Epílogo

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Daryl Lombardi

Han pasado cuatro meses desde que se fueron. En todo este tiempo hablé con Trey día y noche, por mensajes, llamadas e incluso videollamadas. Él me informaba de cómo estaba todo, al igual que yo a él. Intercambiábamos chismes. E incluso alguna que otra pequeña desgracia que nos ocurrió. Aunque también nos decíamos lo mucho que extrañábamos al otro y mil cursiladas más sobre lo mucho que nos queríamos.

En un principio creí que la distancia se encargaría de enfriar nuestra relación, rompiéndola poco a poco. Pero también me equivoqué en eso. Seguimos como al principio, con las mismas dos neuronas y con esos sentimientos tan intensos que continúan uniéndonos.

Y mientras él se encarga de cuidar a su hermana, yo me encargo de atender a Marcus. Viene casi todos los días a mi casa para sacarme a dar un paseo, junto a Ryder. Aunque algunos días tuve que rechazar su oferta de salir para encargarme de ciertas cosas de la organización y la mercancía. Porque ahora que sé que mi padre es Hans, también me ocupo de ciertas cosas en su negocio. Pasamos un par de semanas en Italia y fueron increíbles, demasiados recuerdos y alguna que otra risa (no por el tema de la mercancía, no consumí nada porque mi padre me vigilaba de cerca).

Estuve bien entretenido estos últimos meses, pero al final del día llegaba la noche y lo recordaba. A él y a ese último día que pasamos juntos antes de que se fuera de la ciudad. A pesar de quedarnos hasta las tantas de la madrugada hablando... sabía que no era lo mismo. No podía verlo. Ni tenerlo cerca.

Ryder se acuesta encima de mí, aplastándome con su peso. Él mantiene su cabeza apoyada en mi pecho, clavando sus ojos cafés en los míos. Acaricio su suave pelaje mientras cierra sus ojos, quedándose dormido sobre mí. Estiro mi brazo hasta el móvil que descansa en la mesa de al lado.

La pantalla se ilumina con el nombre de Trey. Descuelgo casi al instante, hablando con él, aunque sea a través de un teléfono.

—Buenas tardes, guapo —saludo, haciendo que el perro se despierte al hablar.

—Buenas tardes —me devuelve el saludo—. Tengo malas noticias...

—¿Tienes una amante? ¿Me estás engañando con una abuela? No repitas lo que te hizo Enora, por favor.

Él se ríe.

—Claro que no. Hablé con la doctora que está atendiendo a Arlette y me comentó que tendrá que estar más tiempo internada en la clínica. Quizás otros tres meses más. Ella está mejorando día a día, pero es un proceso lento. Me mandó decirte que te echa de menos y que quiere volver a verte pronto.

—Yo también la extraño. Tomaros el tiempo que haga falta, Arlette necesita estar bien del todo. Aunque Marcus me esté dando el coñazo día a día hablándome de ella —río.

—Ya, a mí también me habla diciéndome que extraña al amor de su vida y que quiere ver a Arlette. Luego lo llamaré para decirle que estaremos más tiempo fuera.

—Suerte.

—¿Cómo está Ryder?

—Bien, encima de mí.

—Qué envidia.

—¡Trey! —le reclamo, haciendo que él suelte una carcajada—. Yo también llevo meses sin follar y no hago esos comentarios.

—Los haces peores, cabrón.

—Qué mentiroso. Aunque admito que echo de menos esos días en los que te daba y no las horas. Y en los que estabas sudado, pero no por correr, sino por corrert—

—¡Daryl!

Ahora soy yo quien ríe.

—Lo siento, nunca he llevado tanto tiempo sin follar, ¿vale? No lo llevo muy bien, me estoy consumiendo.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora