Prólogo

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Trey Joyce

Dirijo mi mirada hacia el pelinegro de ojos grises que se adentra a mi estudio. Él cierra la puerta nada más entrar, desviando su atención hacia mí. Siento como sus ojos se pasean por mi cuerpo de forma disimulada, recorriendo cada centímetro de mi piel, los cuales están cubiertos por diferentes tatuajes que yo mismo he realizado. Preparo todo para la sesión, indicándole con la cabeza que se acueste en la camilla.

—Buenas tardes a ti también —dice, al ver que no le saludo.

—Quítate la camiseta y cállate —le ordeno.

—Guao, más despacio, chico —me frena, haciendo un gesto con las manos—. Invítame a un cafecito antes...

Mi mirada lo silencia al instante, hoy no estoy de humor para sus bromas con segundas intenciones. Finalmente, se dedica a hacerme caso y se desprende de esa camiseta negra que cubre su torso desnudo. Mientras se acomoda en la camilla plegable que está en la pared del fondo, voy preparando algunas cosas para la sesión de esta tarde.

Agarro el diseño que deposité en una mesa, poniéndome unos guantes negros y tomando algunos productos para desinfectar y limpiar la zona antes de hacerle el tatuaje. Escojo la aguja correspondiente, introduciéndola en la máquina. Compruebo que funciona bien antes de avanzar hacia él.

—Buen culo —comenta—. Como se nota que corres todas las mañanas.

—¡¿Por qué me estás mirando el culo?!

Él alza una ceja, como si hiciera una pregunta estúpida.

—Mejor cállate si no quieres que te clave la aguja en la garganta —le advierto.

—Mejor clávame tu aguja en la garganta —me guiña un ojo.

—Lo que te voy a clavar va a ser mi puño en tu cara como no dejes de decir tonterías —amenazo.

Como siempre, mis palabras no le causan nada, tan solo lo hacen sonreír más.

—¿Por qué tan amargado siempre? —cuestiona curioso al ver mi malhumor—. ¿Eres así con todos tus clientes?

Me giro hacia él, viendo que todavía está sentado en la camilla. Pongo mi mano en su cuerpo, en el medio del tatuaje de las alas rotas que tiene en su pecho. Lo hago acostar para poder terminar esto cuanto antes.

—Tú eres la excepción —le respondo, fingiendo una sonrisa.

—Qué honor —dice con una clara ironía.

Tomo el taburete, sentándome en él y quedándome a escasos centímetros de Daryl. Estoy más cerca de lo que me gustaría en este instante, notando como mi respiración se entrecorta durante unos segundos antes de verlo a sus ojos grises. Debo ignorar todo lo que pasó entre nosotros y todo lo que sé sobre él para continuar con mi trabajo.

—¿Dónde lo quieres? —pregunto, refiriéndome al tatuaje.

—¿Dónde lo harías tú?

—En tus labios, para tenerte callado un buen rato.

Su ceño se frunce, luciendo molesto.

—Menos mal que eres guapo y rico, porque con tu carácter nadie se acercaría a ti. Normal que tu novia te pusiera los cuernos... —murmura.

Golpe bajo.

—Daryl, ¿nunca te han dicho que no debes enfadar a un tatuador? —le pregunto, manteniendo la calma tras su comentario.

—Trey, ¿nunca te han dicho que no enfades a un asesino? —me cuestiona con una amplia sonrisa—. Entre los dos, tú saldrías perdiendo por mucho —me asegura.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora