Capítulo 13

3.3K 365 130
                                    

Daryl Lombardi

Menudo puto dolor de cabeza. Mantengo mi brazo delante de mis ojos, impidiendo que la luz que entra en la habitación alcance mi mirada todavía adormilada. Oh, ¿quién me manda beber tanto? Ahora sí que lo dejo para siempre, a partir de este momento no voy a tomar una sola gota de alcohol. Excepto si me invitan, ahí no puedo rechazar la oferta, sería de mala educación.

Giro mi cabeza, observando al chico rubio sentado en su escritorio. Me sobresalto al verlo, no noté su presencia, ni siquiera lo escuché entrar. Trey mantiene su mirada en el portátil, tecleando algo. No me presta atención, está ocupado con algo que no logro ver qué es desde esta distancia. Vuelvo a cerrar los ojos, soltando un suspiro. Pongo mi mano sobre mi cabeza, sintiendo que está a punto de estallar. Noto lo cálida que está mi frente, como si tuviera fiebre.

—¿Te encuentras bien?

—No —reconozco.

Él avanza hasta la cama, dejando todo lo que estaba haciendo en ese portátil. Lo miro extrañado al ver la actitud que adopta hacia mí. Parece preocupado. Inevitablemente mi ceño se frunce, mirándolo con cierta desconfianza. Él posa una de sus frías manos encima de mi frente, comprobando que estoy ardiendo.

—Vale, tienes fiebre —afirma—. Asumo parte de culpa, no fue buena idea darte una ducha de agua fría para que espabilaras.

—¡¿Me diste una ducha de agua fría?!

Él sonríe, aliviado por alguna razón.

—Estabas muy insoportable.

—Ah, entonces lo explica todo —digo con ironía—. No sé si me duele la cabeza por esto o por la resaca —murmuro.

Me incorporo en su cama, quedándome sentado en ella. Desciendo mi mirada, viendo que la ropa que tengo no es la mía. Claro, después de esa ducha me daría algo de ropa para cambiarme. Sostengo mi cabeza, maldiciendo el dolor que aumenta conforme pasa el tiempo.

—¿Quieres que te traiga algo para el dolor? —pregunta Trey.

—Sí, un vaso de cloro.

—Está bien —asiente él.

Lo veo irse de la habitación, yendo a buscarme ese vaso de cloro para acabar con todo mi dolor. Lo espero con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados. No sé dónde he dejado el móvil, así que no tengo ni idea de la hora que es. Aunque tampoco importa, a menos que hubiera algún problema relacionado con la mercancía o la organización.

Al cabo de un par de minutos vuelve Trey con un vaso y una pastilla, me tiende esas dos cosas, esperando a que me lo tome.

—Lo del cloro era broma —le digo, observando el líquido del vaso.

Huelo lo que hay en el interior, comprobando que no sea cloro lo que me quiere servir. Él alza una ceja al verme, pensando lo idiota que soy por pensar que de verdad me serviría un vaso de cloro.

—No es cloro, idiota, es agua —aclara.

—¿Cómo sé que dices la verdad?

—Dale un sorbo y compruébalo.

—¿Y si es agua, pero le echaste veneno?

—Claro, te di un poco de veneno para ratas en mi propia casa mientras estás en mi cama para que te mueras en ella y yo sea el principal sospechoso de tu futura muerte —dice, sarcástico—. Bebe y tómate eso —me ordena.

—¿Eres así de mandón siempre?

Igualmente, le hago caso y deposito esa pastilla en mi boca, dándole un sorbo al vaso de agua que me trajo. Siento como la pastilla baja por mi garganta reseca con lentitud. Incluso me duele al tragar.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora