Capítulo 4

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Trey Joyce

Pensé que después de tener esa charla con Arlette iba a comportarse mejor con Enora, pero veo que no fue así. Saca el mismo carácter frío y borde que tenía nuestro padre, es como si estuviera conviviendo con él otra vez. Entiendo por qué ella actúa así, pero necesito que haga un esfuerzo para no empeorar la situación. Sabe lo que siento por Enora, pero no es capaz de comprenderlo al completo.

—Se le pasará —dice Enora, pasando su mano por encima de mis hombros—. No creas que estoy molesta con ella, sinceramente entiendo por qué es así conmigo. Nuestra amistad no acabó bien y además, después de eso el que estuviera saliendo contigo... Fueron dos golpes duros para ella.

Veo un rastro de culpabilidad en su mirada, como si todo lo que hemos hablado no hubiese servido de nada para calmar su remordimiento. Entiendo que las cosas con Arlette la pongan así, al igual que comprendo a mi hermana. Por ello no sé qué hacer. Lo mejor es quedarme callado para no empeorar más las cosas.

Retrocedo un paso, alejándome de ella. Desvío mi mirada de la suya, dirigiéndola a la cocina. Es hora de preparar algo para comer, aunque también debería hablar con Arlette.

—Si quieres cocino yo —propone ella, dándome una sonrisa—. Ya sabes que soy una experta en cocinar, no como tú.

—Perdona, pero cocino perfectamente. No he intoxicado a nadie en todos estos años.

Enora ríe.

—¿Te recuerdo aquella vez que cocinaste para mis primos que estaban de visita y no salieron del baño en todo el día?

Me había olvidado de ese detallito.

—No es mi culpa que tengan el estómago delicado. A ti y a mí no nos pasó nada —le recuerdo.

—Acabé con dolor de estómago y náuseas.

—Bueno, pero a mí no me pasó nada. Es tu familia la que es muy delicada —protesto, defendiendo mi comida—. Quizás sea algo genético —me encojo de hombros.

Sonríe.

—Sí, será eso —dice, dándome la razón como a los locos—. Anda, ve a hablar con tu hermana. Yo estaré cocinando.

Asiento, sin darle más vueltas al asunto. Camino hacia la habitación de Arlette, la cual se encuentra pegada a la mía. Toco a su puerta antes de entrar a su cuarto, viéndola sentada en su cama, con unos auriculares en sus oídos. Mantiene su mirada en la libreta que tiene en su regazo, dibujando algo.

Alza sus ojos verdes hacia mí, quitando los auriculares de sus orejas para prestarme atención. Cierro la puerta para tener un poco más de intimidad. Tomo asiento en su cama, al lado de ella, echándole un vistazo a lo que estaba dibujando hace unos segundos.

—¿Tu nuevo amigo? —pregunto, viendo el rostro de un chico.

Debajo del dibujo de su rostro veo el nombre que le puso ella: panini.

—Sí, es Daryl —afirma—. Estaba con él ahora —informa.

—¿Y qué tal lo pasaste?

—Bien.

Contesta borde y seca. Trato de que me mire a los ojos y deje de ver ese dibujo que ella ha pintado con tan solo un lápiz, dándole sombras, perfeccionando las facciones de ese chico y su cabello.

—Sé que es difícil, Arlette. Pero no podemos seguir así, yo estaré bien, no me pasará nada si estoy a su lado —le aseguro, queriendo calmarla de todas sus preocupaciones hacia mí—. Haz un esfuerzo, por favor. No hace falta que te lleves bien con ella y tampoco que seas su amiga, como hace unos cuantos meses atrás. Quiero que no seas fría con Enora, que no le contestes mal y mucho menos le lances algo. Ella te sigue teniendo mucho cariño por todos esos años de amistad, hazlo por ese pasado que habéis compartido.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora