Capítulo 25

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Tirada en su cama y sin poder pegar el ojo, Daka meditaba una y otra vez sobre su actuar. Bill le había pedido que cuidase de su hermano, pero en lugar de eso lo había dejado herido en el hospital; no se sentía del todo bien con ello, pero una voz en lo más profundo de su ser le gritaba que había hecho bien y que no tenía porque sentir culpa.

—¿Qué quería? ¡No me iba a quedar viendo como intercambiaban babas! —soltó la chica, sosteniendo a Blackwell en el aire para verlo. La rata miraba con atención a la ojiazul, luciendo como si prestara atención a cada palabra que Daka decía— Además, si puede enrollarse con una linda rubia en el hospital, eso significa que está lo suficientemente bien. No hice mal en irme... ¿cierto? ¡Ah! ¡Lo odio, es imbécil! No sé que hago pensando en él.

Blackwell movió su nariz, y como si hablaran el mismo idioma, Daka asintió.

  —Tienes razón, es mejor dormir. No puedo seguir perdiendo mi tiempo en pensar si... —sus propias palabras fueron cortadas cuando su teléfono vibro a un lado suyo. La chica dejó a la rata descansar sobre su vientre y tomó el móvil para ver el mensaje que le había llegado.

"Hola, soy Natasha. Debiste haber esperado para llevarte a casa, pero espero que hayas llegado bien por tu cuenta. Tom y yo estamos bien, lo traje a mi departamento para que pueda descansar mejor. ¡No te preocupes! "

Daka tiró su teléfono luego de leer el mensaje, pero terminó tomándolo nuevamente para responder.

"Gracias, que descansen bien."

Luego de enviar ese mensaje, la chica volvió a tirar su teléfono. Se sentía molesta y por alguna razón esperaba que sus buenos deseos para la parejita no hicieran efecto; no quería que descansaran bien, sobre todo porque ella misma no podía hacerlo.

A la mañana siguiente, Daka no despertó hasta pasado el medio día. Su cabeza dolía por el mal sueño que había tenido, pero aún así no quiso seguir más tiempo en cama. La chica tomó una buena taza de café y luego de limpiar y ordenar su piso para despejarse un poco, se tomó un par de horas para hacer todos los deberes que tenía pendientes de la escuela. La ojiazul no se había querido detener a pensar en Tom, así que había utilizado todos los medios posibles para mantenerse ocupada: había comido en casa de su abuela, alimentado a los gatos de esta, también había recogido las hojas secas en el jardín y había acompañado al par de ancianas a una merienda que tenían en la casa de una vieja colega.

En tanto las tres ancianas jugaban póker y bebían té en una mesita bastante adorable que se hallaba en el jardín, Daka se encontraba sentada en unas gradas mientras hacía garabatos en su libreta de diseños; no tenía nada mejor que hacer que dejar volar su imaginación para distraerse un poco.

—Ese es un vestido extraño —aquella voz infantil hizo que Daka levantara la vista de su libreta para ver de quien se trataba. 

Ella sonrió, viendo que se trataba del nieto de la señora de la casa. Ravi era un niño menudito y de baja estatura, con ojos dulces y brillantes que lograban derretir el corazón de cualquiera. Daka no había hablado con él, pero lo había visto leyendo en la estancia cuando llegó junto con sus viejecitas, y la señora Hansen lo había presentado de lejos. Le había parecido extraño ver a un niño leyendo en lugar de salir a jugar con las hojas secas del otoño.

—¿Tú crees? —Daka soltó una risa, sintiendo que podía estar de buen humor por primera vez en el día.

El niño traía un oso consigo, el cual dejó sobre las gradas para sentarse a un lado de Dakota.

—Sí, es muy oscuro y tiene un estilo gótico algo antiguo. ¿Crees que alguien se lo pondría? —preguntó con curiosidad y Daka se encogió de hombros.

—No lo sé, pero lo que si es extraño es que un niño pequeño sepa como luce el estilo gótico antiguo —dijo la pelinegra con voz tranquila.

—No soy pequeño, he cumplido diez durante el verano —aclaró y tomó a su oso para mostrárselo a Dakota. El peluche no tenía un ojo y tenía una rasgadura en la panza, dejando que parte del relleno sobresaliera; parecía haber pasado por una traumática experiencia—. Vi que dibujabas vestuarios y pensé que podrías saber como remendar a Greg. Quise que Carroll jugara con él, pero al parecer las lechuzas no se llevan bien con los osos.

—Sé coser, creo que eso es suficiente —murmuró la chica, tomando al oso para curiosear—. Espera, ¿dijiste lechuza?

—Sí, es mi mascota. Si quieres puedes verla luego de que curemos a Greg.

Daka asintió y se levantó para seguir al niño de cabellos oscuros y desordenados, se le hacía algo parecido a un duendecillo o una hadita del bosque demasiado inteligente para su edad.

—¿Tienes hilos y alguna aguja por ahí? 

El niño asintió, tomando una lata de galletas de un cajón de madera bastante antiguo.

—Es de la abuela. Ya no cose porque tuvo una operación de la vista y casi no ve, no sé como juega al póker aún.

Daka recibió la lata y se sentó en la alfombra más cercana junto con el niño, empezando a escoger los hilos que usaría.

—Podemos colocarle un botón para que sea su nuevo ojo —sugirió Daka, mostrándole unos cuantos botones a su nuevo pequeño acompañante.

—Está bien, no creo que Greg quiera volver a tener el ojo que fue digerido por Carroll de todos modos.

Daka asintió y luego de que Ravi eligiera el nuevo ojo de Greg, se puso manos a la obra. Durante todo el rato que la ojiazul estuvo intentando arreglar al oso de peluche, el niño no había dejado de hablar y hablar, y claro que Dakota estaba feliz por ello porque sentía que estaba hablando con una enciclopedia en miniatura. Ravi era un niño bastante elocuente.

—Y la abuela seguía diciendo que los desastres naturales eran causados por Dios, le creí hasta que aprendí a leer y descubrí que Nona mentía —el niño contó con esmero—. Insistí con que estaba mintiendo, pero es bastante terca. Es una mentirosa bastante buena porque a veces está cerca de convencerme nuevamente.

Daka contuvo la risa y asintió, entregándole el oso a Ravi.

—Gracias, ha quedado bastante bien. No creo que sufra por la perdida de su antiguo ojo.

—Tu abuela no es mentirosa, solo es bastante crédula —explicó la ojiazul, regalándole una sonrisa al niño—. Mi abuela y la señorita Darcy también lo son.

—Todas las abuelas parecen serlo.

—Tal vez sí.

—He oído que en Lonely Grove hay una biblioteca que tiene mejores libros que los que tengo aquí —dijo de repente con cierto tono de sugerencia en su voz—. La abuela no quiere llevarme porque no le gusta salir de casa, y mis padres están fuera de la ciudad casi todo el año, así que nadie puede llevarme.

—¿Lonely Grove? No sé donde queda eso.

—Consulté eso con mis maestros y dijeron que tomando el tren puedo llegar bastante rápido, pero aún así Nona no me deja ir solo... La abuela dijo que si conseguía que alguien me lleve entonces ella le pagaría para que me cuide, pero todas las niñeras que llamé no tienen idea de libros ni lucen como una amiga divertida con la que pueda charlar sobre lo que leo o pienso.

Daka sonrió levemente, sabiendo que el niño le estaba dando la oportunidad de su vida. ¿Quién no quisiera recibir dinero por ir a la biblioteca con un niño como Ravi?

—¿Crees que yo sea una buena candidata para el puesto? 

—Si los sábados después del medio día estás libre, entonces creo que debo contratarte —Ravi asintió.

—Eso es genial porque los sábados luego del medio día estoy libre como podrás haber notado.

Daka y Ravi se sonrieron y sellaron su trato con un apretón de manos.

Más tarde, cuando ya anochecía, el taxi llegó y las ancianas junto con Daka tuvieron que marcharse. La pelinegra no pudo haber estado más tranquila y despejada, sabiendo que aquella noche si podría dormir muchísimo mejor sin tontas preocupaciones. 

O al menos eso creía.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora