Capítulo 21

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— ¿Mirco? —aquel nombre salió de los labios de la pelinegra como si realmente no fuese posible que el chico estuviese ahí.

—¡¿Mirco?! —chilló Bill y se asomó por sobre la cabeza de su amiga— Wow, sí es él...

Mirco sonrió algo extrañado.

—Eh, hola —saludó a ambos y luego su vista cayó en la más baja, quien no se había movido de la puerta ni un milímetro—. Lo siento por venir así. No sabía como avisarte y quería entregarte esto —el chico le extendió una chaqueta a Daka.

Daka miró la prenda y como si recordara algo al ver que Mirco estaba algo mojado por la lluvia, se hizo a un lado, empujando casualmente a Bill en el proceso.

—Pasa por favor —pidió, ignorando el quejido de Bill.

—Lo siento —Mirco se disculpó nuevamente y entró, curioseando sutilmente con la mirada el interior del viejo vestíbulo.

—No te preocupes, lamento que hayas tenido que venir hasta aquí por esto —dijo la chica, recibiendo su chaqueta, que estaba mucho más seca que Mirco—. Te lo agradezco.

—Los chicos suelen olvidar sus cosas. Estaba ayudando a mi hermana a revisar los bolsillos por si encontraba identificaciones y casualmente encontré la tuya —explicó con calma y Daka abrió los ojos con sorpresa, empezando a rebuscar en los bolsillos de su chaqueta negra hasta que encontró su identificación.

—Oh, Dios. Realmente no recordaba donde la había dejado —murmuró la chica, golpeándose mentalmente por su descuido.

De repente, un carraspeo hizo que Mirco y Daka mirarán hacia la misma dirección.

—¿Entonces irás a las casas de todos los que olvidaron sus cosas? Realmente eres muy amable —soltó Bill con una sonrisa amistosa. Sin embargo, Daka quiso reír al saber las intenciones del pelinegro.

—Oh, bueno... yo no tenía eso en mente —Mirco soltó una risa encantadora que hizo que Bill asintiera con aprobación.

—Anda Bill, vuelve a la cama —ordenó Daka—. Necesitas descansar o tu resfriado empeorará.

Bill quiso protestar, pero Daka se adelantó a empujarlo suavemente hasta que Bill volvió a su cálida cueva.

—¿Él es... —Mirco quiso saber.

—Mi mejor amigo y mi vecino —completó la pelinegra con una sonrisa y señaló escaleras arriba—. Vivo en el piso de arriba, ¿quieres pasar? No creo que la lluvia vaya a detenerse hasta dentro de un buen rato.

Mirco asintió sin pensarlo demasiado y siguió a Daka hasta su departamento. La chica se encontraba sorprendentemente tranquila, hasta se felicitaba internamente por su naturalidad al hablar con el lindo chico con el que se había besado el sábado por la noche.

—Ten —Daka le extendió una toalla que tenía en el perchero de la entrada—. Puedes sentarte en el sofá.

—Gracias —el chico le regaló una leve sonrisa que dejó ver sus pequeños colmillos y luego obedeció a la más baja mientras la veía pasearse por la cocina.

—¿Te gusta el té o prefieres café? —preguntó la chica, mirando a Mirco desde detrás de la isla que separaba la cocina de la estancia.

—Café, por favor.

—Tienes suerte de que le haya robado café a mi abuela. Suelo beber té o infusiones a menudo, pero el otro día se me antojó un frapuccino —habló la chica mientras se subía sobre un pequeño taburete para alcanzar el recipiente con granos de café.

—¿Vives sola? —preguntó el invitado, mirando con curiosidad su alrededor.

—Bueno, vivo con Astrophel y Blackwell —comentó la chica—. La araña que esta en esa esquina —señaló— y la rata que está durmiendo en la casita negra que tienes a un lado.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora