—¡Te dije a la izquierda! —el grito de Bill se escuchó en toda la casa.
—¡Pero esa es la izquierda! —replicó su gemelo.
—¡No tu izquierda! ¡Mi izquierda, idiota! —Bill se llevó las manos a la cabeza, intentando recuperar la compostura.
Luego de que Daka se acercara a Gustav para armar la casa de Blackwell, habían pasado unas cuantas horas antes de que pudieran terminar con éxito el pequeño trabajo. Georg había ayudado unas cuantas veces, Bill había intentado leer las instrucciones y Tom se había encargado de tumbarse en el sofá y criticar las revistas de moda que tenía la pelinegra en casa. Sin embargo, aunque Tom no había ayudado a armar nada, no se salvó del trabajo duro y de las órdenes de su hermano.
—Yo creo que está bien aquí —Tom intentó convencer a todos mientras se recargaba contra la casa de ratones a causa del cansancio. El mueble era bastante bonito, estaba hecho de madera negra y era del tamaño de un librero con espacio más que suficiente para la consentida rata negra.
—Pienso que quedaría mejor del otro lado —opinó Gustav.
Daka, Georg y Gustav, se encontraban sentados en el sofá mientras descansaban y bebían coca cola helada. Los tres muchachos parecían disfrutar del sufrimiento de Tom y de un Bill perdiendo la paciencia.
—¡Que te jodan! ¡No pienso mover esta cosa hasta allá otra vez! —se negó el de rastas.
—Bill, ¿qué piensas? —intervino la única chica en la estancia, intentando ocultar la sonrisa que quería extenderse por todo su rostro— También creo que se vería bien de ese lado.
Bill miró a Daka y pareció considerar la idea mientras su gemelo palidecia.
—Me uno —añadió Georg.
—Bien. Tom, mueve eso —ordenó Bill, ignorando las quejas de su hermano.
Los tres chicos en el sofá sonrieron y brindaron con las latas de soda, festejando su pequeño logro del día mientras Blackwell dormía sobre uno de los cojines, ajena a lo que sucedía a su alrededor.
—¿Cansado, Kaulitz? —se burló la ojiazul al ver que su vecino se negaba a mover el pesado mueble de madera.
—Ha gastado todas sus energías anoche. ¿A quién te follaste? —molestó Gustav.
—¿Realmente quieres saber? —Tom le siguió el juego.
—Dejen de ser unos depravados. Le dan una mala impresión a Daka —Bill silenció a su hermano y a su amigo.
—Tom no se ha tenido que esforzar demasiado para eso —mencionó la chica y se escucharon las risas de Georg y Gustav a ambos lados de la muchacha.
—No necesito darle una buena impresión a una chica tan molesta y aburrida —atacó Tom mientras empezaba a mover el mueble en un intento de calmar su ego.
—¡No soy aburrida! —exclamó la pelinegra con el ceño fruncido. Bien, probablemente no era una chica de fiestas y miles de amigos, pero eso no significaba que fuese alguien aburrida.
—No dijiste que no eras molesta, ¿significa que aceptas que eres molesta? —observó Tom mientras intentaba dejar el mueble donde indicaban las señas que hacía su gemelo. Sin embargo, una lata vacía le cayó en la cabeza, haciendo que quitara su mirada de Bill para mirar a la dueña de la alfombra que estaba pisando.
—Increíble puntería —felicitó Georg y le pasó otra lata de soda a Daka.
—Gracias. Mi padre me dió clases de tiro desde que era pequeña —se enorgulleció la chica, abriendo la lata y dándole un trago a su bebida.
—¿De casualidad, no te enseñó a no ser una tarada? —preguntó Tom, fastidiado.
—¡Tom, te estoy diciendo que gires la casa a la derecha! —gritó Bill desde una esquina.
—¡Por un carajo, Bill! ¡Ya voy! —respondió Tom, decidiendo ignorar a su vecina y acatar las órdenes de su gemelo.
Más tarde, luego de un montón de gritos y peleas, por fin habían instalado correctamente el nuevo hogar de Blackwell. La pelinegra agradeció el detalle y la ayuda de todos, incluida la de Tom aunque fuera un imbécil.
—Soy bastante bueno dando mi opinión sobre los atuendos. Me puedo quedar si gustas —dijo Georg cuando ya tenían que marcharse. Los chicos se habían enterado de la fiesta a la que Bill y Daka iban a ir.
Daka aguantó la risa sin saber que decir, pero para su suerte, Bill intervino.
—Vayanse de una vez —el pelinegro echó a su hermano y a su par de amigos del departamento—. Daka no necesita tu ayuda, Georg. Ya me encargué de eso.
Georg se rindió y salió murmurando quien sabe que.
—No deberías confiar en el sentido de la moda que tiene mi hermano —advirtió Tom a su vecina, dándole un apretón en el hombro a su gemelo antes de salir por la puerta junto con Gustav.
—Si tener buen sentido de la moda es usar pantalones que te queden como piel de elefante, entonces paso —murmuró Daka una vez todos, menos Bill, se marcharon.
—Ignoralo —dijo Bill y tomó a su mejor amiga por los hombros para hacer que esta lo mirara—. Ve y cámbiate, te aseguro que lo que compramos es mucho mejor que los trapos sin gracia que usan las amiguitas de mi hermano.
Daka empezó a reír al oír aquello.
—Bien. Me daré una ducha y me alistaré —accedió la pelinegra, deshaciéndose del agarre de Bill para ir hacia su habitación— ¡No olvides cerrar la puerta cuando salgas!
—¡No te preocupes! ¡Ven a verme cuando estés lista! —respondió Bill antes de salir del departamento.
Daka se sintió tranquila una vez estuvo sola nuevamente. Le gustaba la compañía de Bill, pero hoy su casa se había convertido en un campeonato de peleas en el que participó el odioso Tom, dos chicos que recién conocía, Bill y hasta ella misma. Algo de la situación llegaba a divertirla, pero recién se adaptaba a ese nuevo entorno, así que necesitaba recargar la batería que le permitía socializar antes de volver al mundo al que pertenecía.
Daka no se había dado cuenta de todo el tiempo que habían tardado en armar el palacio de su rata hasta que se fijo en el reloj de su habitación.
—¿Las siete? —se espantó mientras se metía al baño.
La pelinegra se desvistió lo más rápido posible para entrar a la ducha, y una vez estuvo bajo el agua, se permitió el volver a respirar. Y como sucedía con cada baño que tomaba, su mente empezó a divagar mientras lavaba su cabello: Había tenido un día extraño (considerando su día a día). Aunque Tom le parecía insoportable la mayor parte del tiempo, durante la tarde solo había tenido ganas de golpearlo un par de veces, y eso era bastante bueno si lo comparaba con días anteriores. En cuanto a Georg y Gustav, ambos chicos le habían agradado, pero a pesar de eso, seguía sin sentir total confianza y suponía que eso era porque recién los conocía, por lo que lo consideró como algo normal y pasó a su siguiente pensamiento: la fiesta. Le preocupaba el no adaptarse al ambiente, sobre todo porque solo conocía a Bill. Daka empezaba a arrepentirse de haber aceptado, pero iba a hacer esto por Bill, por su mejor amigo. No podía ser tan malo.
Después de bañarse, secar su cabello y colocarse una colonia de baño, Daka se colocó el conjunto que había comprado con Bill el día anterior. Se sentía bastante cómoda, por lo que sus ánimos subieron un poco más y luego de alisar su cabello, empezó a maquillarse un poco. Daka nunca exageraba mucho con el maquillaje. Sin embargo, en ese momento tuvo ganas de probar algo diferente y terminó pintando sus párpados de un azul oscuro, luego delineó sus ojos con un lápiz negro y finalmente pintó sus labios de un guinda bastante oscuro que lograba resaltar aun más su pálida piel.
—No está nada mal... —susurró para si misma mientras se veía en el espejo.
Daka observó las botas largas de cuero que traía puestas y el pensamiento de si era demasiado cruzó por su mente. Sin embargo, trato de espantarlo de inmediato y le dio un último visto bueno a su reflejo.
Iba a tratar de divertirse, sí o sí.
—Empieza por no pensar demasiado, Dakota —se dijo así misma y salió de su hogar luego de despedirse de Blackwell y Astrophel.
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CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADA
FanfictionEl día en el que Dakota se mudó de Flechtingen a Magdeburgo, estuvo feliz de haber escapado de las manos de su sobreprotector padre para vivir con su adorada y vieja abuela...Desde que Dakota cruza la puerta de esa vieja casona, su mundo se va a ver...