Capítulo 7

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Por la noche, Daka bajó a cenar. La señorita Darcy y Rita habían preparado una deliciosa lasaña que fue devorada en segundos por ellas y Daka.

—Yo lavo los platos —avisó Dakota al ver que las ancianas se levantaban.

Ninguna de las dos viejecillas se negó ante la oportunidad de seguir viendo televisión y se marcharon a la sala, siendo seguidas por un par de gatos peludos y viejos.

Daka se tomó su tiempo para lavar y secar los trastes, dejando la cocina lo más limpia posible. La castaña no era una aficionada pero prefería que su entorno estuviera lo suficientemente limpio y ordenado, por lo que no le molestaba ir organizando algunas cosas que veía a su paso.

—¡Corazón! ¡No metas la cabeza ahí! —regañó la ojiazul al ver como un gato husmeaba en el tacho de basura.

La chica bajó al gato con cuidado y cuando estaba a punto de cerrar el basurero, se dio cuenta de que la bolsa estaba llena, por lo que decidió sacar la basura y dejarla en el contenedor.

—Que lastima que esté empezando el invierno. Si hubieses llegado a inicios del verano habrías dejado de estar tan paliducha —comentó Rita mientras veía a su nieta marcharse.

Afuera llovía, así que la chica procuró correr lo más rápido posible y luego regresar. Sin embargo, a medio camino, notó como una pequeña bola se chocaba contra una piedra en un intento de huir de la lluvia.

La ojiazul se acercó a ver y la imagen de una aturdida rata le recordó mucho así misma cuando se había tropezado.

De repente, pensó en hacer su obra buena del día.

—Vamos a robarle un poco de queso a la abuela —murmuró la castaña mientras se agachaba para tomar a la rata con cuidado.

Si había una cosa que Daka amaba, era a los animales, sobretodo a los incomprendidos. Ya le había colocado nombre a una araña que vivía en una esquina de su cocina. Daka se había disculpado por tener que limpiar gran parte de sus telarañas, pero la había dejado seguir tejiendo en la que ahora era su esquina, la esquina de Astrophel.

Una vez que Daka consiguió el queso, subió a su piso para poder secar a la pobre rata y alimentarla.

—Si que estás flacucha —observó mientras frotaba una toalla contra el negro pelaje de la rata. Daka estaba sentada en una pequeña mesa con la rata en su regazo.

La rata solo siguió temblando hasta que Dakota le dió algo de queso. Luego pareció haberse olvidado del frío porque parecía muy feliz masticando con sus pequeños dientes.

—¿Como podría llamarse? —Dakota miró a Astrophel, quien descansaba en su telaraña. Y como si esta le hubiese dicho la respuesta, Daka se decidió: Blackwell.

La rata miró a Daka justo después de haber terminado el queso, como si esperara recibir más.

—Bien —Daka suspiró y le dio otro pedacito mientras acariciaba su lomo—. Creo que eso es suficiente por esta noche. Si te doy más vas a empacharte.

Blackwell pareció ignorar lo dicho por la ojiazul y solo se concentró en disfrutar del queso.

Después de un rato, Daka limpió un poco a la rata y se dió un baño para poder dormir tranquila. Le había hecho una especie de nido improvisado a Blackwell para que durmiera y luego de dejar a la rata ahí, se fue a acostar. Sin embargo, siempre solía haber un "sin embargo".

—Universo, dame la paciencia que necesito... —susurró una despeinada Daka en la oscuridad de su habitación—. Uno, dos, tres, cua... —empezó a contar para intentar calmar el enojo, pero no lo logró porque la sonrisa burlona y condescendiente de Tom se le vino a la mente. Sí, el chico tocaba genial, pero eso no quitaba el hecho de que Daka deseaba descansar tranquila durante las noches. No quería sentir como sus paredes vibraban hasta pasada las doce.

Daka se levantó y sin importarle sus cabellos alborotados y el pijama de ballenas que traía puesto, caminó sin detenerse hasta llegar a la puerta de su vecino.

—¡Maldito idiota! —gritó, golpeando la puerta de su vecino sin detenerse— ¡Ven aquí! ¡Juro que voy a arrancar esas horribles rastas de tu estúpida cabeza! ¡Sal de ahí! —chilló enojada y le metió una patada a la puerta que terminó causándole el dolor suficiente como para que se sentara en el piso a abrazar su pie— ¡Estúpida puerta!

Daka no se dio cuenta en que momento el sonido se había detenido, pero si notó cuando la puerta se abrió y Tom se asomó con las cejas levantadas.

—¿Dónde consigues pijamas tan horribles? —preguntó Tom mientras se recargaba en el marco de su puerta, totalmente despreocupado.

Daka se paró de inmediato, cojeando un poco por el reciente golpe en su pie.

—¿Horrible dices? Al menos yo si uso pijama como una persona decente—atacó al ver que el de rastas estaba en ropa interior.

—Prefiero dormir desnudo antes que colocarme esa cosa... ¿Qué son? ¿Ballenas? ¿En serio? —preguntó bastante divertido.

—Las ballenas son lindas —defendió Daka.

—Pero no son rosadas.

La castaña frunció el ceño y apretó los puños.

—No vine a hablar de ballenas contigo —dijo la ojiazul con un notorio desagrado.

—Lastima, sé algo sobre las ballenas que podría in...

—Que bueno que no seas un completo cabeza hueca y sepas algo —interrumpió la más baja—. Ahora, por favor.... Deja. De. Hacer. Ruido. ¡Son las diez de la noche! Sé que no te importa quedarte dormido y llegar tarde a la escuela, pero a mí sí —soltó la chica, bastante impaciente, agitando sus manos con enojo mientras Tom la obvservaba bastante entretenido—. ¡Y bien! ¡Puede que vayas a la escuela solo a perder el tiempo y besar a cada chica que se interponga en tu camino! ¡Pero yo no! ¡Tengo que descansar! ¿Entiendes? Dime que entiendes. A veces siento que esas rastas que tienes en la cabeza no te dejan pensar.

—Espera, ¿esa es una rata? —Tom detuvo el discurso de la muchacha y esta resopló.

—¡No estoy jugando, Kaulitz! ¡¿Puedes dejar de ser un idiota?! —se desesperó Dakota. La chica solo quería razonar con su vecino antes de cometer un homicidio.

—No. En serio, mira —dijo bastante tranquilo, señalando el pasillo tras la chica.

Y entonces Daka recordó.

—¡Blackwell! —gritó, dándose la vuelta para ir por la rata cuando vio como esta se alejaba por el pasillo para bajar las escaleras— ¡Ven aquí! —pidió mientras corría cojeando un poco y luego gritó para el chico a sus espaldas— ¡No he terminado contigo! ¡No te muevas de ahí!

Y de ese modo, Daka siguió a la rata, persiguiendola como podía. Si alguno de los gatos de su abuela y la señorita Darcy andaba por ahí, iba a ser el fin de Blackwell.

—¡Te atrapé! —festejó con alivió mientras acurrucaba a la rata contra su pecho— ¡Vas a morir más rápido si te escapas así!

Daka volvió a subir las escaleras con la rata, murmurando algunos regaños para esta mientras le daba caricias en la cabeza.

Casi se había olvidado de que Tom seguía parado en su puerta.

—¿Es tuya? —preguntó Tom con una extraña expresión en su rostro.

—Eso no te importa —espetó la chica, desde la puerta de su departamento. Suspiró, cerrando los ojos en un intento de relajarse y luego los volvió a abrir para mirar al chico de ojos café—. Ahora. Si pudieras ser más amable, aunque sea con Blackwell, deja de hacer ruido esta noche. De seguro que tú y tu guitarra le han alterado los nervios.

Tom abrió la boca para decir algo pero Dakota no quería seguir escuchándolo, así que se metió a su departamento y cerro la puerta.

Felizmente, esa noche Tom no volvió a molestar.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora