Capítulo 1

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Daryl Lombardi

Noto como alguien trata de despertarme, zarandeándome a un lado a otro como si fuera un muñeco. Sigo sin abrir los ojos, he llegado a casa a las cinco de la mañana, lo único que quiero ahora es seguir durmiendo. Con suerte pensarán que estoy muerto y me dejarán en paz. Aunque, conociendo a mis hermanos, me enterrarían vivo.

De pronto, siento como una fría corriente de agua toca mi bello rostro adormilado, logrando que abra los ojos al instante, tosiendo el agua restante que me entró en la boca.

—¡¿Qué te pasa?!

—No despertabas —comenta Damon, observándome desde arriba.

Estoy acostado en el sofá. En la madrugada me dio mucha pereza subir las escaleras para ir a mi cuarto. Por eso me quedé en el salón. No recuerdo nada de la noche de ayer, la tengo borrosa. ¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí? Es el misterio de los borrachos que vuelven a casa sin saber cómo.

—¿Qué hora es?

—Las nueve.

—¿De la mañana?

—No, de la noche —dice, irónico—. Darek me llamó para encargarme de un asunto de la mafia, pero te lo pasé a ti para que hagas algo productivo en tu vida —explica su presencia aquí—. Te espera en el despacho.

—Pues que siga esperando. Solo he dormido cuatro horas, no soy persona todavía —murmuro, con un insoportable dolor de cabeza—. Y yo, con sueño, puedo ser mucho más amargado que tú, por eso no le aconsejo que me hable ahora y mucho menos sobre asuntos de la organización —suspiro, volviendo a cerrar los ojos.

Vuelve a echarme agua en la cara, haciendo que abra los ojos de nuevo. Observo el vaso de agua vacío en su mano. Lo deposita sobre la mesa del salón, indicándome con la cabeza que vaya al despacho de Darek. No sé a qué se debe tanta urgencia si lo único que quiero es dormir una larga siesta y despertar a la hora de la comida. Me duele la cabeza, me duele la vida, tengo una resaca increíble por todo lo que bebí.

No bebo más.

Eso es lo que siempre digo, pero no aguanto ni un fin de semana sin probar una gota de alcohol. Con algo tengo que desconectarme de la vida.

Me adentro al despacho de mi hermano mayor, observando lo bien recogido que está todo. Las estanterías perfectamente ordenadas, al igual que el escritorio donde él atiende unos cuantos asuntos sobre su organización. Detrás de esa mesa, en la silla, se encuentra Darek. Él me observa de arriba abajo, viendo mis pintas. Entiendo la mirada que me da, no tendré buena cara y mi ropa estará mal puesta. Sin embargo, él ya se acostumbró a verme así los fines de semana.

—¿Qué? —cuestiono, adormilado.

Él me tiende una carpeta de color negro, depositándola sobre su escritorio.

—Nos contrataron para un par de asesinatos —informa Darek, con una sonrisa—. Él no se quiere ocupar por alguna razón —mira a Damon, quien está detrás de mí—. Yo no me voy a manchar las manos por unos crímenes que no me importan. Y Duncan no se ocupa de estas situaciones, solo me quedas tú.

Antes Duncan me acompañaba a los pubs nocturnos, bebía conmigo, charlábamos un poco, hasta que teníamos un objetivo en medio de ese local. Mi método siempre funcionó: ser encantador y, en menos de un minuto, ya caían rendidos. Lo hacía en el baño de ese mismo lugar o en la casa de esa persona. Pero nunca los traía aquí, bueno, quizás un par de veces, pero no con frecuencia. Eso era antes, ahora Duncan ya no acude a esos lugares porque se casó con el amor de su vida y tiene una hija de siete años. Mi adorable e insoportable sobrina llamada Darcy.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora