Capítulo 7

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Daryl Lombardi

—¡Tío Daryl!

Dos palabras. Una niña de siete años. Y un pánico horrible recorre mi cuerpo. Ya es tarde para mí, no puedo huir. En cuanto sus ojos azules me localizan, se abalanza hacia mí, corriendo todo lo rápido que ella puede para abrazarme. Una maliciosa sonrisa se expande en su rostro, indicándome que quiere algo. Detrás de ella aparece su padre, mi gran hermanito Duncan.

—¡Mi tío querido! —exclama, sonriente.

—¿Desde cuándo tan cariñosa? —pregunto, desconcertado—. ¿Quieres algo, verdad?

—¡Llévame al parque! —exige, tirando de mi brazo para levantarme del sofá—. ¡Vamos! ¡Está ahí Amelie, mi mejor amiga! ¡No quiero llegar tarde, levanta el culo de ahí!

—¡¿Por qué no te lleva tu padre?! —protesto, indignado.

—Estoy ocupado —me informa Duncan—. Tú solo estás viendo la televisión. Deja de ser tan quejica y llévala al parque. En la mochila tienes su merienda, el inhalador y todo lo que ella necesita. No te molestará, estará jugando con su amiga —me despreocupa—. Solo échale un ojo.

—Me debes una, Lombardi —le advierto, señalándole con mi dedo índice.

—También es tu sobrina, cuídala, aunque sea una tarde, ¿no?

—No tengo hijos propios para no tener que aguantarlos y tú me encasquetas la tuya.

—¡Oye! —protesta la niña—. Pues me voy sola al parque —decide, cruzándose de brazos—. ¡Si me secuestran y me matan que caiga sobre tu consciencia, Daryl Lombardi!

Observo como se aleja, haciendo el amago de irse de la casa. Ruedo los ojos, yendo tras ella después de su actuación dramática. Intercambio una última mirada con mi hermano, reprochándole el tener que cuidar a Darcy esta tarde que tenía libre. Mi plan era ver una serie en la televisión y descansar después de haber tenido un leve problema con el tema de la mercancía esta mañana, aunque ya esté todo resuelto.

—Suerte —dice Duncan, sonriente.

—Ya me las pagarás.

Él se ríe antes de que me vaya a buscar a mi sobrina, quien me está esperando con los brazos cruzados en la entrada de la casa. Habla con uno de los guardias que rodea la mansión. Él no sabe qué responderle ante las miles de preguntas que ella le formula.

—¿Por qué tienes un arma? ¿Eres policía? ¿Si eres policía por qué estás aquí? ¿Acaso no sabes que todos mis tíos y mi padre son unos asesinos? ¿Por qué no hablas? ¿Eres tímido? ¿Te comió la lengua el gato? ¿Y qué gato, si nosotros no tenemos gatos?

—Vámonos —le digo, tirando de ella.

Darcy sonríe al verme, tomando mi mano y haciéndome caminar con rapidez hacia el dichoso parque donde se encuentra su amiga. Simplemente la sigo, es ella quien me marca el camino hasta donde debo ir.

—Podíamos ir en coche —comento.

—No, camina.

—Joder.

—No digas palabrotas, maleducado.

¿Me está regañando mi propia sobrina? ¿Esto es real? Prefiero no decir nada más durante el trayecto, decido quedarme en silencio hasta que ella vuelva a hablar. Aunque Darcy también se mantiene callada, andando con prisa por la acera, cruzando la carretera y tirando de mí para que la siga. Ella me suelta la mano cuando llegamos al parque, corriendo hacia su amiga Amelie. Esa niña rubia de ojos oscuros.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora