Capítulo 35

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Luego de cenar, la mayoría terminó uniéndose a la noche de películas; un grupo se había encargado de los snacks, otro de acomodar el salón con mantas, cojines y pufs, y otro de proyectar la película. Dakota se encontraba en primera fila, totalmente hipnotizada mientras miraba la película, la única iluminación que había era la que proporcionaba el proyector, así que el ambiente era lo suficientemente bueno para hacer una maratón de terror y morirse de miedo. Sin embargo, uno que otro chillido sacaban a Daka de su trance aterrador y terminaban causándole gracia.

—¡¿Por qué rayos está yendo al sótano?! ¡Todos sabemos que no es buena idea ir al sótano! —gritó uno con un notorio tono de desesperación en su voz, pero una ola de "shhh" lo mandaron a callar.

Daka que estaba lo suficientemente entretenida sólo soltó una risa bajita y continuó mirando la película. Parecía ser que las películas de terror ponían de buen humor a la pelinegra y de eso se percataron un par de gemelos, quienes la miraban de vez en cuando cómo para asegurarse de que la persona a la que le habían declarado la guerra seguía materializada en aquella sala.

Tom llevó su mirada nuevamente a la película, pero la escena le hizo pegar un saltito igual que a muchos otros.

—No seas una niñita —lo molestó Bill.

—¿A quién llamas niñita? A ti tampoco te gustan estas películas —susurró Tom para su hermano y recibió un pellizco en el costado que lo hizo retorcerse en silencio. Tom resopló y regresó su mirada al frente, pero algo en movimiento lo hizo distraerse; ese algo en movimiento era nada más y nada menos que Dakota, meciéndose hacia atrás y hacia adelante mientras abrazaba sus piernas contra su pecho y mantenía una mirada emocionada— ¿Por qué rayos le gusta tanto ver estas cosas? Ella eligió las películas, después de esto no podré dormir —le volvió a susurrar a Bill.

—No lo sé, pero cállate.

Tom se sintió regañado por milésima vez en el día y regresó la mirada a la película, obligándose a mantener los ojos abiertos y una postura confiada.

Las horas pasaron al igual que las películas y poco a poco algunos fueron cayendo dormidos y otros simplemente se retiraron, menos Dakota, quien siguió embelesada hasta que los creditos de la última película la hicieron percatarse de su alrededor.

—¿Qué hora es? —se preguntó a sí misma, dándose cuenta que ni Trish ni Victoria seguían ahí, probablemente habían regresado a su cabaña.

Dakota se levantó, quejándose ante el entumecimiento de sus piernas. Caminó con cuidado de no pisar los cuerpos dormidos de los demás y salió del salón, continuó por el pasillo que estaba a oscuras y cuando estaba por llegar a la salida se percató de que un par de voces conocidas discutían a unos cuantos metros de ella.

—¡Ya te dije que me ayudarás a cargarla si se quedó dormida! —gritó silenciosamente una de las voces, que Dakota reconoció cómo la de Bill.

—Pero no quiero hacerlo —se opuso la otra voz.

—Tambien estoy molesto con ella, pero no quiero que le duela la espalda mañana.

Dakota sonrió levemente, apoyada contra una de las paredes de madera, pero su sonrisa duró poco pues cayó en cuenta de que Bill había dicho que estaban enojados con ella.

Daka dio un paso al frente de manera abrupta y cómo si aquello hubiese sido una película de horror, Tom y Bill pegaron el grito de sus vidas antes de darse cuenta que no era nadie más que Dakota.

—¿Están molestos conmigo? ¿Qué hice?

Los hermanos suspiraron intentando disipar el susto y luego inflaron el pecho con orgullo.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora