- ¿Quién es ella? - la joven pelirroja preguntó. Sus ojos puestos en la mujer que estaba parada en el ala de favoritas.
- Ella es Mevkibe hatun, la favorita de su majestad - dijo la kalfa en voz baja - Su majestad la adora.
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Según datos histórico...
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- No puedes seguir acaparando toda su atención - sus palabras fueron cortantes.
La mujer nunca posó su vista en mi mientras hablaba, sentada con elegancia en el mueble. Aquel vestido rojo le sentaba bien.
Una sonrisa triste se formó en mi rostro, aún después de tantos años...
- Sultana Madre... me abstengo de intervenir en la vida de nuestro Sultán, no me malinterprete pero a que se debe sus palabras - y en ese momento sus oscuros ojos se posan en mi.
La Valide sultan se acomoda y asiente dos veces - Mi hijo no recibe concubinas por tu causa, se niega cuando es su deber dar descendencia a la dinastia. Sin contar el hecho de que se casó contigo, algo que esta prohibido - puntualizó.
- Nuestra boda o el hecho de que no acepte concubinas... es por desición del Sultán, nunca tuve voz y voto en esas cosas - respondí simple - Siendo sincera pensé que me llamó a sus aposentos para hablar de la Sultana Hatice
- ¿Qué tiene que ver mi hija? ¿Por qué te llamaría a ti para hablar de ella? - la mujer preguntó retórica.
Levanté mi frente con orgullo, mirando directo a sus ojos - Si la Sultana vuelve a levantar su mano en mi contra, me veré obligada a decirle a Suleiman - al ver la expresión confusa en su rostro, suspiré - Debería aconsejarla.
- ¿Qué cosas dices mujer? - cuestionó con disgusto.
- Que su hija le explique todo, ahora si me permite, me retiraré a mis aposentos - me puse de pie e hice una reverencia.
Ayse Hafsa no dijo palabra alguna y una vez más su mirada estaba puesta en algún punto de la habitación menos en mi.
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Con gracia tomé un sorbo del delicioso té de cerezo, exportado desde China como un presente de la emperatriz consorte Xiaogongzhang, esposa del emperador Xuande de la dinastía Ming. Din dudar es un manjar para mis papilas gustativas, con cuidado colocó la taza sobre la pequeña mesa y sonrío cuando veo a mis hijos acercarse, todos hacen una reverencia.