Capítulo 33

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Para el anochecer llegaron a Schwarzwald, el pueblo estaba cubierto de nieve, haciendo honor a la temporada de invierno. Dakota no recordaba haber pisado Schwarzwald desde los seis años, y para entonces todo lucía algo diferente y un poco más vivo. Las luces navideñas cubrían las tiendas y las casas, brillando junto con los faroles de luz para alumbrar las calles. Había una que otra persona caminando de regreso a casa o cerrando las tiendas que eran de su propiedad, ya era tarde y hacía un frío terrible, así que era comprensible. Más allá del pueblo tanto la luz como la gente era escasa, el carro del señor Brechbühl había avanzado por la carretera sin volver a detenerse, iluminando el camino nevado que tenía por delante.

Los Brechbühl y los Kaulitz habían llegado a una cabaña bastante grande en medio del bosque, algo alejada del pueblo. Los alrededores estaban bastante oscuros, así que no habían logrado ver la fachada de la cabaña con claridad. Sin embargo, dentro todo lucía mucho más acogedor con las luces de tonalidades cálidas y la chimenea que más tarde encendieron.

—Las habitaciones están en la planta superior, pero hay una de invitados aquí —dijo papá Brechbühl, ayudando a la abuela con sus cosas—. Todos iremos arriba, ella se quedará.

—Mis rodillas no tienen ganas de subir escaleras —aseguró la anciana, siguiendo a su hijo a través de los pasillos.

Los tres chicos se miraron los unos a los otros antes de correr escaleras arriba, todos deseaban una buena y cálida habitación.

—¡Me quedo con esta! —avisó Bill, habiendo entrado a la que parecía ser la habitación principal.

Los otros dos suspiraron, sabiendo que las demás habitaciones eran todas iguales y más pequeñas. Daka entró a la habitación que estaba al final del pasillo y Tom a la que estaba antes de esa, se miraron de mala gana y cada uno se perdió detrás de sus respectivas puertas. Dentro no fue tan malo, al encender las luces Dakota se encontró con una habitación pequeña pero acogedora: había una cama con sábanas y mantas limpias, calefacción, un pequeño tocador y un armario.

—No te muevas —avisó la chica a su rata, dejándola en la cama. Dakota encendió la calefacción, temblando ligeramente por el frío, y luego se cambió la ropa por un pijama abrigador y cómodo—. Realmente hace frío este año —murmuró en voz baja, viendo a Blackwell escabullirse debajo de las mantas. La muchacha dejó sus cosas en el armario y luego de cepillar su cabello e ir a lavarse los dientes en un baño que compartían las habitaciones de arriba a excepción de la principal, se fue a acostar junto con Blackwell.

Cuando estaba por dormir, su teléfono vibró y Dakota contestó, extrañada, sin haber visto de quien se trataba.

—¿Quién habla?...Oh, mamá —se sorprendió un poco al escuchar la voz de la mujer—. Sí, estoy bien. No creo que hayas hablado con papá, pero estamos en Schwarzwald con la abuela. Tiempo en familia por fiestas...ya sabes —Dakota jugó un poco hasta escuchar a su madre suspirar, entonces soltó una risa—. No lo tomes en serio, tal vez te visite en verano. ¿Cómo están por ahí?...Me alegra escuchar eso, te extraño también —murmuró Dakota en voz baja, removiendose entre las mantas—. Saluda a Liz de mi parte, las quiero. Sí, buenas noches. Descansa.

Dakota suspiró cuando la llamada finalizó, ahora tenía un mejor humor para descansar. Aunque las llamadas con su madre eran escasas y cortas, le animaba saber que todo marchaba bien. La noche en Schwarzwald fue fría, pero Dakota pudo dormir tranquila y cómoda gran parte. Eso fue hasta que un extraño sueño volvió a molestarla y terminó despertando, su teléfono marcaba las cuatro de la mañana y todo seguía oscuro.

Dakota encendió la luz de noche que había a un lado de la cama y se quedó viendo como Blackwell se escondía debajo de una almohada.

La muchacha tenía una indeseable sensación en el estómago, cómo si un centenar de cosquillas la estuviesen fastidiando. Suspiró nuevamente y miró el techo: ¿Por qué tenía que soñar ese tipo de cosas ahora? No ayudaba en nada, no necesitaba estar tan cerca de Tom en sus sueños, ni en la vida real. De repente recordó el tacto del chico y un escalofrío recorrió su espalda cuando cerró los ojos y pudo sentir claramente el masaje en su frente, los dedos en su mentón y alrededor de sus muñecas. Tom era estresante y su efecto era extraño y mortificante para la ojiazul porque odiaba sentirse de esa manera.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora