Capítulo 23

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Trey Joyce

El sonido de mi teléfono me despierta, alguien está llamándome. Entreabro mis ojos, estirando mi brazo hacia la mesa donde deposité el móvil. Al hacer este gesto, debo inclinarme de más hacia mi derecha, logrando caerme del sofá. Aterrizo en el suelo, sin llevarme un gran golpe por la corta distancia que hay del sofá al suelo.

Daryl está a unos cuantos centímetros de mí, pero ni la llamada lo despierta. Finalmente agarro mi móvil, viendo en la pantalla el nombre de la clínica psiquiátrica. Descuelgo de inmediato, atendiendo a la persona que decidió despertarme esta mañana. Continúo en el suelo, acostado, sin fuerzas para levantarme y volver a tomar asiento en el sofá. El jodido dolor de cabeza que tengo no es normal, parece que me hayan dado una paliza.

—¿Señor Trey Joyce? Lo llamamos de la clínica psiquiátrica Valle del Mar para informarle de que su padre ha sufrido un incidente en el centro.

—¿Incidente? ¿Qué ha ocurrido?

—Se ha intentado suicidar esta noche.

Me quedo sin habla, incorporándome del suelo, sentándome en él. Trato de asimilar las palabras de la mujer que me comunica lo que ha pasado en la clínica, sin creerme que mi padre haya querido suicidarse. La última vez que lo vi no estaba mal, aunque tampoco bien. Sus ojos verdes reflejaban un vacío bastante... preocupante. Pero lo creí normal por su trastorno y por los medicamentos que debe de estar tomando.

—¿Él está bien?

—Sí, logramos reaccionar a tiempo. Ahora mismo se encuentra en una sala médica, le han hecho un lavado de estómago y está recuperándose. Creímos que lo conveniente era llamarlo para informarle de la situación, aunque su padre ya esté mejor.

—Sí, claro. ¿Puedo saber cómo...?

—Si quiere conocer más datos y ver a su padre, puede pasar por la clínica y preguntar por el doctor que lo atiende. No puedo informarle de nada más por teléfono, es mejor que venga en persona.

—Está bien, ahora mismo voy.

Cuelgo el teléfono, viendo a mi hermana parada en el salón, preguntándome con la mirada qué ha pasado. Guardo mi móvil en el bolsillo, levantándome del suelo y viendo el cuerpo de Daryl todavía adormilado. La manta sigue cubriéndole hasta el cuello y sus ojos no se abren por nada del mundo.

—¿Qué pasó? —cuestiona Arlette.

—Luego te informo, ahora tengo que irme —le digo a mi hermana—. No es nada grave, ¿vale? Pero... tengo que resolver una cosa.

—¿Tiene que ver con...?

—Luego te explico todo, Arlette.

Ella asiente con la cabeza, aunque a través de sus ojos verdes observo un atisbo de preocupación. Sabe que se trata de algo relacionado con nuestro padre y, a pesar de odiarlo, siente lástima hacia él. Por cómo ha acabado su vida perfecta, por cómo ha acabado con la vida de su hijo y por poco, con la de toda su familia. Es más fuerte el rencor que le guarda que el daño en sí. Eso último casi lo tiene superado.

Me despido de Arlette, agarrando las llaves de mi coche para ir a esa clínica, donde el doctor Ramírez me estará esperando, queriendo contarme qué fue lo que sucedió con mi padre. ¿Cómo ha podido intentar suicidarse? ¿Por qué ahora que Arlette ha accedido ir a verlo? Eso es lo que él quería desde el incidente que ocurrió en nuestra casa. Hablar con ella, pedirle perdón y volver a ver a su hija después de tantos años.

Conduzco con el pie pisando el pedal de acelerar, teniendo cuidado con no ir demasiado deprisa. Mis manos aprietan con fuerza el volante, indicando lo tenso que estoy por la noticia de mi padre. El dolor de cabeza no me permite concentrarme demasiado bien, en la guantera guardo un par de ibuprofenos para estos casos. Tomo uno sin necesidad de agua, lo trago con dificultad, sintiendo como se desliza con lentitud por mi garganta.

La debilidad de Daryl ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora