Capítulo 5

111 15 0
                                    

Daka agradeció que el ruido hubiese cesado; probablemente su vecino se había cansado de intentar fastidiarla.

—Aquí tienes —la chica le extendió una humeante taza de manzanilla a Bill y se sentó a su lado mientras conectaba la secadora de pelo. Ambos se encontraban en la habitación de Daka, la muchacha le había prestado su pijama más cómoda para que se cambiara y le había preparado una infusión.

—Gracias —Bill le sonrió con sinceridad y luego de que Daka advirtiera del ruido, encendió la secadora para terminar de secar el largo cabello del pelinegro.

—¿Mi hermano no te molestó hoy? —preguntó Bill una vez la castaña terminó.

—El día en que deje de hacerlo, los gatos de mi abuela van a volar —respondió con una sonrisa mientras guardaba la secadora—. Hoy parece haberse cansado temprano.

Daka se acomodó entre las mantas y palmeó el espacio vacío a su lado para que Bill se uniera.

—Pero no hablemos de eso... ¿Te sientes mejor? ¿quieres hablar de lo que pasó? —preguntó la chica con cuidado.

Ambos adolescentes estaban uno junto al otro, cubiertos por las mantas mientras miraban el techo que apenas se iluminaba por una lamparita. El ambiente era muy tranquilo y callado, pero existía una comodidad y un atisbo de tristeza que hicieron que ambos abandonaran el silencio para poder hablar.

—Yo... Bueno... —Bill titubeó.

—Lo siento. No quiero presionarte —se disculpó la chica.

—No, no. Quiero contártelo, solo que no sé como... Es algo complicado —habló en un tono bajo.

—¿Qué tal si empiezas por decirme donde estabas con esta lluvia? —propuso la chica con calma.

—Bien...No se suponía que regresara a casa hoy. Salí poco después de que tú y yo nos despidiéramos —empezó mientras Daka escuchaba en silencio—. Hoy tenía planes de pasarla en casa de alguien y...

—¿Problemas del corazón? —preguntó Daka luego de un largo silencio.

—Me temo que si —aceptó Bill con una risa sin mucha gracia—. ¿Son los peores?

—No lo sé. Nunca he estado enamorada —confesó la castaña—, pero soy muy buena analizando estos casos. No he leído tantos libros por nada.

Ambos rieron genuinamente luego de un buen rato de no haberlo hecho.

—Entonces, ¿tus consejos son buenos o malos? —quiso saber Bill un poco más animado.

—Lo suficientemente buenos para una vida tranquila si es que te interesa.

Bill asintió y después de soltar un suspiro, habló.

—Conocí a esta persona en una fiesta y luego nos volvimos a encontrar constantemente en otras reuniones —le contó—. Empezamos a salir de vez en cuando y ya sabes, comencé a sentir cosas —Bill suspiró con pesar—. Según yo, habían las señales suficientes como para creer que sentía lo mismo que yo.

—¿Cómo cuáles? —preguntó la chica con curiosidad y Bill soltó una risa.

—Las miradas, el tiempo que pasábamos juntos, las sonrisas... y los besos. Sobre todo los besos —Bill tragó duro y esperó que su amiga dijera algo.

—Si lo dices así, hasta yo hubiese creído que eran señales suficientes —tranquilizó la castaña—. Me imagino que no ha resultado como esperabas.

—Casi nos acostamos hoy —confesó de repente—. Tal vez fui demasiado cursi... le confesé mis sentimientos y no le gustó. Me dijo que no me podía tomar en serio todo eso —Bill volvió a entristecerse nuevamente y empezó a hablar rápidamente, casi sin pensar en lo que decía. El chico solo quería sacar todo lo que estaba lastimando su pobre corazón—. En serio creí que le gustaba. Fui un idiota al creer que él y yo podríamos estar juntos.

Él.

A Daka se le prendió el foquito.

Si se trataba de un chico, las cosas eran mucho más complicadas. La castaña no estaba en contra de ninguna orientación pero sabía de los prejuicios y de la discriminación que había.

Y Bill pareció darse cuenta de lo que había dicho porque giró su rostro asustado para ver a Daka.

—Es un imbécil —dijo finalmente la chica y le regaló una sincera sonrisa al pelinegro para tranquilizarlo—. No fuiste un idiota, él lo fue. Se ha perdido de un buen chico y tú te salvaste de un patán.

Daka se acercó más a Bill para abrazarlo cuando vio como los finos ojos de este amenazaban con soltar lágrimas.

—Dolerá un tiempo, Bill —murmuró la chica en un tono bajo mientras acariciaba los cabellos de su amigo—. Pero no toda la vida. No te desanimes.

—¿Finn fue un idiota realmente? —susurró Bill mientras dejaba que sus lágrimas mojaran la camiseta de su vecina.

Finn.

Daka recordaría ese nombre.

—Lo fue —afirmó con seguridad y apoyó su mentón en la cabeza ajena—. Sé hacer muñecos vudú por si te interesa... Hoy descubrí que la venganza se siente bien por un corto periodo de tiempo.

Bill empezó a reír y sorbió su nariz.

—¿Qué hiciste hoy mientras no estaba? —quiso saber el chico.

—Arruinar la quinta ronda de tu hermano —confesó la castaña y Bill rió más fuerte, separándose para secar sus lágrimas.

—Lo siento por llenarte de mocos —se disculpó el pelinegro—. Pero, ¿qué hiciste para que Tom se detuviera?

Y entonces Daka empezó a contarle todo, quería distraer un poco a Bill y felizmente lo logró al poco rato.

—Es un idiota —admitió Bill.

—Al parecer es algo en común que tienen los hombres —se burló Dakota pero al escuchar un "¡Hey!" por parte de su amigo, se corrigió—. Excepto por ti, claro.

—Lamento no poder ayudarte con mi hermano, él no me hará caso. Es muy terco.

—Ya me haré cargo yo de él. Descuida —la muchacha le restó importancia—. Solo soporta mis quejas mientras tanto.

—Puedo hacer eso —aceptó el chico—. De todos modos, quiero hacer algo más para recompensarlo.

—¿Algo cómo qué?

—El sábado hay una fiesta por la noche. Vamos a divertirnos.

—¿Una fiesta? Bill, no conozco a nadie...

—Me conoces a mí. No puedes negarte —Bill se sentó, plantandole una mirada a Daka que le hizo saber que no daría el brazo a torcer—. Además, necesito distraerme.

—¿Esto es una clase de manipulación?

—Ven conmigo, te prometo que te divertirás.

Daka suspiró.

—Bien. Pero me acompañaras el viernes a alguna tienda de ropa.

—Acepto.

Ambos sonrieron.

—¿Crees que un cambio de look me vendría bien? —preguntó Bill, pensativo.

—Siempre viene bien. ¿Qué tal unas mechas?

—Me agrada la idea. Tú también necesitas un cambio en ese cabello, yo me encargo.

—Espera —Daka cogió un mechón de su propio cabello para examinarlo—, ¿tan mal está?

—No está mal... Solo que es algo anticuado —murmuró con una sonrisa fallida—. Pasado de moda —explicó al notar el silencio de la chica—. ¿Aburrido?

—Okey, okey. Ya entendí —la chica agitó sus manos—. No sigas.

—Tengo algo en mente para ti. Confía en mí —Bill le regaló una brillante sonrisa a la chica.

Daka asintió, no muy convencida.

—Espero no quedarme calva —dijo finalmente.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora