Capítulo 11

116 13 1
                                    

—¿Que habías dicho ayer? Si no me equivoco, dijiste que ni explicándome ochenta veces entendería el tema —recapituló mientras miraba a su vecina con autosuficiencia.

—Es increíble —asintió Daka mientras le sonreía falsamente a Tom—. Por un momento pensé que tus células cerebrales estaban en peligro de extinción.

—¿Es una clase de halago? —preguntó el chico sin borrar la sonrisa de su rostro. Daka nunca había conocido a alguien con la cara tan gruesa.

—Tómalo como tal.

—Si es un halago...Realmente es pésimo  —opinó el de rastas—. Deberías mejorarlos e intentar ser más amable.

Daka agradeció el no tener un bate de béisbol al lado y se levantó del sofá para guardar las cosas que habían utilizado para estudiar.

—Soy amable con las personas que no suelen alterarme los nervios —soltó la chica en forma de respuesta, sin intentar ser amigable con el tono de voz.

—¿Estás diciendo que altero tus nervios? —Tom se carcajeó desde el sofá, sintiéndose cómodo.

—Que bueno que puedas ir entendiendo —Daka lo felicitó irónicamente y se paró frente a él.

Tom miró a su vecina con una expresión de completa diversión.

—¿Te me vas a tirar encima o algo? —preguntó Tom mientras jugaba con su pircing.

Daka frunció el ceño y buscó el aire que necesitaba antes de hablar.

—Ya estás siendo un idiota de nuevo —avisó la chica y se cruzó de brazos bajo la atenta mirada de su vecino—. Estoy esperando que te vayas. Por si no te diste cuenta, ya terminamos lo que teníamos que hacer.

—¿Ya terminamos? —preguntó Tom con fingida pena y se levantó.

—Vete de una vez y no hagas ruido —pidió de la forma más amable posible mientras empujaba al de rastas fuera de su hogar.

—Gracias, eres muy hospitalaria.

—¿En serio? —preguntó la chica con una sonrisa mientras le daba un último empujón a Tom para que saliera— Espero que no vuelvas pronto. Adiós —dijo con un tono alegre y cerró la puerta de su casa en las narices de su vecino.

Daka esperaba haberle golpeado la cara con la vieja puerta de madera.

—Es hora de dormir, Blackwell —avisó la pelinegra en voz alta y fue a por la rata.

Aquella noche durmió plácidamente, ignorando el hecho de que literalmente había gastado su tiempo en ayudar a su odioso vecino.

Por la mañana, Daka no despertó hasta que los golpes en su puerta la hicieron pegar un brinco.

La chica se levantó aturdida y aún dormitando caminó hasta la puerta principal de su hogar para ver quien se estaba dignando a despertarla tan temprano.

—¿Bill? —se extrañó la chica mientras frotaba sus ojos para ver mejor— ¿Tom? —se dió cuenta de que el gemelo de su amigo también se encontraba ahí. Daka creyó que aún estaba soñando— ¿Qué hacen ustedes despiertos a esta hora de la mañana?

—¿Mañana? ¿Sabes que hora es? —interrumpió Bill mientras entraba a la casa de la pelinegra con toda confianza—. Pasen muchachos.

Daka miró con confusión a Bill y luego dirigió su mirada a la puerta. Entonces, cayó en cuenta del otro par de chicos detrás de Tom y de la gran caja que los acompañaba.

—¿Bill? ¿Qué es todo esto? —preguntó Daka.

—No puedo creer que recién te hayas despertado. Es medio día —se escandalizó el de mechas, haciendo caso omiso a su amiga mientras guiaba a los dos desconocidos para que metieran la caja.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora