Capítulo 22

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El vapor subía despacio y empañaba los vidrios, la bañera tenía agua caliente al tope y Daka se encontraba plácidamente hundida en esta.

Se podía escuchar el grifo goteando y la lluvia, que empezaba a disiparse, correr lentamente contra las ventanas. Habían pasado varios días desde la visita de Mirco y siendo viernes por la noche, Daka se encontraba tomando un baño antes de empezar con su maratón de películas de terror. No había vuelto a hablar con el chico, pero tampoco había tenido demasiado tiempo de pensar en él con los asuntos de la escuela, su idea de encontrar un trabajo de medio tiempo, Bill enfermo y Tom molestando cada que podía. Daka estaba exhausta mentalmente y no sabía exactamente el porqué, pero necesitaba tomarse un respiro y tener una noche relajada en casa, bajo sus mantas y con una cantidad exorbitante de chucherías al lado.

Luego de salir de la bañera, Daka se tomó su tiempo para secarse y vestirse con algo cómodo. No tenía prisa, así que después de haber colocado las palomitas en el microondas, se tumbó con pereza en su sofá y se mantuvo dormitando hasta que el sonido del microondas y unos toques en su puerta lograron espabilarla de golpe.

Con molestia y preguntándose quien venía a buscarla tan tarde, se levantó y fue a ver quien llamaba a su puerta, pero desgraciada fue su sorpresa cuando la imagen de un Tom arreglado y perfumado apareció frente a sus ojos. Daka consideraba que el perfume de su vecino hubiese sido realmente algo que disfrutar si es que no fuese el mayor de los Kaulitz quien lo tuviese puesto. Y por más que el varonil y agradable perfume de Tom atrajo por unos segundos a la ojiazul, lo que más le llamó la atención a la chica fue el repentino cambio de look de su vecino.

—Por fin dejaste esas horribles rastas —felicitó la más baja mientras sostenía el picaporte de su puerta. Por más que Tom luciera extrañamente atractivo, Dakota no planeaba admitirlo ni en sus más remotas pesadillas.

—No planeaba andar con las rastas arruinadas —murmuró el más alto. Tom vestía con ropa que era mucho más adecuada para su cuerpo (pero sin dejar de ser holgada), sus antiguas rastas habían sido cambiadas por unas pulcras trenzas y una linda bandana negra cubría parte de su frente.

—Da igual —Daka se encogió de hombros—. Tenía planeado tener una noche tranquila, ¿qué haces en mi puerta?

Tom forzó una sonrisa amable, causando que Daka negara al instante.

—No, no insistas. Vete —Daka iba a cerrar la puerta. Sin embargo, Tom se adelantó y entró al departamento de la chica para terminar aferrándose a la primera columna que vió— ¿Qué demonios haces, Tom? Largo.

La chica se acercó a su vecino para intentar separarlo de la pared, pero sus esfuerzos parecían no obtener resultado alguno.

—Ven conmigo, por favor —suplicó el chico sin dejar de abrazarse a la columna.

—Sal de mi casa, trapisondista idiota —chilló la ojiazul mientras tiraba de Tom.

Al ver que Daka estaba arruinando la ropa que tanto le había costado planchar, Tom soltó la pared, pero solo para ir a inmovilizar a su vecina con un abrazo.

—Suéltame, ¿qué haces? —Daka se retorció entre los firmes brazos de Tom sin resultado alguno, echando miradas furiosas que hacían al alemán estremecer.

—Escúchame solo un momento, ¿sí? —pidió, mirando con una extraña sensación de temor y diversión a la pequeña pelinegra que tenía entre sus brazos.

Daka suspiró con fastidio y asintió.

—Suéltame y habla rápido.

Tom se negó.

—Si te suelto me golpearas.

—Que bueno que sepas eso —dijo la ojiazul mientras le sostenía la mirada al más alto con cierto recelo.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora