Capitulo Veinticinco.

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 —¿Sabes? Si le dieses un poco más de emoción a la tarea, no te resultaría tan ardúa al final.

Clavando la pala que sostenía en la tierra, Wolf secó el sudor corriendo por su rostro con el dorso de su mano y miró en dirección a su abuelo, preguntandose internamente si asesinarlo con la mirada también podía percibirse como una falta de respeto. Pero, es que era jodidamente dificil no hacerlo cuando el anciano estaba acomodado en una silla playera, bajo la fresca sombra de un árbol, bebiendo lo que parecía limonada fría mientras soltaba consejos poco validos dada la situación.

Wolf adoraba a sus abuelos, eran las personas más increibles que conocía, pero eso no quitaba que fuesen unos viejos zorros. Eso explicaba el hecho de que la supuesta invitación a almorzar, hubiese terminado con Wolf preparando la tierra para poder ser sembrada. Por supuesto, estaba más que seguro que ellos podrían haber contratado a alguien más para hacerlo, tenían el dinero para ello, pero Wolf no iba a cobrarles y a ellos les encantaba eso.

—Eres consciente de que estoy haciendo esto por la bondad de mi corazón, ¿verdad? —preguntó, apoyandose en la pala mientras sentía el sol de medio día calentarle la nuca—. Te agradecería que te tragues tus consejos a menos que vayas a ponerte de pie y ayudarme aquí.

—Miralo al mocoso atrevido —chasqueó—. No seas irrespetuoso conmigo, que aunque estoy viejo, aun soy capaz de darte una buena paliza para recordarte como respetar.

—Yo te respeto —le aseguró, quitando algunos mechones húmedos de cabello de su rostro—. Eso no te da el derecho de tratarme como si fuese tu esclavo.

—Soy viejo, eso me da derecho de tratar a todo el mundo como se me plazca —rió—. Ahora, sigue con tu trabajo, esclavo, quiero plantar tomates ahí mañana mismo.

Tomando nuevamente la pala, gruñó mientras volvía a mover la tierra—. Me lo merezco, yo vengo aquí por voluntad propia. —masculló.

—Menos murmullos, más trabajo —su abuelo canturreó—. Que tanto musculo sirva de algo.

Wolf tuvo que reirse en voz baja de eso—. Ahora entiendo porque me apoyaste tanto cuando decidí ser boxeador, era todo parte de tu plan para esclavizarme.

Recostandose en la silla, el anciano rió de forma sadica antes de cerrar los ojos y echarse a dormir una siesta. Wolf se detuvo y lo miró, notando cuan parecidos eran. Ambos tenían el cabello castaño del mismo tono, solo que el mayor tenía reflejos grises y lo usaba bastante corto. Le había heredado a Wolf los ojos grises y la forma de sonreir, la altura y ese mal caracter que aparecía de vez en cuando. No era extraño que las personas pensaran que eran padre e hijo, Wolf no parecía haber tomado rasgos de sus verdaderos padres.

Al menos no que recordara.

—¿Abuelo? —llamó.

Sin abrir los ojos, el anciano murmuró un: — ¿Mmm?

—¿Cuando fue la última vez que hablaste con mi madre?

Eso logró captar la atención de su abuelo, quién abrió los ojos y lo miró extrañado—. ¿A que viene la pregunta?

Se encogió de hombros—. Curiosidad.

—Uhm —asintió, pareciendo pensativo por un momento—. La última vez que hablé con tu madre... fue hace unos quince años, creo.

—¿Tanto?

—Si, tal vez un poco más —hizo un pequeño gesto con su mano, quitandole importancia mientras volvía a acomodarse para dormir—. Sinceramente, no cuento los días cuando de ella se trata.

Entra en mi vida |Nick/Wolf|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora