[ XVI ]

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Debería existir un límite para los malos momentos en tu vida. O, por lo menos, prohibirse tener una mala racha en apenas un día. Lo que estoy a punto de relatar no es, ni de cerca, lo peor que me ha ocurrido, pero es el inicio de.

Tal como prometió, Michael se distanció de Elliot después de nuestra discusión. No fue de tajo, como me esperaba, sino gradual. Primero, como de costumbre, se les veía juntos en varios lados (quizá Thompson persuadía a su amigo para quedar en buenos términos conmigo), luego, suponiendo que su plan no había salido según lo esperado, pasaron a conversar unas cuantas horas, hasta que era más probable encontrar a Michael con nosotros que con el grupito de Elliot.

A nuestros compañeros esta nueva adición de integrante, aparte un compañero que la mayoría estimaba, les extrañó. Habían dado por hecho que Michael preferiría mantenerse unido al chico popular antes que a nosotros... Seamos sinceros, no es que dejó de codearse con personas populares, después de todo Luke y Simon lo eran, pero, ya saben, Elliot era la estrella inalcanzable.

Y, respecto a la estrella inalcanzable, diremos que tuvo una actitud bastante indiferente ante la pérdida de uno de sus amigos, aunque fuera durante un tiempo indefinido. Mantenía su rutina como de costumbre, se divertía con el resto de sus perros falderos y ni siquiera volteaba a ver a Michael. Seguíamos sin tener sexo, por si a alguien le interesaba saber.

Entonces, la mayoría del tiempo después de clases la pasábamos en alguna de nuestras habitaciones o al aire libre estudiando, por no decir "perdiendo el tiempo fingiendo que éramos productivos". Había días en los que sí debíamos enfocarnos en los estudios, en especial cuando, por culpa de nuestra procrastinación las tareas se acumulaban y las lecciones aumentaban su dificultad.

—¿Cómo es posible que los griegos filosofaran tanto? ¡Sócrates, Platón, los detesto demasiado, ojalá sufran en el infierno! —se quejó Simon, harto de las lecturas que el profesor Williams nos hacía analizar.

—Porque no tenían nada que hacer salvo pregonar en voz alta su supuesta inteligencia —respondió Nolan.

Entre los dos hacíamos lo posible para ayudar a nuestro amigo, no obstante, era indispensable que leyera los libros para que no sucediera lo mismo que en una ocasión: Simon se quedó en blanco durante un examen oral y el profesor anuló su tarea, por suerte convenció al profesor de que se había ayudado de una de las antiguas tareas de su padre, por lo que no recibimos castigo.

—Incluso disfruté de la Odisea, ¿por qué estos deben ser tan aburridos? —Una idea lo atacó y se levantó de golpe, ojos bien abiertos—. ¿Creen que trata de torturarme? Vio que disfruté de ese libro entonces decidió darnos los más repugnantes. ¡Porque lo peor es que ni siquiera vienen en el temario!

—Relájate, ningún profesor conspira en tu contra —hablé—. Y debes de admitir que El Banquete tuvo ideas interesantes.

Michael estiró los brazos.

—Concuerdo con Simon, Charlie, —Me pasó su cuaderno donde la mitad de la hoja tenía borrones—, normalmente puedo con los ejercicios de Whitman, pero esta vez no paso del segundo. ¿Puedes ayudarme?

Dejé de lado los deberes de Williams, pues podría terminar pronto el análisis, en cambio, si Michael, quien resolvía mis dudas de Matemática, además de en Latín, no había podido con los mismos ejercicios que me habían mandado a mí, eso significaba que me pasaría la noche y madrugada terminándolos (y no prometía hacerlos de forma correcta).

Eché un vistazo a los procedimientos que tenía hechos Michael. Antes de que tuviera tiempo de marearme con números, el crujido del pasto hizo que alzara el rostro.

Hasta los Dioses se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora