Durante un tiempo, Elliot y yo dejamos de compartir lo único que nos mantenía unidos, y me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que se debió al incidente del beso. Yo seguía sin procesar lo ocurrido, temblaba de rabia cuando mi mente lo traía de vuelta. Por poco llegué a pensar que en realidad no me gustaban los hombres, solo Michael, pero enseguida me repetía: te acostaste con uno. Muchas veces. Y lo disfrutaste.
¿Entonces? ¿Podía tener sexo con Elliot, sin embargo, cualquier muestra de afecto que viniera de él me revolvía el estómago? No encontrar la respuesta a aquella incógnita me tenía de mal humor la mayor parte del tiempo. Así que lo evitaba; si entraba en la habitación, lo ignoraba completamente o fingía dormir.
Pero, como he dicho, no fui solo yo el que tomó la decisión de cesar con nuestros encuentros, Jones también fue partícipe de infantiles actitudes, como empezar a tocar el violín o estudiar partituras, olvidándose de todos a su alrededor. Nadie era capaz de regresarlo a la realidad una vez se sumergía en notas cargadas de sentimientos que suavizaban el corazón de cualquiera. Incluso del director Chapman, quien, pasando por casualidad cuando tocaba, lo elogió de múltiples maneras, diciendo que solo ciertas personas tenían la habilidad de convertir la música en un arte.
Fruncí los labios. Quería que se diera cuenta que yo también creaba grandes cosas, pero resonaban al ser leídos.
Admirar la música es sencillo, tu oído lo capta sin intención de amarla, sin embargo, te logra cautivar de inmediato, porque no dedica tiempo, porque no hay nada que descifrar, es ofrecido como un regalo de costo exorbitante el cual es imposible rechazar. En cambio la escritura conlleva tiempo, en primer lugar, resulta todo un esfuerzo lograr que alguien lo lea sin la promesa de gustarle, pues las personas tienen un miedo crónico a gastar su tiempo leyendo, ceder minutos de su vida que no saben si serán bien recompensados. Entonces la mayoría de los escritores sufren la agonía de ser ignorados porque no cumplen con las expectativas de los demás.
Agradezco conservar este pequeño texto que ilustra mejor el sentimiento que desencadenó esa situación. Me temo que estoy en desacuerdo con mi yo joven (como si fuera una novedad), aunque admiro la intensidad.
Pero regresemos a lo que nos ataña. Si bien la "separación" involucraba a mi compañero de habitación y a mí, pronto mis amigos se dieron cuenta del cambio de actitud. Al punto en que Luke se replanteó separarse del grupo (como si no se hubiera metido a la fuerza), pensando que eso me alegraría. Simon, en cambio, tenía otros planes.
—¿Qué tienes? ¿Te peleaste con tu novia? —habló de pronto una tarde.
Luke, Simon y yo yacíamos recostados en las gradas. Nolan silbó.
—¿Novia? ¿Tú?
—Jódete.
Él se mordió el interior del cachete, divertido, para después rodar los ojos ante la negativa de nuestro amigo en común.
—¿Y bien? —Volvió a interrogar Simon.
Aún hacía un frío que entumecía el cuerpo, pero a nadie le gustaba estar dentro o en lugares que los profesores pudieran registrar. Saqué aire por la boca, creando una bola de humo. Deseaba un absurdo consejo de Simon, uno que le quitara peso al asunto, quizá que Luke se entrometiera también, porque no saben lo necesario que era para mí comprender que podía ser un chico normal, con problemas similares a los de todo el mundo. Cuando la mayor parte de tu vida se reduce a secretos, empiezas a replantearte qué va mal contigo. A esas alturas la respuesta podía reducirse a todo.
—Me acosté con una chica antes de volver a Bertholdt. —Observé a Luke alzar una ceja y a Simon inclinarse hacia mí—. De hecho, lo hicimos más veces de las que estoy orgulloso, el problema es...
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Hasta los Dioses se enamoran
Teen FictionUn joven recuerda su primer año en el colegio Bertholdt, el lugar donde conoció a los dos compañeros que impactaron de sobremanera en su transición a la adultez. *** Charlie impregna de melancolía cada págin...