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Desperté abrazado a Magenta que aún se hallaba dormida. Retiré mi brazo y acaricié su rostro. La observé por unos segundos y no pude evitar pensar en lo hermosa y vulnerable que se hallaba.

La noche anterior me había esforzado por hacerla sentir cómoda y ser lo más delicado y comprensible posible. Estaba claro que para ella era una ocasión especial e inexplicablemente para mí también.

Quería que se repitiera, había sido completamente diferente a experiencias previas. Tal vez por la pureza de sus actos, por cómo fue ella quien inicio la interacción o simplemente porque se trataba de ella.

Tenía que admitir que jamás me hubiera imaginado involucrarme con alguien a quien le llevase más de cinco años de diferencia, pero estaba sucediendo. Debía aceptar que mis sentimientos eran reales, tal vez no estuviera enamorado, pero definitivamente había cariño y por supuesto atracción. Lo que me llevó a pensar en muchas otras cosas, siendo la principal la diferencia entre aquellas mujeres con las que había compartido intimidad, en específico Nana.

Por primera vez no me había preocupado solo por mi placer al tener una supermodelo entregándose a mí, por sentir cada curva de su cuerpo y piel perfecta. Me había concentrado en hacer aquello inolvidable, tanto para mí como para ella, tomando especial cuidado en sus necesidades, pidiendo aprobación para pasar a lo siguiente sin presionarla por complacerme.

Y pensando en ello, me di cuenta de que debía tomar una decisión, Magenta seguiría viviendo aquí, pero no podíamos repetir lo sucedido o terminaría por olvidar por completo a mi prometida o lo que es peor, dañando la relación tan especial que había construido junto a quien, a pesar de ser mayor de edad, de vez en cuando aún veía como una niña.

Me levanté de la cama tratando de no despertarla, pero fue en vano pues observé como se incorporaba con los ojos aun somnolientos ¿estaría igual de confundida que yo?

—Voy a preparar el desayuno—dije colocándome una bata.

Camino a la cocina escuché como su celular sonaba y ella contestaba nerviosa.

—Hola...

Busqué un sartén en un estante y algunos huevos en el frigorífico.

—Por favor, basta—dijo con voz de hartazgo—no sucede nada, estaba viviendo allí por problemas con mi compañera de cuarto

Se trataba de su madre, estaba seguro, claramente le estaba dando el mismo discurso de siempre "te fuiste a estudiar, no a meterte con famosos".

Comencé a freír los huevos.

—¿Si sabes que es ella quien filtra todo y lo saca de contexto? —dijo al cabo de unos segundos de silencio—por eso me mudé, pero no te preocupes que pronto viene Nicholas y se acabarán los escándalos

Se me nubló la mente, todo el tiempo supe que llegaría el momento en que se mudaría con aquel chico, pero el recordatorio me sacó de la burbuja de fantasía en la que estaba viviendo y no pude si no sentir que mi mundo se venía abajo.

No quería dejarla ir, mucho menos con alguien que probablemente terminara por arrebatármela, pero tenía que mantenerme sereno. Estaba comprometido, no podía ser así de egoísta y acaparador. Ya había decidido que Nana era la indicada, aunque lo que sintiera por Magenta fuera completamente diferente y especial. Sabía no iba a funcionar, debía estar con alguien que comprendiera cómo funcionaba el medio y con quien la brecha de edad no fuera tan amplia.

Serví los huevos y prendí el televisor de la cocina mientras exprimía unas naranjas, si su madre la había llamado era porque la prensa tenía algo.

—La noche anterior una llamada anónima nos informó de la presencia del cantante Marchad en un hotel—indicó la reportera—por lo que tenemos imágenes inéditas en las que se le puede observar junto a la aspirante a actriz apodada Magenta Lynn ¿será que aprovechan el viaje de su prometida para estar juntos?

Magenta: Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora