarme como una persona de bien y no como una vagabunda.

—Si se puede lo hago—contesté—dormí bien, gracias, aunque ya sabes, el insomnio a veces no te deja

—Se pasará cuando todo esto se resuelva, por lo general solo es estrés—respondió—al menos por experiencia propia—hizo silencio—¿quieres ver una película mientras comemos?

Asentí y llevamos el desayuno a la sala, prendimos el televisor y empezamos la interminable búsqueda de un filme que nos gustara a ambos.

—¿Y si vemos ""? —pregunté lanzándome hacia atrás en el sillón

—¿Cómo es que conoces esa película? Ni siquiera estabas viva —preguntó sorprendido

—Es un clásico—respondí algo ofendida— amo el cine, pero también la música—terminé de decir entrelazando los dedos, dando a entender por qué quería ser actriz de teatro musical

Así pasó la tarde, entre películas y charlas que jamás imaginé tener con Marchad Lynn. Fue especial, como el primer respiro después de un chapuzón en la piscina. Me sentía diferente, en un par de días mi vida había cambiado de un extremo a otro.

Pero al día siguiente debía despertar del sueño, era lunes y volvería a clases.

Me levanté un poco tarde sin calcular bien los tiempos entre la casa de Marchad y la academia por lo que su chofer tuvo que llevarme. Entré al aula y vi a Jade de lejos, mi corazón palpitó más de risa de lo normal sin saber que hacer para detenerlo. Le sonreí cuando volteó en mi dirección y el hizo lo mismo, pero no nos dirigimos palabra alguna. La herida seguía abierta y tardaría en sanar.

Terminaron las clases y observé la hora en mi celular, debía apresurarme en volver a mi habitación, a sacar las pocas cosas que había dejado, antes que Adela llegase y así evitarme un momento incómodo.

Al ingresar me llevé la gran sorpresa que las pocas cajas que dejé se encontraban encima de mi antigua cama y no en el estante que debían pues este ya estaba lleno de cosas que no me pertenecían.

Registré el lugar para asegurarme de no olvidar nada, puse una caja sobre la otra y me dirigí a la puerta cuando vi que se abría.

Eran Adela y Jade.

—Te dije que ya no vivía aquí—aseguró ella al verme

—¿Qué? —preguntó Jade, sorprendido —¿dónde estás viviendo? —dijo rompiendo nuestro pacto tácito de silencio

—Por ahí—respondí débilmente

—Si, Magenta ¿dónde te estás quedando? —inquirió Adela

—No quiero que me visites así que mejor me voy—respondí molesta saliendo del lugar

Y así, sin darme cuenta, pasaron dos semanas desde que empecé a vivir con Marchad. En este tiempo, gracias a sus influencias me ayudó a encontrar un pequeño departamento para Nich y para mí, aunque cuando le pedí fuera para dos personas respondió algo incómodo o molesto, como si no estuviera de acuerdo en que tuviera un nuevo compañero.

El lugar por el momento estaba ocupado, por lo que no podía mudarme aun, pero dentro de casi un mes estaría disponible y el 1 de marzo podría ocuparlo oficialmente.

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora