Nunca terminaré de entender el carácter que tenía por aquella época. Un día después de la pelea, al salir de la cama, revisar que Jones aún no había vuelto y emprender de forma ya monótona el camino hacia las regaderas, me encontré a Simon; ojeroso y compungido. Nada más verme abrió los ojos igual que una persona frente a un espectro y se quedó sin habla. Al inicio me molestó su arrepentimiento, como si fuera su culpa que Nolan lo hubiera elegido para gastarle una broma o que yo reaccionara de forma violenta.
No eres el centro del universo, Simon, las decisiones que tomemos pueden no involucrarte, pensé en decirle. Sin embargo, enseguida sentí alivio, pues era lo bastante importante para alguien como para merecer una disculpa sincera. Así que lo tranquilicé de la mejor forma que pude.
—Estamos bien, Simon, no estoy molesto contigo ni creo que seas culpable de mi casi expulsión.
De cualquier manera, tuve a Andrews detrás de mí hasta después de bañarme pidiéndome disculpas, justificando por qué no se había defendido. Espero comprendan lo irritante que es lidiar con un cachorrito dándote lata mientras toleras el dolor de nariz y dedos.
—Es que, ya sabes, si mi padre se entera que me peleé, estaré en peores problemas que una expulsión. —Movió las manos sin mirarme.
—Comprendo, Simon —dije, acomodándome la corbata, aunque levanté el dedo índice antes de que continuara—: Pero si te atreves a pedirme perdón una vez más, te patearé el trasero.
Simon rio.
—Después de ver cómo dejaste a esos tres, preferiría no meterme contigo. —Cortó las carcajadas de tajo. Al continuar cambiándome, solo pude ver de reojo una figura a un lado de mí, supongo, el culpable de la repentina seriedad de mi amigo—. ¿Qué quieres? —Había recelo en su voz.
—Hablar, por supuesto —respondió Nolan. Abandoné la tarea de arreglarme las agujetas de los zapatos para verlo—. Antes de que saltes a defenderlo, Miller, prometo que mi charla no involucrará burlas ni agresiones.
—¿Cómo sé que dices la verdad? —Simon se mantenía detrás de mí, por lo que su pregunta, desde ese ángulo, dio la impresión de surgir del miedo.
—Por tres buenas razones: la primera es por esto, —Señaló el moretón de la quijada—, que ninguna pastilla me ha aliviado del dolor (buen derechazo, Miller) —bufé—; la segunda es porque Chapman no va a tolerar ninguna discusión más y, finalmente, porque Jones también me amenazó.
Dejé de fruncir el ceño.
—¿A qué te refieres? —Fue mi turno de cuestionar.
—Te lo dije una vez, Miller: preferiría no meterme con la mascota de Jones... —Me acerqué un paso—. Tranquilo. ¿Quieres que te responda, o no? Cualquiera está enterado de que jugar con las presas de Elliot es meterse en la boca del lobo; solo a él le gusta molestar a ciertas personas.
Tuve la impresión de que esa amenaza contra Luke no se debía a eso, sino que estaba más ligado al beso que me había dado un día antes.
—Bien —murmuró Simon—, aunque aquí llamamos la atención los tres, será mejor que vayamos a otro lugar.
—En realidad, quería hablar solo contigo.
Escuché que Simon tragaba duro.
—¿Por qué? —Crucé los brazos.
Él se pasó la lengua por los dientes, intuyo que reuniendo paciencia.
—Porque, hasta donde recuerdo, no te hice nada a ti.
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Hasta los Dioses se enamoran
Teen FictionUn joven recuerda su primer año en el colegio Bertholdt, el lugar donde conoció a los dos compañeros que impactaron de sobremanera en su transición a la adultez. *** Charlie impregna de melancolía cada págin...