Capitulo Treinta y Dos.

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Dos meses después.

Mirando su reflejo en el espejo sobre el lavabo, Nick hizo una mueca ante su aspecto somnoliento antes de pasar su dedos a través de su oscuro cabello, intentando darle un estilo diferente al que Einstein llevaba. Sus rizos juveniles no habían desaparecido completamente y si se atrevía a dormirse con el cabello húmedo... bien, eso no era algo esteticamente bonito.

Luego de un momento, finalmente conforme con su aspecto, soltó un bostezo y miró la hora en su reloj de muñeca. Era temprano aún, desde que había vivido en la granja, varios años atrás, que no había despertado tan temprano. Kai había tenido razón, correr al baño se había convertido en rutina, practicamente todas las mañanas tenía que hacer una loca carrera al baño para evitar que su vejiga estallara. Era bastante frustrante, divertido para el idiota de Nee, pero frustrante para él.

Arrojando un poco de agua en su rostro, se secó con una toalla e intentó recordar si aun tenía chocolate en la despensa. Esperaba que quedase algo, él realmente quería chocolate. Arrastrando los pies fuera del baño, se detuvo en la puerta y observó su cama, la sonrisa tonta apareció sin que se percatara.

Se había mudado a su casa un mes atrás, contra la petición de Zayn de que se quedara con ellos nuevamente. Aunque ahora estaban bien, su padre había tenido razón en cuanto a Nick necesitando independizarse y dejar de lanzarles a ellos todas sus responsabilidades. Nick tenía que ser un adulto y comenzar a construir una vida para si mismo, por eso se había mudado solo a su propia casa.

Solo él y el bebé... y Wolf.

Aunque aun no lo hacian oficial, Wolf se quedaba allí más días de los que no. Y las noches en que no se quedaba, era porque tenía que ir a comprobar el club, lo que llevaba a que Nick fuese con él y terminaran durmiendo en el apartamento del mayor o que este apareciera en algún momento de la madrugada en su puerta, pidiendo dormir con él. El lobo estaba mostrando sus instintos protectores, demostrando estar totalmente a la altura de los Payne cuando se trataba de proteger a sus seres queridos.

Y ahora estaba allí, durmiendo profundamente, enredado en las hermosas sabanas de seda negra de Nicky. Su cabello era un desorden mayor que el de Nick, desparramado sobre la almohada alrededor de su cabeza. Tenía el rostro hundido en la tela, pero su espalda quedaba completamente a la vista, su piel dorada brillando bajo la luz exterior que se colaba a través de las ventanas, haciendo brillar la tinta de sus tatuajes. La sabanas cubrian su trasero de la vista de Nick, solo una pierna sobresaliendo.

Nick se acercó a la cama, y debió hacer algún ruido, porque Wolf giró, dejando su rostro al descubierto y aunque no despertó, su brazo se estiró hacia el lado donde Nick dormía, buscandolo. Sonriendo, se sentó en el borde de la cama y extendió su mano, apartando algunos mechones de castaño cabello para ver el rostro del mayor. Wolf había recortado bastante su barba, dado que la piel de Nick se irritaba bastante rápido, pero había dejado lo suficiente para una sombra atractiva en sus mejillas. Tenía un aspecto tranquilo, sus labios apenas entreabiertos y sus pestañas descansando sobre sus mejillas.

Hermoso.

Nick estaba completamente embobado.

Alcanzando el cajón de su mesa de noche, sacó su cámara y la encendió antes de apuntar hacia Wolf, tomando una rápida fotografía antes de moverse un poco y cambiar el ángulo. Sin estar completamente conforme, trepó a la cama y se arrodilló en la misma, volviendo a enfocar al castaño, capturó la imagen un segundo antes de que este abriera los ojos y lo mirara.

—¿Que haces, Caperucita? —su voz sonaba ronca y pesada, enviando un escalofrío en Nicky como respuesta.

Le sonrió, bajando la cámara—. Nada —murmuró—. No estaba haciendo nada.

Entra en mi vida |Nick/Wolf|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora